Capítulo 13

295 12 1
                                    

En su habitación, días después, Elsa se acordaba de la cena familiar de la que había formado parte. Familia… hacía demasiado que había olvidado el significado de esa palabra. Pero la familia de Anna hacía honor a ella. Conversaban, se reían, incluso se metían unos con otros. Echaba tanto de menos pertenecer a una… Pensó en ellos, en lo diferentes que eran. Beatriz, su madre, una mujer no muy alta con el pelo azabache e inicios de canas. Sus ojos marrones tan típicos de la cultura mediterránea y de piel olivácea. Kristoff, rubio, como si lavase el pelo con agua oxigenada todas las mañanas y alto como una montaña, tanto que superaba a su madre aproximadamente por medio metro. Sus hombros anchos pegaban muy bien con él, y aunque podría parecer una persona intimidante por lo grande que era, todo eso quedaba anulado con la calidez de su mirada parda.

Y luego estaba la pequeña y dulce Anna, su novia. De un castaño pelirrojo, inundada de pecas, miles de pecas, incluso se atrevería a decir que millones. Recorrían su piel por entero, pero lo que más le gustaba de ellas era cómo enmarcaban sus ojos azules con tintes de verde. Simplemente increíbles. Sí, definitivamente eran muy diferentes entre ellos.

Recordó que Kristoff era adoptado, ¿Anna también lo sería? Ella nunca había mencionado un padre, y aclararía aquel desajuste de genética que parecía haber entre ellos. Lo que sí que era indudable era el amor que se tenían, y eso para Elsa superaba cualquier factor biológico.

No era temprano, pero era sábado así que la rubia platino no tenía necesidad de tener prisa para salir de la cama. No es que fuese perezosa, pero no había cosa más placentera que levantarse cuando el cuerpo te lo pedía y no cuando lo exigía el despertador. Miró la hora en el móvil, marcaba las diez y media de la mañana. Dejó el teléfono sobre la almohada al lado de la cabeza y se frotó la cara con la mano, despegándose el sueño. Se quitó las sábanas de encima y salió del calor de la cama, notando un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque su apodo fuese la reina de las nieves por su aparente falta de frío, el momento justo después de salir de la cama era mortal, así que se fue a la cocina a prepararse un "negro", y no, no un café. Era como llamaba a su forma de hacerse el cola cao, que llevaba casi más porcentaje de cacao en polvo que de leche. El chocolate era su perdición.

En cuanto estaba a punto de llevarse el vaso con el líquido caliente, se escuchó el sonido de su móvil que estaba en su habitación. Soltó un quejido por la interrupción de ese sagrado momento de su mañana, pero posó la taza en la barra americana que separaba el salón de la cocina y en la que estaba sentada, y se fue a por el aparato que sonaba de forma insistente rápidamente, antes de que colgasen. Casi se tiró en plancha sobre le cama para alcanzarlo y consiguió coger la llamada, sin darse tiempo a mirar quién estaba identificado en la pantalla.

-¿Sí?

-Ya pensaba que no me lo cogerías.

Elsa rodó los ojos al reconocer a una de sus mejores amigas al otro lado de la línea, su sarcasmo permanente en la voz era inconfundible.

-Buenos días a ti también, Mérida.

-Sí, sí, buenos días, y todo eso. A lo que iba. Te llamo para recordarte que hemos quedado para comer, como últimamente solo tienes a la niña "intento de pelirroja" en la cabeza, no me extrañaría que se te olvidase.

Elsa suprimió una risa al escuchar el sobre nombre con el que su amiga escocesa llamaba desde que ese lunes Anna y ella habían tenido aquella pelea. Mérida había decidido que era una mala influencia y que solo le iba a hacer daño, así que decidió meterse con su cabello no tan fogoso como el suyo. Elsa no abría su corazón a muchas personas, y cuando lo hacía le llevaba tiempo hacerlo. Pero Anna había llegado, se había metido en su cabeza y luego en su corazón como si los muros de hielo que rodeaban su alma le dejasen el paso libre, como si le conociesen, como si fuese una vieja amiga a la que llevas mucho tiempo sin ver y que abrazas sin dudar. Y Mérida tenía miedo de que su amiga quedase destrozada por culpa de una criaja.

De casualidades está el mundo lleno [Hiatus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora