Ella nunca hablaba, y cuando lo hacía sus ojos siempre decían otra cosa. Era como si estuviese muerta, se arrastraba por los pasillos como si andar fuera una condena, a menudo sonreía y reía, su risa era psicótica, estaba chalada.
A menudo me miraba, sus ojos eran dos pozos, parecía que en cualquier momento te ibas a caer en ellos y no ibas a regresar, y cuando ella leía ese miedo en mi rostro, se reía, otra vez su risa. Hablaba o muy despacio o muy rápido y en clase enterraba la cabeza en sus brazos y todos la miraban porque creían que se había dormido, pero no, ella nos observaba a todos, yo lo sabía. Estaba tarareando melodías constantemente, silbando, gritando, la música la sumergía en un trance, cada vez que escuchábamos se sentaba, cerraba los ojos, y se balanceaba lentamente. La verdad es que no era fea, no era nada fea, tenía una belleza… exótica, con sus ojeras y ojos negros, con su pelo rubio, con su cara pálida y su profunda mirada.
No os la imaginéis como una marginada que se sienta al fondo de la clase y es causa de las risas, ni como una persona asocial, porque la verdad es que tenía bastantes amigos, y reía con ellos, y hablaba muy rápido, pero apuesto lo que quieras a que ninguno la conocía, solo la veían como una persona feliz que estaba ahí. Pero yo veía algo más, veía sus sueños y sus metas, veía sus pensamientos enterrados en sus ojos, veía un cartel invisible pegado en su frente que decía: AYUDA, veía sus secretos, veía sus demonios, ah sus demonios, eran parte de ella, la controlaban, poblaban su mirada, se asentaban en su boca, la comían por dentro pintándola de negro, encerraban los pájaros y el sol, y sacaban las nubes y los rayos, ella los amaba ciegamente, estaban disfrazados.
Solía tener a chicos detrás de ella, arrastrándose, y haciendo lo que les pidiera, a ella eso le divertía, se veía en su cara, en cómo los miraba, no creo que pretendiera hacerles daño, simplemente les cogía y les hacía volar por las nubes para estrellarles contra el suelo, cogía los sueños de la gente en bolas de cristal y las estampaba contra el pesimismo de su mente, creo que ella estaba rota por dentro, y por eso rompía a la gente, era una especie de venganza hacia el mundo.
Por eso cuando se enamoró de mi, se asustó, porque esta vez la bola de cristal era ella, y temblaba en mis manos como un pequeño pájaro, tenía el poder de destrozarla, pero en vez de eso, decidí reconstruirla.