Día 4: En una cita

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«¿Qué flores preferirá Jaime?»se preguntaba Bart al tiempo que observaba los distintos ramos en la floristería.

Nunca creyó que la parte más difícil de tener una cita sería escoger las flores. Incluso si decidía llevar unas clásicas rosas, había de un montón de colores; es más, había al menos doce arreglos distintos de rosas rojas. Llevaba casi quince minutos escogiendo un simple ramo de flores. Por último pensó que lo mejor sería no pensarlo tanto, porque de seguir así, no saldría de la tienda nunca. Pronto se decidió a llevar un ramo de rosas azul marino, con una sola rosa roja en el centro, que además tenía varias flores de nube alrededor. A Bart le pareció hermoso. Lo tomó y pago, aliviado de al fin salir de aquel sitio.

«En serio, ¿quién hace tantos ramos distintos de la misma flor?»

Se apresuró a llegar a casa de Jaime, teniendo cuidado de no maltratar las flores. Todo debía ser perfecto, era su primera cita con Jaime  y quería que fuera algo especial. No iban a ir a ninguna clase de restaurante lujoso, lo que habían planeado era un sencillo paseo por algún parque. Bart había decidido comprar las flores después de ver películas románticas con su abuela, Iris. Sabía que no era necesario, pero le había parecido muy lindo. En cuanto a la ropa, llevaba un pantalón de mezclilla y una playera beige, además de unos tenis rojos. Ropa normal.

Estando frente a la puerta de Jaime los nervios hicieron de las suyas en el estomago de Bart, haciéndole sentir las famosas "mariposas". Tocó el timbre y espero a que le abrieran la puerta, preguntándose quién le recibiría. En el mejor de los casos el mismo Jaime abría la puerta; en el peor, su hermana. Ninguno era muy malo, pero la hermana de Jaime se entretenía haciendo sufrir a Bart. Finalmente la perilla giró y dejó ver a la madre de Jaime, sonriente. Ella no tenía problema con la relación que llevaban él y au hijo, los apoyaba, algo que Bart apreciaba.

—Hola Bart, pasa—saludó la madre de Jaime, dejando espacio para que Bart entrara.

—Hola, señora Reyes—saludó Bart de vuelta.

En cuanto puso un pie dentro vio a su peor pesadilla, Milagro Reyes, la hermana de Jaime. No es que a Bart le desagradara, la hermana de Jaime era muy divertida; el problema es que parecía que su único objetivo en la vida era avergonzar a Bart. Llevaban una relación de amistad bastante extraña, a veces con pláticas relajadas, otras con burlas unilaterales, siempre de Milagro hacia Bart.

—Lindo ramo—dijo Milagro. Bart no supo si fue un comentario sincero o estaba tratando de burlarse de él, de nuevo.

Milagro fue hacia las escaleras.

—¡Jaime, no hagas esperar a tu novio!—gritó Milagro.

—No tienes que gritar—le reprochó Jaime bajando a la sala.

Su ropa era la de siempre, su peinado era el de siempre. Apenas bajó el último escalón Bart ya estaba a su lado. Al velocista le costaba trabajo no usar su super velocidad, ver a Jaime le emocionaba de sobremanera.

—Hola Bart—saludó Jaime dandole un beso en la mejilla.

—Hola Jaime—respondió Bart—. Te traje esto—dijo extendiéndole el ramo.

—Son hermosas—. Jaime acercó las flores a su nariz.—, aunque no son tan lindas como tú

Un sonrojo evidente cubrió las mejillas de Bart. Detrás de ellos se escuchaban las risas de Milagro. Jaime se separó un momento de Bart para dejar las flores en un jarrón con agua, pensando en lo dulce que había sido Bart al traerle flores. Volvió a la sala, yendo donde Bart y ofreciéndole la mano en señal de que era hora de irse.

—Nos vemos más tarde mamá—se despidió Jaime—, adiós Milagro

—Cuídense—respondió la madre de Jaime a modo de despedida.

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