Las horas se fueron convirtiendo en días que estaban por finalizar en una semana llena de sensaciones y emociones encontradas. Para mí, en este punto, era todo un tanto abrumador de sobrellevar. Un subir y bajar constante. No había parada para tomar un descanso. No lo había. Lo que sí existía eran esas ocasiones que parecía reinar la facilidad, un punto donde tomar aliento era solo de un segundo. Después, habían momentos en esos días, donde la situaciones era un tanto compleja de llevar: Siempre había algo nuevo, diferente y con muchas piezas que se debían encajar, algo parecido a un rompecabezas, pero sin duda era sencillo de solucionar. Aunque eso no quitaba el hecho, de que para mí, en la situación en que estoy, fuera agobiante.
No mentiré, la palabra difícil o complicado no tenía cabida en aquellos días donde parecía que el problema no tenía solución, sería un total engaño si me atreviera a tan siquiera a decir que en las situaciones a las que me sometieron por ser mi —"entrenamiento"—, ellas reinaron en algún momento. Lo que sí hubo fue estrés, presión, agobio, fatiga, mucho de eso fue lo que opacó a mis pensamientos mientras me sometía a las pruebas de campo.
Cada día había algo distinto que hacer o prender en las pruebas, eso era normal, parte del entrenamiento. Pero lo que ocurrió, que causó sorpresa para mí y unos pocos, —no era mi agilidad para llevarlo a cabo sin dificultad —,fue que darme cuenta que ya sabía cómo actuar ante el problema y lo resolvía sin que me llevará mucho esfuerzo en hacerlo. Era impresionante, para mí más, descubrir la energía y fuerza que guardaba mi cuerpo aun en momentos que parecía que no podría seguir. Penz me explico el porqué de eso, pero no era lo mismo oírlo que comprobarlo. Era como si siempre estuviera guardando una reserva extra para dar más cuando ya había superado el límite.
Después del enfrentamiento con Cameron, me puse a pensar detenidamente en cada detalle de mi reacción al tratar de defenderme de él. Fue extraño. Yo no tenía ni idea de que sabía que podía llegar a defenderme de esa manera tan feroz, tan vertiginosa. En ese momento no lo hice, pero supongo, que por instinto yo pudiera llegar a atacar a alguien que trata de hacerme daño de otra manera, no así, actuar de aquella forma cuando me siento amenazada. Aunque ahora que lo pienso mejor, lo que tengo que decir es que yo no recordaba que podía llegar a defenderme de esa aquella manera tan implacable.
En el calor de sentirme amenazada, acorralada por lo desconocido, solo atine a reaccionar de aquel modo.
Aunque he de confesar que hubo algo más que me hizo querer atacarlo así, querer desaparecerlo de mi vista, de mi mente.
Su voz recorrió mi cabeza como niño en búsqueda de su juguete favorito, camino por dentro de mí como si supiera por dónde debía ir para encontrarlo, y eso no me gusto, no me agrado para nada.
Era una sensación tan extraña, tan invasiva, pero conocida a la vez.
Por primera vez, aparte de los sueños que me perseguían y de las cortas imágenes con voces de fondo, hubo algo que por fin pude reconocer como parte de mi pasado. Como algo mío, realmente mío y lo puede tocar. ¿Y qué fue lo que hice? Temerle. Me dio miedo. No sé por qué razón, pero temí: a lo desconocido de la verdad, a la realidad, a lo que fui, a lo que sería si preguntaba más de lo que estaba dispuesta a soportar.
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FIN DEL JUEGO ©
ActionEn blanco, su mente está totalmente en blanco. Hilos de color negro comienzan a descender por aquel lienzo desnudo, desierto, desolado por la ausencia de recuerdos de un pasado que siente inalcanzable pero a la vez imposible de que sea el suyo. Per...