Rencuentro y secuestro

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-¡Esto no puede estar pasando!- decía furioso en aquel sitio donde Miroku y yo nos detuvimos para descansar del largo viaje, pero no hice mas que ahogarme en alcohol. Miroku me trababa de dar ánimos, que la promesa no era valida si Kagome era solo una niña en ese entonces. En mi corazón sabía que Kagome me esperaba, pero en mi pensar, ya me esperaba algo como esto. Kagome era muy pequeña, no entendía mucho de lo que hicimos en aquel momento, probablemente me iba a olvidar.

La fiesta seria en la noche, por lo tanto, aun había tiempo. No me importaba convertirme en un criminal. Esta noche, Kagome seria mía.

Miroku consiguió un par de trajes de gala y una peluca de cabellera negra para ocultar la mía, puesto que mis padres (después de 13 años sin verlos) junto con mi hermano, estarían ahí. Tome mi violín y me puse mi antifaz. Miroku sabía que mis acciones podrían llevarme a un calabozo o simplemente ser ejecutado por los reyes Higurashis, claro si no decía mi nombre completo pero la verdad no me importaba en lo más mínimo.

Logre hacerme pasar por un músico y Miroku utilizo su título de noble para poder acceder. Me fui con los músicos que estaban en medio del gran salón. Ese lugar no había cambiado nada desde aquella boda de Sesshomaru y Kikyo, que si logre distinguirlos entre los invitados. Los mire muy felices platicando con las personas y presumiendo a su pequeña hija Rin de 13 años. Todos en la fiesta parecían felices, menos yo, no podía encontrar a Kagome por ningún lugar.

Se anunció el inicio del baile de la mascarada, donde logre despegarme de los músicos y ve entre las damiselas a Kagome, sabía que sería diferente a como la mire, pero nunca olvidaría su dulce mirada.

La música resonó por el gran salón y de pronto, todos dieron paso a una pareja sostenía su antifaz. Un hombre de mi misma altura, ojos azules, piel bronceada y cabellera larga atada en coleta, venía acompañado de tan hermosa joven de 18 años de cabello oscuro, mirada radiante, piel blanca y leve sonrojo en sus mejillas. Ella era sin duda mi Kagome, mi pequeña niña. Su mirada era tan cálida, pero al verla más de cerca conforme avanzaban, sentí su preocupación. Presentía que Kagome quería abandonar el lugar.

Cuando llegaron al centro de la pista, ambos comenzaron a Bailar un vals. Kagome se miraba hermosa en cada giro que daba con su vestido color perla e incrustaciones de diamantes color rojo. Mientras la observaba, puede imaginar su crecimiento, de aquella hermosa niña de 5 años, a una hermosa joven de 18 años. Pero mi vista se fijó en aquel príncipe que me daba la impresión de ser un auténtico farsante. No miraba a Kagome a los ojos, la estaba evitando, al igual que ella a él.

Miroku se me acerco y me dijo -después de que ellos terminen, las demás personas podrán bailar con ellos, pero solo les permitirá bailar a los nobles con la princesa- después se marchó con la chica que consiguió como pareja durante la velada. No podía a arriesgarme a que se diera mi nombre, por lo tanto pensé en otro plan para llamar la atención de Kagome.

Le di a Miroku un mensaje antes de que pidiera una pieza con Kagome, si ella aun no me había olvidado, iría a la dirección de la nota.

Me salí al jardín donde mire a Kagome por primera vez y al igual que este, fui con el violín e interprete todas las melodías que le toque a Kagome esa noche, mientras esperaba a que mi mensaje fuera recibido y con la esperanza de que me reconociera.

Aquella noche, era un día estrellado y la luna brillaba con gran intensidad, más sin embargo en esta noche había algunas nubes que cubrían el cielo, y la luna solo mostraba la mitad de su resplandor, puesto que no era noche de luna llena. Los minutos se me hacían eternos, y pensé que Kagome no iba a venir, así que dispuse por ser mas director e ir por ella, peo ella ya estaba llegando al jardín corriendo.

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