La nieve

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Para este lado de la historia creo que solo voy a sugerir Pieces, de Red. ¡Disfruten la lectura!







Lo decidió una semana atrás. 

Como todo lo demás en la vida, no fue sencillo. ¿Llegar a la conclusión de que necesitaba volver? Fue una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer. Tardó más de lo que había imaginado al principio, aunque al mismo tiempo sintió que no se había distanciado lo suficiente; sin embargo, sabía muy bien que nunca estaría lista del todo, siempre habría algo reteniéndola y ya no quería ser esclava de sus miedos.

Estaba terminando su turno cuando Felicity entró al establecimiento en el que trabajaba; se encontraba vacío para aquellas horas con excepción de unas pocas personas, apenas anochecía y los clientes llegaban paulatinamente después de días duros. Sus pasos eran ligeros, como siempre, y se sentó con gracilidad en un taburete en frente de ella. 

—Hola —la saludó la recién llegada con una sonrisa, acomodándose y colocando su bolso en la barra con una confianza que la había acompañado desde el anuncio de su compromiso. Caitlin le sonrió de regreso; su entusiasmo era contagioso, y no podía sentirse culpable por compartir la alegría de su amiga—. ¿Aún estás disponible para la noche de chicas? 

—Como siempre, sí. —Colocó un vaso en la barra a un hombre que había estado atendiendo antes y asintió en su dirección, para darle su atención a su amiga—. He estado esperando las últimas dos semanas para que me digas qué más necesitas. 

—Bien. Eso me alegra. —Su sonrisa contenía una disculpa implícita—. No sé qué haría sin tu ayuda. 

Caitlin alzó una ceja en su dirección, una de las comisuras de sus labios se había elevado ligeramente, aunque solo lo suficiente para notarlo. Le entregó una de sus bebidas favoritas.

—Estoy segura de que podrías manejar cualquier cosa. Después de todo, tienes un enorme poder sobre Oliver Queen, y eso ya es decir mucho.

Felicity soltó una risita, aceptando la copa que le fue ofrecida. 

—¿Cuando estoy detrás de la computadora? Sí, soy tu chica, pero si hablamos de elegir qué colores combinan, tipos de vino, sabor de pastel, comida, vestidos... Hey, no estoy tan segura. Preferiría ir a las calles con Oliver y combatir el crimen desde ahí.

Caitlin inclinó la cabeza y arrugó su nariz ante la idea. 

—¿Es así de malo?

—No contigo. —Estiró sus manos sobre la superficie de madera que las estaba separando, y tomó las de Caitlin, dándole después un suave apretón. La diferencia de temperatura entre sus cuerpos no la molestó: ya había llegado a acostumbrarse con el paso del tiempo—. Gracias por ayudarme. Estaría perdida si no fuera por ti. 

—Me da gusto ser tu esclava. —Le sonrió de lado, advirtiéndole que la conversación iba a ponerlas a llorar a las dos y sería mejor que se desviaran del tema—. No puedo imaginarme el desastre que serías en una misión. Probablemente le causarías un infarto a tu prometido y aquello se convertiría en tu primera hazaña. 

—¡Hey! —Felicity apartó sus manos de las de ella, tratando de sonar ofendida, pero estaba demasiado feliz por todo que no pudo tomárselo en serio—. Me gusta mi lugar detrás de una computadora, muchas gracias. 

Caitlin dejó escapar un suspiro lleno de anhelo, girándose para limpiar algunos vasos. Su amiga la entendía mejor que nadie en ese aspecto. Al fin y al cabo, también había tenido que alejarse un poco de su trabajo después de enfrentarse a la Liga y vencer a los asesinos —aunque no se marchó por completo—, y de todos modos lo extrañó. Después de romper el compromiso con Oliver, antes de la muerte de Laurel, había abandonado todo sin mirar atrás, creyendo que podía regresar a la vida que tenía antes. La verdad era que eso era imposible, y ambas lo sabían. Felicity se inclinó en su dirección, colocando sus codos sobre la mesa, mirándola con atención. 

Cuando el rayo encontró la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora