2

85 12 0
                                    


"Guía mis pasos conforme a tu promesa;

no dejes que me domine la iniquidad."

Salmos 119:133


Cuando Daniel regresó a la habitación, no encontró a Lujuria: él ya había escapado. No obstante, la misión no había terminado tan mal como parecía. Ambos exorcistas fueron capaces de cerrar el portal que había sido abierto en el lugar, por lo que nadie ni nada podría entrar o salir de ese mundo. Y por otra parte, Minhyun había derrotado a un Pecado Capital, al punto de dejarlo moribundo.


A fuera de toda la locación, los esperaban refuerzos para recogerlos y llevarlos a la sede principal, donde mantendrían con vida a aquel demonio. Daniel no sabía la razón concreta por la cual tenían prohibido matar a aquel Pecado Capital o a cualquiera de ellos, mas ello no era lo que exactamente le preocupaba en el momento.


Sabía que el secuestrar a aquel demonio conllevaba a demasiadas consecuencias y entre una de ellas era algún ataque de parte del inframundo para recuperarlo. Entonces, si esto sucedía, ¿volvería a encontrarse con Lujuria? Daniel sacudió la cabeza y volvió a ver el Pecado Capital al cual cuidaba en caso de despertar. Minhyun le había comentado que se presentó como Gula antes de que ambos se enfrentaran. Tenía facciones que lo hacían ver adorable mientras dormía: grandes ojos y labios, una tez muy fina y suave, tenía el rostro como de un bebé. Definitivamente no parecía alguien que asesinara por el placer de devorar almas.


Después de un largo trámite de reportes con Sungwoon, Daniel regresó a su habitación para descansar. Sabía que dentro de poco amanecería y necesitaba recuperar la energía que había utilizado. Cerró la puerta y comenzó a desvestirse para prepararse para dormir.


—Vaya, nunca me habían contado que los exorcistas se mantenían tan bien.


Aquella voz.


Un golpe en seco resonó por completo en la habitación.


—Tranquilo, tranquilo, ¿acaso no ves que si quisiera matarte lo habría hecho mientras estabas desprevenido?—Lujuria, quien ahora se encontraba tirado en el suelo con Daniel subido encima suyo, mantenía la misma sonrisa pícara con la que lo había conocido.— Creo que tienes un fetiche por lanzar a los demás al suelo, ¿te interesa hacerlo así? Mira, yo conozco unos-


—¿Qué haces acá?—lo interrumpió el mayor, observándolo fijamente.


—Ayudarte.


—¿Disculpa?


—Te debo una, ya sabes, por no intentar matarme.


Antes de que pudiera responder, Daniel se quedó en silencio al escuchar unos pasos acercarse a su habitación.


Si encontraban a ambos, estarían perdidos.


Cuando el joven monaguillo, Guanlin, abrió la puerta de la habitación del mayor, vio el cuerpo del mayor descansando sobre su cama con algunas sábanas encima suyo.


—¿Dani? ¿Estás despierto?


Silencio.


Mientras el joven religioso fingía estar descansando, el demonio empezó a deslizar su mano sigilosamente debajo de las sábanas, tan cuidadoso como una serpiente que busca llegar hasta su víctima. Siguió y siguió hasta llegar a la entrepierna del exorcista, donde empezó a acariciarla lentamente con sus dedos, como si estuviera haciendo pequeños dibujos en él.


Lujuria sabía cómo hacerlo.


Daniel estaba en problemas. Ambas manos las había dejado a la vista del visitante, por lo que no podía moverlas para detenerlo, no si quería que el demonio no sea descubierto. Y por alguna razón, no deseaba eso.


—Creo que imaginé el ruido... —susurró finalmente Guanlin luego de unos segundos, saliendo luego de la habitación en silencio para evitar despertar a su amigo.


Le tomó unos segundos para asegurarse que su amigo ya no estuviera cerca para levantarse y detener aquella mano. Lujuria lo observaba con una mirada y sonrisa tan traviesa que sintió sus mejillas enrojecer ligeramente. Aunque Daniel no estaba seguro si era por ver a su compañero de aquella manera o por las caricias de hace un momento. Agradeció que la oscuridad estaba de su lado.


—Puedes irte, ¿sabes?—comentó el humano, atrapando ambas muñecas del otro para evitar que hiciera cualquier otra cosa.


—Ya te lo dije, estoy acá para ayudarte. ¿Acaso no ves lo beneficioso que podría ser para un humano tener de su lado a un demonio muy fuerte y atractivo?—Lujuria jaló con fuerza sus brazos, aprovechando el agarre del exorcista para tumbar el cuerpo del menor encima suyo. —¿Necesitas alguna prueba para confiar en mí? ¿Quieres que responda alguna interrogación tuya?


"¿Por qué no podemos matar a los Pecados Capitales?" fue lo primero que pensó Daniel. La mente del joven humano estaba llena de preguntas con respecto a su organización, de los demonios, de la vida en general, mas sabía que no podría confiar de manera tan simple de él.


—¿Sabes esconderte?—preguntó Daniel.


Lujuria sonrió.


—Tranquilo, puedo hacer que sólo tú me veas y sientas mi presencia. Además, no estás hablando con un principiante-


—No obstante,—interrumpió el humano— tendrás prohibido salir de esta habitación. Pondré una barrera para que no puedas salir ni nadie más pueda entrar acá. Es mi condición.


—Eres un humano realmente interesante; me gusta. —confesó, acomodándose entre las sábanas para dormir junto al exorcista.— Y, no tienes de qué preocuparte, no tengo la intención de matarte.


Tengo la intención de que te enamores de mí.

SinnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora