Una Luna Oculta

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Rose estaba en su dormitorio con el gato patizambo en brazos, acariciándole la cabeza. Le había pedido a Marita que le trajera más leche porque tenía un poco de hambre y aún faltaba para la cena ya que eran recién las cinco de la tarde. Estaba contenta porque su tía «hada madrina» estaría con ella todos los días. Esperaba que tía Lunita se recuperara y pudiera también ir a verla.

Rose, ven —escuchó la voz de Hermione que la llamaba.

—¿Mamita? ¿Dónde estás? —preguntó en voz alta y Crookshanks saltó corriendo, engrifado y gruñendo — ¡Calla Kruchans que me llama mi mamita!

Rose, no hagas ruido, es una sorpresa. Procura que nadie te vea. Ve al patio trasero de la mansión, estoy al lado de las piscinas.

La pequeña caminó por el pasillo del segundo piso, bajó la escalera, con sumo silencio. Ahí no había nadie. Suponía que la familia estaba en la biblioteca y que su madre le tenía algo especial preparado, ya que hacía tan poco que su padre le había regalado esa hermosa pista de patinaje, que muy posiblemente le tuviera otra sorpresa.

—Mamita, ¿en dónde estás? No te veo.

Sigue caminando, avanza más... cruza hacia el sector de las piscinas.

—Ya lo hice, pero no te veo.

Camina un poco más, mi bebé.

—Ya pasé las piscinas y la pista de patinaje, ¿sigo?

Sí, bebé, camina hacia el bosque. Sígueme, ven a buscarme.

—Tengo frío...

Yo te abrigaré, sígueme... sígueme...

* * * * * * * * * * * * * * * * * *

Marita dejó caer la bandeja al piso y dio un grito fuerte y desesperado al no ver a Rose en la habitación.

—¡La niña! ¡La niña no está! ¡No está!

Hermione que estaba en el cuarto contiguo cargando sus armas, salió de inmediato y Draco corrió desde la biblioteca junto a Harry y Ginny, que hacía pocos segundos habían llegado.

—¡Rose no está! ¡No está!

—¿Qué? ¡Rose! Pero, ¿cómo Marita? ¡Tú estabas con ella! —Hermione entró a la habitación agitada mirando en todas las direcciones y efectivamente, su hija allí no se encontraba.

—¡Me pidió leche! Y fui a buscarle un vaso —la mujer lloraba desconsolada.

—¿No que habías puesto hechizos protectores? —preguntó Ginny a Draco.

—Sí, para que nadie entrara a la mansión.

—No para que nadie saliera —finalizó Harry la frase, fijándose en que el gato color canela gruñía y miraba por la ventana. Harry siguió a Crookshanks y también miró por el ventanal, logrando visualizar un puntito blanco que se perdía entre los árboles, era Rose.

—¡En el bosque! ¡Draco al bosque! ¡Allá va Rose!

—¡Debemos alcanzarla! Ese bosque no es tan grande, a unos metros de ahí, se halla acantilado de varios metros... ¡Andando! —ordenó Draco.

Los cuatro aparecieron en la orilla del bosque, caminaron unos cuantos pasos más y lo que vieron los dejó atónitos: se encontraba una mujer idéntica a Hermione, con ropa oscura cargando a Rose que descansaba tranquila en los brazos de aquella mujer. Ginny conjuró algo en silencio y Rose se durmió al instante.

Ojos de Ángel II - La historia continúa - Draco y HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora