Prólogo.

1K 86 57
                                    


Ella volvió a gemir al sentir que el rubio usaba sus manos para acariciar de abajo hacia arriba sus muslos por debajo de la falda. Estaba sobre ella y no se cansaba de sentir cómo su cuerpo reaccionaba a sus caricias.

Al peso de su erección contra su sexo que poco a poco comenzaba a palpitar alocadamente. Con mucha paciencia le desabrochó la camisa dejando a la vista un bonito sujetador de encaje.

Dejó escapar un jadeo cuando sintió la lengua de su cita sobre la vena palpitante del cuello, más abajo en sus clavículas y después sobre sus pechos, lamía como un gato y agarraba sus muslos de forma no muy amable.

―Eres tan hermosa, (...) ―ella abrió los ojos al escuchar aquella voz tan ronca y sexy.

La poca iluminación de la habitación envolvía a los dos jóvenes amantes que se tocaban y se exploraban por primera vez. ¿Por qué había esperado tanto para ello? (...) sentía que los nervios se veían sustituidos por una intensa necesidad de llevar aquel acto a otro nivel. Estaba dispuesta a darse una oportunidad con él, aunque no fuera el hombre del que estaba enamorada.

Él abrió más las piernas de la chica con su rodilla, amasó sus pechos por encima del sujetador y sonrió al escucharla gemir débilmente. Le gustaba sentirse poderoso. Sobre todo con ella. El amor de su infancia y adolescencia.

Muy despacio acercó sus rostros, rozando sus labios, haciendo que (...) entreabriera la boca con un jadeo momento que él aprovechó para besarla con una furia arrasadora. Primero seduciéndola con los labios, después más agresivo metiendo su lengua y dándole mordiscos juguetones en sus hinchados labios.

―Ah, Doffy ―murmuró ella sonrojada, él por un segundo se quedó estático como si lo hubiera golpeado pero se recuperó enseguida.

Le quitó la ropa a (...) dejándola sólo con una diminutas bragas de encaje blanco, a juego con su sujetador. Él se relamió los labios al verla como una ofrenda para él sobre la cama: mejillas rojas, labios hinchados por sus besos y ese hermoso cabello suelto y esparcido por las sábanas.

(...) le vio quitarse el abrigo de plumas rosa y después la camisa llana y abierta de color blanco. Al tener poca iluminación no pudo apreciar bien su piel bronceada, aunque podría jurar que el la foto que su padre le mostró Doflamingo se veía un poco... distinto.

Pero todo análisis se fue al traste cuando se quedó sólo con la ropa interior, esa casa de campaña la dejó de nuevo con la piel de gallina.

―¿Estás nerviosa, (...)?

La chica sólo asintió avergonzada, Doffy volvió a la cama con ella, rozando por fin sus pieles calientes. (...) movió el rostro a un lado cuando Doffy acercó su rostro al de ella, besando su mejilla enrojecida mientras que con una mano le tocaba de medio muslo hacia sus bragas.

Ahí donde sus piernas se unían estaba muy sensible, pero al mismo tiempo quería que la tocara a consciencia.

―Sí..., pero estoy bien ―dijo ella sonriendo.

Él le devolvió la sonrisa más hermosa que había visto hasta ese día y decidió que su decisión era la correcta. No se arrepentiría después de esa noche.

El rubio la tocó por encima de las bragas, notando lo húmeda que estaba. (...) soltó un pequeño gemido y llevó sus manos a los antebrazos del rubio que comenzó a torturarla muy despacio. Disfrutando de los sonidos de placer que ella intentaba reprimir inútilmente.

Usó dos dedos para extender su humedad, sus fluidos pronto humedecieron la tela y sus dedos, señal de que hacia un trabajo perfecto.

―Dame esos labios, (...).

Nervous (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora