Capítulo 3; Squalo

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Podría decir que su vida era y le pertenecía a su jefe, pero ya no era así, no desde que sostuvo en sus brazos a ese indefenso ser. Se maravillo por completo cuando ella se aferró a él con sus pequeñas y frágiles manos, cuando esos bellos rubí brillaron al verlo, se derritió en un instante ante esa sonrisa.

La cuál solo se la daba a él.

Según Tsuna, los hijos se maravillan con uno, pero detestan a todos cuando nacen, eso lo comprobó cuando una de las enfermeras se la quitó de los brazos, ella lloró tan fuerte que casi deja sordo a todo el hospital.

Dignos pulmones de él, su hija sería muy fuerte.

Esa pelusita blanca sobre su cabeza indicaba que tendría su cabellera, era como él, pero versión femenina, gracias al cielo y no se parecía al imbécil de Xanxus, solo en su tonalidad de ojos, pero incluso en eso no se parecían. Los de su niña eran cálidos, alegres, parecía que daba vida a todo.

Pero los del pelinegro eran fríos, sin una pizca de alegría, solo odio, era capaz de matar y marchitar todo lo que le daban, eso lo supo cuando le dio su amor, uno que fue totalmente unilateral, porque siendo tan él arruino todo con su actitud.

Ahora temía por el futuro de su niña, ni loco iba a dejar que Xanxus se le acercase, el maldito podía matar cualquier rastro de inocencia en la mirada de su hija.

No dejaría que entrara en la mafia, la alejaría de todo peligro potencial, si él mismo significaba uno, también se alejaría, todo por su bien. La ocultaría en una burbuja donde nada pudiera dañarla, era su deber como padre.

Cuando supo de la existencia dentro de su vientre entró en shock, él con un bebé, era de locos, más no imposible, el décimo era la prueba con ese niño azacabache de dos años en sus brazos, paso una semana evaluando la situación, no quería un hijo, no cabía en su vida. Era tan peligrosa y podrida que un retoño como ese podía marchitarse, si consideraba quien era el padre lo seria aun más, Xanxus no tenía madera de padre y lamentablemente nunca la tendría.

Entre tanto estrés producido por su jefe estuvo a punto de perder a su bebé, de no ser por Tsuna quien estaba con él cuando eso paso, le debía la vida de Tanya.

Así que cuando ella nació le propuso ser su padrino, sabia que él cuidaría bien de su hija el día que él faltara. Pensaba en eso cuando acababa de nacer su hija, pero era verdad, con tanta misión suicida que le daba el imbécil de Xanxus lo haría.

Empezó a cambiar su modo de ser, ya que si usaba su tono de voz habitual la asustaba, y no quería eso.

Así que se convirtió en lo que su atributo era la lluvia que se lleva todo.

Empezó a usar todas sus vacaciones nunca antes tomadas, para pasar tiempo con ella, cada día crecía más y veía que el único amigo que tenia era Sora, ese azacabache de mirada igual a la de Tsuna, quien era frío como la nube, pero amable con ella, al punto que cualquier persona externa a la familia la tocaba, se arrepentía.

Oh, de eso se dieron cuenta todos en el cumpleaños número cinco de su hija.

Quien diría que la caja animal de ese niño seria la de un lobo negro con llamas del cielo, ese animal daba terror de solo verlo, menos el amo, el padre y su hija, lo veían como si fuera lo más lindo.

Mierda, que ese animal daba terror, enserio, otra cosa de su cambio fue el vocabulario, ni una sola mala expresión, debía dar el ejemplo, pero ahora.

¡Chingue su madre el América! – grito desde el suelo siendo protegida por el mayor –. Siempre quise decir eso.

El secreto de la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora