"Prólogo"

109 2 2
                                    

Hace un año…

Hayley

— ¿Acaso tengo un letrero en la frente con la palabra ESTÚPIDA? — Grité rabiosa. — Había ropa interior en tu habitación, imbécil. Y no era mía. — Me acerqué al mostrador y le lance con furia la microscópica prenda verde manzana que había encontrado enredada entre las sábanas. — La próxima vez te aconsejaría que por lo menos seas un poco más precavido. — Añadí sarcástica. Estaba furiosa, enojada, y muy en mi interior herida. Pero no quería que lo sepa.

— No necesitas un jodido cartel en tu frente para que cualquiera sepa eso. — Se burló él. — Te lo diré una vez más, Hayley. — Se acercó, con su forma de caminar elegante e intimidatoria, y me miró con sus ojos verdes. — No tengo ni puta idea de donde salió eso, ¿Está bien? Sabes  que Cameron viene a veces de visita. Probablemente haya traído a alguien.

— Tu hermano no es un puerco. — Lo miré con asco. — Cam es muchísimo más caballero que tú… e higiénico. —Añadí. Ahora que — Y definitivamente más inteligente, y…

— ¿Vas a hacerme una lista de la perfecta personalidad de mi hermano menor, Hay? — Preguntó con incredulidad. — ¿Qué tal si vas a oler sus sábanas o escribir su nombre en los bordes de tus estúpidos libros? — Su mirada amenazante y enojada. Claramente no le gustaba que le hable de su hermano con tantos halagos en una misma oración. — ¿Por qué no finges, también, que no estas saliendo conmigo? Dile que te lastimé, que te engañé. — Se rió de esa última parte. — Él va a acostarse contigo en un santiamén.

Sabía que no tenía que abrir mi boca, pero estábamos en una discusión. Y a nuestros ojos, herir al otro significaba ganar. — Cameron jamás haría eso.

— ¿Ah, no? —No se lo creía, claramente. — Entonces deberías haber…

— ¡YA BASTA, DUSTIN! —Estallé, y probablemente mi cara se había puesto roja de la cólera. — Deja de meter a tu hermano en cada conversación. — Mis gritos eran como descargas de adrenalina. Primero gritaba con todo lo que tenía, y luego hablaba en voz cansada, como si quisiera echarme una siesta.

— Entonces. Deja. De. Hablar. De. Mi. Hermano. Así. — Habló con voz pausada, rechinando los dientes con fuerza. — Eres mía, Hayley. De nadie más que de mí. — Salió más como un juramento que como una afirmación, pero esas palabras que me habrían hecho colgar de su cuello, hoy solo me provocaban exasperación.

Suspiré, de repente cansada de  todo esto. La discusión había comenzado desde hace horas, y parecía que ninguno de los dos era capaz de dejarlo ir. Soy realmente buena en matemáticas, pero ni siquiera yo puedo contar la cantidad de veces que discutimos ésta semana, ¿Ochenta y seis veces? ¿Noventa y cuatro veces? Ya ni siquiera estaba interesada en saberlo. Estaba harta, cansada, exhausta de esta lucha sin fin que teníamos, como si de un momento a otro pasáramos a ser desconocidos que solo saben recriminarse cosas. Cosas que en un principio de nuestra relación, fueron hermosas y ahora simplemente eran defectos.

Había una fiesta en su casa dentro de una hora, pero por cómo iban las cosas, creo que prefería irme ahora y no destruirnos el uno al otro en una sola noche. Nuestra reconciliación parecía estar a años luz de distancia.

Mi hermana Chloe creía que estaba en casa de mi mejor amiga estudiando. Casi resoplé. Si ella supiera las cosas que le he estado ocultando por meses, probablemente me ahogaría en el Pacífico. Sabía que ella me amaba, pero había roto una promesa. Un juramento que había significado todo para nosotras desde que habíamos sido capaces de decir la palabra “pacto” ambas a la vez.

La clave para evitar enfrentamientos entre hermanas era simple: No mantener secretos de la otra.

Ahora ni siquiera sabía que pasaría dentro de unas horas con mi relación amorosa. Y aunque amorosa no describa como demostrábamos cariño, yo lo amaba. Amaba a Dustin Marshall más que a cualquier otra cosa. No necesitaba certezas, y no tenía dudas. Él no era un ejemplo de un perfecto novio, pero a mi corazón tampoco le importó eso, o el hecho de que parecía que no funcionábamos juntos. Es gracioso porque, en un principio intenté ignorar todo, fingiendo que no caía lentamente por él cada vez que me sonreía a mí. Pero luego de un tiempo, no puedo creer que haya intentado dominar a mi corazón, como si él no me hubiese dominado antes de siquiera darme cuenta.

Guerra de corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora