6 parte II

25 1 0
                                    

— Entonces…—Comencé cuando ambos estábamos sentados en la mesa de un café a unas cuadras de mi departamento. Dustin se había sumido en un completo silencio.

—Tenemos que hablar. —Replicó en respuesta y yo puse mis ojos en blanco.

—Creo que ya dejaste eso claro hace quince minutos…bastantes veces.

—Está bien. —Suspiró con cansancio. —La noche en que me engañaste…

—Dustin. —Froté mi frente con incomodidad. —Creo haber dejado claro que no quería volver a hablar de esto nunca. De hecho, creo que dejé claro también que tampoco quiero hablar contigo en absoluto. —Me paré de repente, dándome cuenta lo incoherente en esta situación. —Así que no…

—Espera. —Suplicó. —Solo… escúchame, ¿bien? La noche en que me engañaste…

—La noche en que TÚ me engañaste…—Me senté con brusquedad y apreté mis puños sobre la mesa. —Con una puta barata. Vaya, Dustin, pensé que tenías mejor gusto. —Esto era alto típico de mí: divagar cuando me encontraba en una situación de crisis.

—No te engañé. —Dijo él.

Me reí entre dientes.

— Oh, entonces, ¿Cómo llamarías lo que hiciste? —Mi actitud por fuera podría parecer despreocupada, pero mis manos temblaban sobre la mesa, buscando su cuello.

Dustin entrecerró sus ojos, irritado.

— ¿Cómo llamarías lo que TÚ hiciste? ¡Follaste a mi hermano pequeño! —Gritó y dio un golpe en la mesa que nos hizo sobresaltar a ambos.

— ¡Te follaste a una puta cualquiera! Por lo menos yo estoy segura de que no tengo una enfermedad venérea.

— ¡Yo no…ugg! —Se levantó de golpe de la mesa. — ¿Sabes, Hayley? Hoy toqué tu puerta porque realmente pensé que valdría la pena arreglar las cosas contigo, pero no puedo creer que no me haya dado cuenta antes que ni siquiera vales el esfuerzo.

Dustin tomó el abrigo del asiendo y salió dando grandes zancadas, saliendo del local y perdiéndose en la calle.

Cerró mis ojos con fuerza, esforzándome para vomitar. ¿Por qué me afectaba como lo hacía después de tanto tiempo? ¿Mi corazón no había sufrido por él lo suficiente? ¿No lo había llorado bastante?

Y de todas formas, ¿por qué me importaba tanto lo que pensara de mí? Cree que no valgo el esfuerzo, no debería cambiar mi vida porque yo debería pensar eso de él. Tendría que odiarlo por lo que me hizo, y lo que me sigue haciendo. Debería decirle a mi hermana el pedazo de basura que es, pero algo en mí no me lo permite. Una parte dentro de mí está enojada con Dustin, pero mi parte más grande tal vez aún lo ame.

Tomé una respiración profunda, pero mi corazón seguía apretado en mi pecho, manteniéndome en mi lugar.

Quería olvidarme de él, de su sonrisa o sus ojos brillantes. En un momento, tal vez, Dustin había sido hecho para mí, pero ya no.

Con mis manos temblorosas y ojos empañados tomé mi teléfono y marqué unos números, esperando que Maddie conteste y venga por mí, pero me detuve.

¿Y luego qué? Intentaría concentrarme en cuentas matemáticas en vez de afrontar la realidad, sabiendo que es imposible porque Dustin rondaría mi cabeza todo el día y toda la noche.

Necesitaba despejarme, verle el lado bueno a estar soltera, criticando y riéndome de la gente con pareja, que era más o menos lo que hacía todo el tiempo hasta que conocí a Dustin.

Quería volver a ser la vieja Hayley, quien no dejaba que ningún chico tonto y ególatra le hable así.

¿Dustin Marshall piensa que puede herirme con sus palabras? Tal vez lo haga, pero no voy a dejar que vea mi reacción nunca más. De ahora en adelante, ese chico va a saber de qué soy capaz cuando tengo el corazón roto.

Borré los números que estaba escribiendo y pulsé la tecla de “Mensaje nuevo” para comenzar a escribir.

Viernes 12:15 pm Hayley: Si así quieres que sea esto, bien, que comience la Guerra de corazones rotos, Marshall.

Guerra de corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora