Capítulo 4

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El timbre resonaba por toda la casa y para ser sincera me valía madres quien fuese la persona que interrumpe a estas horas de la mañana, sobre todo si se trataba de un sábado.

Me acomode mejor en mi hermosa cama, tomando la almohada como escudo para mis oídos, dejando aun lado el escandaloso timbre.

-Cooper, nunca pensé que tus malditas bragas fueran de encaje, preciosa.

La voz de Matt me hizo volver a mis cinco sentidos. Mi cuerpo dio un giro de 180 grados, donde posteriormente me senté sobre las frazadas, quedando así como un indio.

-Por fin te dignas aparecer, Forts.- la rudeza con con la que le hablo es simplemente una completa farsa, porque tanto él como yo sabemos a la perfección que no duraría ni media hora enojada con él.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y lo observo detenidamente, esperando ha que hablase.

-Hola Evangeline, ¿Como estas? Yo también me alegró de verte - el sarcasmo se hace presente en sus palabras. Lo mire expectante como él a mi; mi ceja izquierda se eleva levemente dando así por terminada la pequeña batalla de miradas.

Evangeline-1 Matt-0

-Lo siento- suelta un suspiro de resignación y sus brazos caen a los costados de su cuerpo, dejándose llevar. Hago a un lado las frazadas y tomo camino hacia mi mejor amigo, acomodo breve mente la gigante camisa de dormir que visto. No siento vergüenza alguna al estar presente de tal forma ante él, no ha sido la primera vez que me ha de ver con está vestimenta, ni tampoco sera la ultima. En buenos términos.

Al llegar a Matt, mis brazos enrollan delicadamente su cuello, por lo cual tengo que ponerme de puntitas por mi falta de altura para tener que alcanzarlo.

-Me tenias preocupada Matt, desde el jueves que paso no he sabido nada de ti- escondo mi cara entre su cuello y parte de la clavícula, no pasa ni medio segundo cuando siento como sus brazos envuelven mi cintura, apretándome contra él.

-Lo sé- me alejo un poco, para poder ver su rostro.

-Eres un idiota- una amplia sonrisa se plasma en su rostro.

-Y todo tuyo.

****

Maldigo el día en el que inventaron las alarmas, ¿Que mas karma que ese?

Apagó la susodicha y paso directo al baño. Luego de la refrescante ducha me dispongo a vestirme, en el cual consiste en unos jeans negros, una camisa básica blanca y unas simples converse blancas. Recojo mi cabello en forma de cebolla dejando que algunos cabellos blancos caigan de manera ondulada a los costados de mi cara.

Salgo de mi habitación para dirigirme al comedor pero algo llama mi atención, una habitación. La habitación de "nadie" le solemos decir con mi hermana, puesto a nadie a excepción de mamá entra a ella. A mi y a Katherine se nos prohíbe pasar.

Nuevamente miro hacia tal dirección.

Maldicion.

La tentación gana y me dejo llevar por ella.

Tomo el picaporte de la puerta y antes de entrar inspeccionó mi alrededor para asegurarme de que ni mamá y mi hermana vengan, una vez hecho esto me escabulló hábilmente hacia dentro. La oscuridad es lo primero que invade mi espacio, tocó la pared que tengo a mi lado y puedo detallar con mis dedos el interruptor. Al encender la luz me encuentro con una cama matrimonial y una mesita de noche a su costado, toda mi atención se desvía en uno de sus cajones que se hallaba semi-abierto; la curiosidad en mi es grande así que decido ir hasta allí. 

Abro por completo el pequeño cajón. Un cofre de porcelana negro se hallaba dentro de él, mis dedos tocaron la parte superior de aquel objeto, frunzo el ceño al sentir pequeñas lineas talladas en éste. 

-Eram quod es, eris quod erat- las palabras salen de mis labios con un sin sabor, siendo conciente de aquel hecho. Doy un pequeño salto al ver como el cofre se abre. Una fotografía.

Una niña se encontraba en ella, aquella niña era yo. Mi entrecejo se frunce aun mas puesto a que la foto estaba rasgada justo en la mitad. Observo nuevamente el cofre y para sorpresa mía la fotografía no era lo único que estaba allí.

Un collar y uno muy hermoso. Aquel objeto tenia forma ovalada como un ojo, en el centro tenia un especia de esmeralda roja, ésta era cubierta por el mismo material del collar. Su color era lo que mas me fascinaba, un dorado con tonalidades negras pero lo mas curioso era aquellas letras que se encontraban incrustadas a sus costados. El idioma era muy diferente al que fueron escritas la palabras talladas en el mismo cofre, de eso estaba segura.

- Evangeline, ¿Que haces aqui?-.

Oh, mierda. Mamá

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Ultimamenten no he podido actualizar, lo siento. Se que es muy corto pero la universidad me esta quitando tiempo e imaginación :C

Una Promesa, Una Mentira.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora