jeans negros, botas negras.
le encantaba que le recordara qué tan bien le quedaban con su camisa blanca,
sonreía con egocentrismo cuando me escuchaba suspirar y mis mejillas
se encendían.ambos sentados en la acera de la calle de nuestro lugar favorito,
donde todo empezó.
compartiendo un cigarrillo como dos adolescentes enamorados,lo cuál, sí, éramos.