El heredero

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Aquel cargo que posees,

tarde o temprano has de pagarlo.

Sea con sangre o sudor.

Con tu alma o las de los demás.

O incluso, con tu propia muerte.

Jacob


Diciembre 1997

Desde que dijo sus primeras palabras, Jacob demostró ser siempre un tipo de niño prodigio, y a medida que crecía, se iba demostrando más.

Con tan solo siete años, tenía la suficiente madurez para atender diferentes cosas que acarreaban el Clan. Entender lo que en verdad eran, entender el papel de su madre y el suyo, como heredero.

A pesar de su corta edad, por ser el único niño del Clan, su madre solía llevarlo a las pocas reuniones que hacía con el Clan, y Jacob absorbía, como si fuera una esponja, todo lo que escuchaba, lo memorizaba para cuando llegara su turno de relevar a su madre.

Jacob había escuchado que él era el ejemplar perfecto para lider: Carisma, inteligencia, e incluso belleza, que su piel morena y sus rasgos latinos se veían muy bien en él.

Jacob físicamente era idéntico a su padre.

Debía admitir que también, el ser el único infante en el Clan lo había hecho madurar un poco más rápido. Y aunque tuviera amigos en la primaria en donde estudiaba, no era lo suficiente.

Por eso, a sus nueve años, se alegró completamente que Bianca, la que su madre consideraba casi una madre también, anunció su embarazo. Y meses después, la líder del Clan anunciara el suyo.

La ilusión de tener un hermano, alguien a quien cuidar, a quien proteger, a quien amar fue todo para él.

Y por eso ahí estaba, medio oculto detrás de la puerta, observando como su madre acariciaba al pequeño bulto en sus brazos. Su padre se acercó a ella con un biberón, Jacob sabía que las vampiresas no podían dar lactancia y por eso requerían fórmula para sus recién nacidos.

—Oye, espía ¿Por qué no te acercas? —la voz del líder del Clan sonó en la habitación. Jacob se acercó con timidez y se subió a la cama de sus padres, la cual no se había subido desde que dejó de tener pesadillas a los cinco años.

—¿Quieres conocer a tu hermano? —le preguntó Abby. El niño, fijó sus ojos oscuros en el pequeño bulto en los brazos de su madre. El bebé bebía ávidamente de su biberón, las manitas hechas puños, los ojitos cerrados y el poco cabello oscuro cubriendo su cabecita.

Jacob sonrió, era una criatura tan pequeña e indefensa que se juró protegerlo por siempre.


Febrero 1999

En los clanes, entre la edad de los diez y los quince, siempre eras demasiado pequeño para algo y demasiado grande para otras cosas.

Jacob sabía que sus padres ocultaban muchas cosas, como líderes del Clan, ellos poseían secretos que él no entendería por su corta edad. Pero Jacob tenía la virtud de saber entender las cosas, hasta lo más terrible.

Una traición.

Una muerte.

Fue una noche, en donde se levantó al sentir la sed quemando en su garganta. Como siempre, se asomó a la habitación de Alexander a ver cómo estaba, el niño de apenas un año dormía cómodamente en su cuna. Jacob tenía la costumbre de observarlo y cuidarlo cada vez que bajaba a la cocina a beber agua, o a robarse las galletas que estaban sobre la encimera.

Antología: Historias extras [Los traidores #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora