Él le temía a muchas cosas, le temía al agua, el miedo de ahogarse, de perderse en la profundidad del mar.
Le temía al olvido, en que en cuanto muriese nadie lo recordara, le temía al olvido.
Le temía a las alturas, a la sensación de vértigo en su estómago.
Le temía a las arañas, esos artrópodos que te erizan la piel solo de ser nombrados.
Le temía a sí mismo, a dañar a alguien, a lastimar a la persona que amara, pero su miedo mas grande, casi igual que media población humana, le temía al amor, al amor no correspondido, al corazón roto, pero más al no correspondido, a perderse a si mismo y terminar con el corazón destrozado.
Le temía al amor, y eso no era un pecado.
Eric estaba por cumplir los 18 años, jamás había tomado ni una gira de alcohol, si hablábamos de cigarro, ni en sueños creía probarlo.
Un típico chico bueno, que si cualquier mamá viese lo quisiera para su hija. Buenas calificaciones, responsable y con unas pestañas para envidiar. Vamos, lo que cualquier madre quiere para su hija.
Pero Eric no veía eso en él mismo, él sólo veía muchas cosas para mejorar, se quería comer el mundo, quería vivir y disfrutarlo, pero tenía que el mundo se lo comiera a él.
Y así empieza todo.
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Los miedos de Eric.
Teen FictionEric creía en muchas cosas, le tenía a otras cuantas, amaba esto y el otro, odiaba aquello, como cualquier chico normal. Él defendía que tener miedos era algo que no debía juzgarse, porque, seamos sinceros, todos tenemos miedos, algunos a las araña...