Segunda parte

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Nuestros amigos se dirigen hacia la fiesta de Viktor Nikiforov por su nuevo record mundial y así retarlo para un duelo pokémon.

—Señor narrador, no es una historia de pokémones, es una versión random de Cenicienta conmigo como protagonista.
—Exacto, el cerdo tiene razón.

Disculpen chicos me equivoque de guión… veamos… ¡Aquí está!
Yuri el pequeño cerdo y Yurio el caballo se dirigen en el auto hacia una fiesta en casa de Viktor Nikiforov tras cumplir un nuevo record de patinaje.

—Oye cerdo, ¿ya pensaste que le dirás al viejo cuando lo veas?— pregunto curioso el chico de cabellos rubios.
—La verdad no lo sé. Me siento muy nervioso. Encima con estos lentes me siento más extraño.
—Bueno, solo debes ser tú, supongo.
—¿Debería actuar como un cerdo?
—No idiota, no empieces a chillar o hablar de lo que haces. Di mejor las cosas que haz aprendido en la granja.
—Pero eso sería mentir ¿A quien quiero engañar? Solo soy un cerdito que chilla oigh y le gusta echarse en los charcos de lodo.
—A eso me refiero, ¿que crees que piense cuando le digas que te gusta revolcarte en el lodo desnudo comiendo mazorcas? Eso es asqueroso para los humanos.
—Viéndolo así tienes razón.
—Preparate, ya llegamos.

Al llegar a su destino estacionaron el coche. Yurio el caballo espero fuera mientras Yuri camino tembloroso hacia dentro de casa.
Varias personas vestidas de etiqueta se encuentran en ese salón festejando al joven Viktor.
Considerado el rey de records, se le han atribuido cientos de eventos, pero lo que anhelaba nadie lo comprendia.
Inmerso en las cámaras, tras esa sonrisa fingida se encontraba un hombre frágil con deseos de ser escuchado y sobre todo ser amado.

—Vamos Vitya, recibe a tus invitados— dijo su entrenador dando un empujón en su espalda.
—Buenas noches, gracias por venir— saludaba hacía todo aquel que entraba al salón.

Avanzando un poco más Viktor finalmente se encuentra con Yuri, quien asombrado no sabe como reaccionar frente a su ídolo.

—Bienvenido, gracias por venir— digo el anfitrión dándole la mano.
—Oigh, digo… yo… yo solo vine a comer— dicho esto se dirigió al bufete completamente ruborizado y con la mirada baja.

El Joven de cabellos plateados sorprendido por la actitud del desconocido, decidio acercarse.

—Oye, no te he visto antes, ¿eres patinador, periodista?
—De hecho soy un cerdo.
—¿Cómo?
—¡AL COMER!— dice taponeando su boca con panes.
—Jajaja que gracioso eres… ¿Cual es tu nombre?
—Soy… Yuri…— menciona tragando el pan.
—Que lindo nombre. Esas gafas son increíbles, ¿donde las compraste?
—Fue un obsequio, al igual que este traje.
—Pues te vez fabuloso— el joven sonríe y Yuri se ruboriza al mirarle.

Era la oportunidad que había esperado por tanto. Por fin se encontraba frente a su ídolo, a quien tanto admiraba.

—De hecho— dice seriamente— Me vestí así para poder conocerte.
—¿Enserio?
—Te admiro tanto que me tiemblan las rodillas y quisiera salir corriendo pero la comida es deliciosa.
—Jajaja
—Yo solo pense conocerte en sueños… para alguien como yo, conocerte era un imposible. No soy lo que crees… pero, un evento fantástico llego y aquí estoy frente a ti, hablandote y aún no me lo creo.
—Tienes unos ojos muy lindos Yuri.
—Gra… gracias.
—Entonces, si solo esta noche podemos vernos, que tal si lo aprochamos, ¿te parece?
—¿Y cómo?
—Ven conmigo.

Tomo al pequeño cerdo de la mano y caminaron fuera de la fiesta hacía la azotea.
La fresca y reconfortante brisa llenaba sus rostros al igual que el cielo reflejaban las miles de estrellas que conforman el firmamento.

Los segundos se transformaron en minutos y estos en horas.
Cada vez, sus manos se acercaban más al llegar al punto de rozar una con la otra.

—Nunca me había sentido tan dichoso como ahora Yuri.
—Yo tampoco, Viktor.
—Oye, ¿crees que podamos vernos mañana? Me encantaría enseñarte la cuidad.
—Bueno, yo…
—Di que si— dijo acercándose hacía su rostro.
—Este…
—Me gustas, Yuri.

Los latidos se incremetaron y miles de mariposas se hacían presentes en el estómago del pequeño cerdo.

—Te… TE AMO VIKTOR— dijo finalmente al tiempo que cubrió con sus manos su boca.
—Yo también, Yuri.

Tomo sus manos y cerrando los ojos se acercó hacia su boca. Yuri también lo hizo, de pronto el reloj de la catedral comenzó a sonar, marcaba las 12 en punto.

—¡Tengo que irme!— se levantó y corrio hacia las escaleras para irse.
—¡Espera Yuri!— el joven corrio detrás de él.

Yurio esperaba en la salida con el coche listo para irse. Cuando pudo ver a su compañero encendió el motor.

—¡MUÉVETE CERDO!
—¡YURI NO TE VAYAS!— gritaba el joven corriendo detrás de él.

Abrio la puerta a prisa y al inclinarse se le calleron los lentes. Cerró la puerta y arranco el coche a prisa.

—¡YURI!— grito corriendo junto al auto.
—¡GRACIAS POR TODO VIKTOR!—  dijo mientras algunas lágrimas se escapaban de sus ojos.

El Joven de cabellos plateados miro el coche hasta desaparecer en la distancia. Al inclinar la mirada, botadas en el suelo, recogió las gafas de la persona que él por primera vez amaba.

CerdicientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora