8: Aceptación

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Adrián vio cómo una extraña máquina irradiaba a Teresa con una suave luz, luego de haberle inyectado algo. Ella dormía y parecía estar mejor, pero él sentía culpa. Se había aventado al mar creyendo que él lo había hecho también, y aunque se dio prisa, vio cómo el agua la revolcó sin piedad.

Creyó que no era tan malo como lo pintaron, pero resultó siendo peor. El mar, el exterior, el clima. Todo era todavía peor. ¿Qué tanto había cambiado el planeta? Debió haber tenido más cuidado.

—Diagnóstico: intoxicación por agua marina —habló la máquina mientras lo guardaba en su sistema—. Paciente recuperándose, requerirá descanso de tres horas, y tomar esto al despertar. —Desplegó una bandeja con un pequeño frasco que Clara agarró y puso en la mesa—. Gracias por contactar al servicio. Tengan un día saludable.

El aparato blanco de forma rectangular con partes extra que parecían brazos, con los cuales manipulaba objetos y demás, se dirigió a la puerta, que se abrió de forma automática y lo dejó ir.

Adrián quedó bastante impresionado. Además, contento con el hecho de que el sofá en el que estaba Teresa se convertía en una cama tras un mando del dron, ahí dormía él. Todas las cosas parecían tener algo especial. Era consciente de que incluso el baño te podía lavar y perfumar todo lo que se quisiera. De todos modos no le hubiera sido problema llevar a la chica en brazos hasta su habitación.

Resopló, alejándose y apoyando los antebrazos en la barra de la cocina.

—¿Pasa algo? —preguntó Clara.

—Es mi culpa que entrara al mar. Me escapé, ella me buscó y creyó que...

—Tranquilo. La intoxicación por agua sucede más a menudo de lo que piensas. Claro que hay que tener cuidado. No te culpes, no sabías que se adentraría al agua.

Negó en silencio sin desprender su vista del vidrio de la barra.

—Es valiente...

—Tú también. —Volteó a verla—. Gracias por ir a traerla.


Diana y Helen regresaron al Edén, comentaron algunas cosas con la líder, la cual quedó bastante disgustada

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Diana y Helen regresaron al Edén, comentaron algunas cosas con la líder, la cual quedó bastante disgustada.

—No puedo creer que no encontraran ese establecimiento. Tres mujeres y ni así...

—Bueno, dos —rectificó Helen—. La joven Alaysa no se presentó, quizá se confundió o recibió falsa información.

—¿Qué? ¿Cómo que no se presentó?

—Recibí una llamada suya, pero apenas se escuchó lo que decía y se cortó.

Carla revisó en los registros. Diana miró por el ventanal al jardín del primer nivel.

—Según el archivo, ella está en casa recuperándose de una intoxicación por agua marina.

—Ah, vaya, entonces tal vez alucinaba.

Adán: el último hombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora