La chica de pelo castaño y rizado salió de su casa dirigiéndose a la escuela. Estaba lloviendo y ella no traía paraguas. Genial, ¿No?
Sabía bien lo que pasaría, sabía qué le esperaba en el salón al que ella asistía. Sólo no quería recordar que todo funciona así, que nada iba a cambiar.
~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~
Mientras apuntaba lo que el profesor estaba dictando, la castaña clara recordó que no había sacado los libros de su casillero, pues esta era muy olvidadiza.
Se tensó, ya que sabía que su profesor se enojaría.
Mientras se ahogaba en sus pensamientos, un avión de papel calló sobre su pelo. Lo agarró y vio qué había dentro.
"¿Te has dado cuenta de lo tonta que eres? ¿Te has dado cuenta de lo fea que eres? ¿Te has dado cuenta de los rara que eres?"
No era una novedad que le mandaran esas "cartas" todos los putos días.
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Sonó la campana de salida,
todavía llovía, y mucho. Pero ella no tenía paraguas.
Mientras caminaba oía la voz de Sophie. Sí, así se llamaba la chica con la que hablaba siempre en su cabeza.
La oía desde hace unos 4 años. Cuando todo parecía ir normal.
~Llegarás a casa y tu madre te estará tirada en el sofá bebiendo mucho alcohol. Y tú te vas a sentar en tu cama y te quedarás mirando a la pared. Luego pensarás que tu vida es una mierda. Hasta que vuelva a ser de día y tengas que volver a soportar a todo tu maldito salón.
-Déjame en paz, por favor.
~Tienes depresión, cariño.
-¡Que no! Esas no son razones suficientes para tener depresión.
~¡Entonces estás loca!
-¡No voy a discutir contigo!
X-Miren, ahí está la loca.
X-Oye, loquita. Deja de asustar a la gente.
Después de decir eso, se fueron. Típico, ¿No? Uno de ellos se mete contigo y ya se meten todos.
