¿Confías en mí?

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Amaia estaba allí.

A pesar de que le resultaba casi imposible reconocer a alguien entre tal multitud, apenas necesitó un instante para verla.

Con su inconfundible vestido de flores (que habituaba a llevar dentro de la academia) y con su brillante melena, ligeramente despeinada, le aplaudía de una forma un tanto peculiar a tan solo unos metros del escenario.

Cuando sus miradas se encontraron, sintió que le faltaba el aire y que iba a desmayarse de un momento a otro. Pero no podía desaprovechar tan remota ocasión. Tenía que tocar para ella.

Apoyó su trombón a un lado del escenario y tomó su guitarra, firmada por un par de artistas que había tenido el placer de conocer. Con los ojos fijos en su idolatrada ganadora de OT, comenzó a tocar los primeros acordes de "This ship is going down". Se prometió que haría de ese pase, el mejor de toda la existencia de la canción.

Cuando comenzó a cantar, se aisló en su mundo y disfrutó de cada palabra, que brotaba de lo más profundo de su ser. Amaia era una gran músico, tenía que estar a la altura.

Unos minutos después, los aplausos le despertaron de su ensoñación. Abrió los ojos y agradeció con una leve inclinación el calor del público. Había sido una muy buena actuación, estaba satisfecho.

Buscó a Amaia entre los asistentes, pero no logró encontrarla. Decepcionado, y un tanto nervioso por la razón que le hubiese llevado a marcharse, se bajó del escenario tras recoger sus instrumentos.

Cuando llegó a la pequeña sala donde estaban los otros artistas, dejó sus cosas en un rincón, tomó una botella de agua, y se sentó en el desgastado sofá localizado en el centro de la habitación.

Todos los demás charlaban animadamente en pequeños grupos dispersos, pero a él no le apetecía en absoluto. Había cantado delante de una persona a la que idolatraba, y lo más seguro es que a ella no le hubiese entusiasmado lo más mínimo su actuación.

-Has estado genial, Alfred.

Alfred alzó la vista para encontrarse con una chica bajita, de cabello negro azabache, y unos ojos color ámbar que hipnotizaban. La reconoció como una de los artistas que habían actuado antes que él. No había visto su actuación, pero recordaba haberla escuchado en la lejanía. Tenía una voz muy especial.

-Muchas gracias, ... -Alfred hizo una pausa, pues desconocía su nombre.

-Anahí. Me llamo Anahí.

La joven sonrió y dejó entrever unos incisivos ligeramente separados. Alfred sonrió también ante tal coincidencia.

Estuvieron hablando un buen rato y cuando ella anunció que tenía que irse, se intercambiaron sus redes sociales para mantener el contacto, y quizás, hacer alguna colaboración si se presentaba la ocasión.

Cuando ella se hubo marchado, Alfred volvió de golpe a la realidad. Recordó a Amaia entre el público y como había desaparecido antes de que él terminara su actuación.

Decidió no comerse más la cabeza y, a pesar de que se había prometido mil veces dejarlo de forma definitiva, cogió un cigarrillo de una cajetilla que había por allí encima.

Salió del local por la puerta de emergencia, que comunicaba con la parte trasera del mismo. Un grupo de fumadores charlaban animosamente a tan solo unos metros de dónde el se encontraba. Se acercó para pedir fuego y se despidió rápidamente, pues no estaba de humor para entablar ningún tipo de conversación.

Dio una profunda calada a su cigarrillo, y cerró los ojos. Durante los últimos meses, su estado anímico había mejorado considerablemente. Apenas habían vuelto a darle ataques de ansiedad y sentía que empezaba a dejar atrás ciertas cosas. Sin embargo, a veces el mundo se le venía encima y no sabía muy bien como paliar ese dolor que se le instauraba en el pecho.

-¿Desconectando después de la actuación?

Alfred se dio media vuelta con el corazón en un puño. Aquella voz era inconfundible. Amaia surgió de entre las sombras, con una sonrisa tímida en los labios.

Alfred se quedó totalmente estupefacto ante tal repentina aparación. Abrió la boca para decir algo, pero no fue capaz de articular palabra. Decidió que asentir era una buena opción.

-Has estado muy bien, me ha gustado mucho tu primer pase. El segundo me lo he perdido... pero seguro que ha estado igual de bien.

-Mu...muchas gracias... Amaia.

-¿Me recuerdas? -dijo, sinceramente sorprendida, Amaia.

Lo cierto, es que le costó lo suyo encontrar algún recuerdo de Amaia durante los castings en su memoria, aunque finalmente lo había conseguido. Y es que la joven tenía mucho talento, pero no había destacado entre los demás participantes. Al menos no al principio.

Para que el brillo de ilusión se mantuviese en sus ojos, Alfred decidió recurrir a una mentira piadosa, solo para verla feliz un rato más.

-¡Pues claro que me acuerdo! Nos conocimos en los castings de OT el pasado verano. Sé que no llegamos a hablar, pero...te recuerdo cantando el Kanka con tu guitarra... Me fascinó.

Realmente no se acordaba, pero sí que lo había visto después en youtube y, honestamente, le había maravillado. ¿Cómo podía haberle pasado desapercibida?

Amaia sonrió y Alfred supo que había valido la pena. Entonces cayó en la cuenta de que ella sí que se acordaba de él.

"Vale, tranquilízate Alfred, que no se te note demasiado lo emocionado que estás, si no, la asustarás. Pregúntale algo trivial, mantén una conversación."

-¿Qué haces aquí sola?

La sonrisa se le borró de los labios y Alfred se arrepintió de inmediato de haberle preguntado aquello, pero realmente sentía curiosidad y cierta preocupación. Era casi medianoche y la había encontrado sola en un callejón. Algo no andaba bien.

-Es que...estoy... digamos que estoy escondida. Hasta que termine el concierto y pueda irme. Una larga historia.

-¿Escondida de quién?- un sentimiento de ira comenzó a bullir en el interior de Alfred. -¿Alguien ha intentado hacerte daño?

-¡No! ¡No! Nada de eso. Es solo que... buah, es que es una tontería, jo. Es que un chico ha subido una foto y ha dicho que estoy aquí y digamos que pronto van a llegar muchísimos fans al local, y estoy realmente agotada... Me siento muy mal por recurrir a esto, jo, soy una egoísta.

-En absoluto. -ahora era Alfred quien había adquirido un semblante serio. -Hay momentos en los que se necesita tener cierta privacidad, pese a ser un personaje público. Entiendo que quieran conocerte, pero han de respetar un poco tu espacio también. Totalmente comprensible que no te apetezca ponerte a hacer 100 fotos ahora mismo.

-Ay, gracias Alfred.

Escuchar su nombre recitado con la dulce voz de Amaia, hizo que se le erizara el vello de los brazos. Además, el hecho de que ella se acordara de su nombre, era aún más increible.

Unos gritos no muy lejanos pusieron a los dos jóvenes en alerta. Sin duda, se trataban de fans.

"¡¡Es aquí, es aquí!!"
"La han visto dentro."
"¡¡Que ilusión!!"
"Voy a grabarlo todo."

-Mierda...
Amaia se mordió el labio, nerviosa. Alfred apoyó su mano sobre el hombro de ella. El contacto le produjo un hormigueo que se extendió por todo su cuerpo. Ella también debió de sentirlo, porque miró sorprendida el punto donde él mantenía su mano.

Sus miradas volvieron a cruzarse, como lo habían hecho apenas una hora antes, cuando él se hallaba en el escenario.

"Es preciosa", pensó Alfred, quién todavía no se creía que todo aquello fuera real.

Más voces. Más pasos que corrían de un lado a otro.

Y entonces Alfred, sin pensárselo dos veces, y como si de la película de "Aladdín" se tratase, tendió su mano a Amaia y le susurró:

-¿Confías en mí?

Ella tragó saliva y asintió.

Destinados a EncontrarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora