El chico del trombón

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-¡Amaia, despierta! ¡Vas a perder el tren!

La voz de Javiera resonó por toda la habitación. Amaia se colocó la almohada sobre la cabeza y soltó un profundo gruñido. Apenas había dormido, pues la noche antes había decidido que era buena idea hacer un directo a la 1 de la madrugada, teniendo que levantarse a las 5 para coger un tren destino a Barcelona.

Unos minutos más tarde, y totalmente en contra de su voluntad, se levantó de la cama y se encerró en el baño. Observó su reflejo en el espejo, el tiempo suficiente para apreciar que la falta de horas de sueño le había pasado factura. Sin más demora, abrió el agua de la ducha, se quitó la ropa y se metió dentro.

Aquel era un día realmente importante, y no sabía si estaba preparada para afrontarlo. Tantos años dedicándose a la música, tantas horas de estudio y trabajo duro, le habían llevado hasta ese momento: al día en el que empezaría a grabar su disco. Estaba muy emocionada de tener la oportunidad de hacerlo al fin, pero al mismo tiempo le aterraba lo que la gente pudiera pensar. Tenía unos fans increíbles y buena parte de España la adoraba, pero tenía miedo de que aquello no fuese suficiente, de que no estuviese a la altura.

Quince minutos más tarde, ya estaba vestida y peinada. Tan solo le quedaba maquillarse un poco, para disimular las pronunciadas ojeras y la palidez de su rostro.

“Maldito insomnio y maldito el madrugar”, pensó.

Cuando finalmente hubo terminado de arreglarse, cogió la maleta y el teléfono móvil (que, por suerte, había encontrado a la primera), echó un último vistazo a su alrededor y abandonó la habitación.

Sus padres la esperaban en el salón. Javiera caminaba nerviosa de un lado a otro, comprobando la hora cada tres segundos. Cuando vio aparecer a Amaia, suspiró de alivio.

-Amaia por favor, es tardísimo. ¿Has cogido el teléfono? Vas a tener frío así vestida, que aún no ha pasado el invierno. ¿Cogiste la bufanda? Venga, vámonos ya.

Amaia tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no poner los ojos en blanco. Quería muchísimo a su madre, pero no soportaba cuando se ponía en modo protector extremo. Ya no era una niña pequeña.

En los últimos meses había cambiado notablemente. Hacía tiempo que había dejado atrás a aquella chica tan inocente que había entrado en la academia, había madurado. Supuso que su madre algún día lo entendería. Pero ese día todavía no había llegado.

Entraron en la estación 10 minutos antes de la hora de salida del tren. Amaia se despidió rápidamente y subió al vagón correspondiente. Miró por la ventana y observó a sus padres, que la buscaban para despedirse una última vez antes de su partida. En su semblante se podía atisbar cierta preocupación, pero Amaia sabía que estaban muy felices y orgullosos de que estuviese a punto de cumplir su sueño.

Cuando el tren abandonó la estación de Pamplona, Amaia se puso sus cascos y eligió una canción aleatoria de su playlist. La voz del Kanka inundó sus oídos, se trataba de “Que bello es vivir”. Se recostó en el asiento y cerró los ojos. Unos minutos más tarde, ya se había quedado profundamente dormida.

Cuando por fin Amaia abrió los ojos, ya habían transcurrido tres horas desde su salida. Se encontraba apenas a una hora de la estación de Barcelona, donde su hermano la estaba esperando. Decidió cotillear un poco en su Instagram para matar el tiempo.

Unos cuantos me gustas después, decidió mandarle un mensaje a Aitana. Llevaba un par de semanas sin verla, y ya que iba pasar unos días en Barcelona, quizás podrían quedar para ponerse un poco al día.

-¡Hola Aiti! Ya estoy llegando a Barcelona.  ¿Podremos quedar para vernos?

El estado de su amiga pasó rápidamente a “En línea” y unos instantes después, ya estaba escribiendo.

-Amaiaa, que ganas tengo de verte. Esta noche hay un concierto en no sé que bar, en el que actúan algunos artistas locales. ¿Te apuntas? Es que Vicente tiene muchas ganas de ir, y ya le he dicho que le acompañaría.

-¡Estaría guay, sí! Bua, pero tengo que hablar con mi hermano, que igual no me deja. Estos días estamos liados con lo del disco…

-Venga Amaia, por fi. Si quieres hablo yo con él. Solo serán un par de horas, prométele que no llegarás muy tarde, ya verás como te deja.

Amaia sonrió a la pantalla de su móvil. Podía imaginarse a Aitana al otro lado, e incluso oír su voz suplicándole que fuera. ¿Cómo le iba a decir que no?

Cuando llegó a la estación, Javier ya estaba esperándola. Amaia corrió hacia él en cuanto se abrieron las puertas del tren, y cuando lo alcanzó, se fundieron en un gran abrazo.

Tras haber recogido sus pertenencias, Amaia y su hermano se dirigieron a la salida. Primero irían a desayunar algo y, después, se dirigirían al estudio para empezar a trabajar.

-¿Estas nerviosa?- le preguntó su hermano, mientras metía sus cosas en el maletero del coche.

-No, realmente no. Es que todavía no lo he asimilado, no me creo que sea verdad.

Y era cierto. Desde que había salido de la academia, sentía que todo lo que estaba viviendo era parte de un sueño del que todavía no había conseguido despertarse.

La gente del estudio resultó ser muy agradable. Primero enseñaron a Amaia las instalaciones y le presentaron a toda la gente que sería partícipe de que su disco se convirtiera en una realidad. Hicieron alguna que otra prueba de sonido, grabaron un par de canciones, aunque no de manera definitiva, y ensayaron otras tantas.

Cuando salieron del estudio, eran las 18:30. Le comentó a su hermano el plan que Aitana le había propuesto, y tras recibir el consentimiento de este, le mandó un mensaje a su amiga.

-¿A qué hora quedamos? ¿Y dónde?

Un par de minutos más tarde, Aitana le envió la respuesta.

-A las 21:30. Te mando ubicación. Hasta esta noche.

******************

-¡AMAIA!
Aitana se abalanzó sobre su amiga y estuvieron a punto de perder el equilibrio. Ambas rieron mientras mantenían el abrazo: se habían echado muchísimo de menos. Vicente, quien se había mantenido apartado mientras las dos amigas se reencontraban, se acercó para saludar a Amaia.

Al cabo de unos minutos, ya se hallaban dentro del local. Habían conseguido hacerse con una mesa, bastante próxima al improvisado escenario sobre el que suponía que los distintos artistas interpretarían sus temas.
Amaia miró a su alrededor: había gente de muy diversas edades, y la mayoría iban elegantemente vestidos. Ella sin embargo, había optado por un vestido de flores, medias negras y botas: tampoco había llevado mucha ropa donde elegir.

-¿Qué tal te ha ido el día en el estudio? ¿Se está cociendo algo bueno?

Aitana le observaba, expectante, con sincero interés. Ella había sido su mayor apoyo en la academia, y también lo estaba siendo fuera.

-Pues genial. Va a fuego lento, pero no tengo ninguna prisa. ¿Tú cuando te marchas a Los Ángeles?

Aitana estaba a punto de cruzar el charco, pues distintos productores asentados en la ciudad de la fama por excelencia se habían interesado en ella. Y es que no era para menos, pues pese a no haber conseguido el primer premio en OT, Aitana se había ganado la admiración de medio planeta, y Amaia no dudaba en absoluto que pronto se convertiría en una estrella del pop internacional.

-La semana que viene, pero tan solo es una presentación. Cuando terminemos la gira, me iré una buena temporada para grabarlo todo, y seguramente también tenga que hacer algún que otro videoclip…

Vicente, que había ido a por algo de beber, apareció con tres cervezas entre la multitud, que había comenzado a inundar el local. Cuando el novio de Aitana se hubo sentado, cambiaron de tema y, la pareja comenzó a relatar a Amaia su reciente viaje a Londres. Amaia sonrió, aunque realmente sentía un poco de envidia, sana, por supuesto.

Desde que habían salido de la academia, Amaia había asistido a un montón de fiestas “VIP”. Había tenido algún que otro rollo con distintos personajes públicos de cuyo nombre no quería acordarse, pero nada serio. Nada de verdad.

Estar con Aitana y Vicente nunca había sido un problema, ser “candelabro” era su especialidad, y le daba completamente igual, pues no necesitaba tener a nadie al lado para ser feliz. Solo que, a veces, se imaginaba como sería tener a alguien que fuera capaz de transmitirte lo mucho que te ama con una sola mirada, que consiguiera llevarte a la luna con sus sonrisas…

“Buah, que cursi te estás poniendo.”- pensó para sí Amaia. Decidió apartar esos pensamientos tan subidos de azúcar a un rincón oscuro de su mente, donde no molestaran, por lo menos, durante lo que quedaba de noche.

Siguieron hablando un rato más antes de que el concierto diera comienzo. Un hombrecillo regordete, vestido con una camisa de cuadros un tanto ajustada y unos vaqueros roídos, con incipiente calvicie, llamó la atención de los asistentes.
-Sí… sí… Uno, dos, uno, dos. ¿Se me oye? Vale sí. ¡Buenas noches a todos! Damos comienzo, un viernes más, a nuestra noche de música en directo. Hoy tenemos unos invitados muy talentosos, jóvenes, y muy guapos, por cierto. Tengo el placer de presentaros la primera actuación de la noche. Con todos ustedes, una de las grandes voces de Barcelona: ¡un aplauso para Anahí!

Una chica, de unos veintipocos años, con un estilo muy alternativo,  apareció en el escenario y comenzó a cantar. Tenía una voz un tanto peculiar, y si la canción que interpretaba era suya, sin duda tenía talento para componer. Cantó otro tema, y abandonó el escenario.

Otro artista ocupó su lugar y comenzó a tocar. Unas canciones y artistas más tarde, Amaia empezó a desconectar. No porque no le gustase, sino porque estaba agotada.  Se excusó un momento al baño, y pese a las insistencias de Aitana de acompañarla, decidió ir sola. Ella y Vicente estaban disfrutando de las actuaciones, y no quería que su amiga se perdiera ninguna por su culpa.

De camino al baño, tuvo que pararse un par de veces a sacarse fotos con algún que otro fan, aunque fueron muy respetuosos y no le retuvieron más de la cuenta. Una vez dentro de los aseos, se echó un poco de agua en la cara y se retocó el maquillaje. Estaba agotada, pero no quería irse, pues apenas había podido hablar con su amiga y le apetecía estar un rato más con ella.

Decidió que era un buen momento para vaciar su vejiga y antes de volver a la mesa, se detuvo de nuevo ante el espejo para asegurarse de que tenía un aspecto aceptable.

Fue entonces cuando lo oyó.

El sonido de un trombón inundó el habitáculo y a Amaia se le erizó el vello de los brazos. Abrió la puerta despacio y salió para sumergirse de nuevo entre la multitud. Desde su localización no veía el escenario, pero la melodía que surgía del trombón la guiaba hacia él. Cuando por fin le fue visible, observó al joven que se alzaba sobre él. Le resultaba tan familiar...

¿Dónde había escuchado antes esa melodía?

Tardó tan solo un instante en recordarlo. Era él, el chico del trombón.

Lo había conocido en el casting de OT, el verano anterior. Recordó que le había llamado mucho la atención su instrumento, aunque, debía de admitir, que al principio le había dado un poco de pena. Pero cuando lo oyó tocar, se quedó sorprendida del talento de aquel muchacho.

-Alfred… -susurró, cuando recordó su nombre. Nunca habían llegado a hablar, pero se acordaba perfectamente de él. Le había sorprendido mucho que no apareciera en el casting final, pues estaba bastante segura de que hubiese estado entre los 18 seleccionados.

Cuando Alfred comenzó a cantar, Amaia cerró los ojos. Tenía una voz muy característica, muy... suya. Amaia abrió los ojos de nuevo y le observó atentamente. Seguía haciendo unos gestos muy curiosos al cantar, tal y como lo recordaba.

Cuando terminó la canción, el público comenzó a aplaudir, entre ellos Amaia, a quien le había maravillado la actuación del joven. Alfred sonrió, dejando entrever sus palas separadas. Amaia también sonrió entre la multitud.

Y entonces, sus ojos se encontraron.

Ella notó como los de él adquirieron un brillo un tanto especial, que no fue capaz de describir.

Permanecieron así tan solo unos segundos, pero a ambos se les hicieron eternos, como si el tiempo se hubiese detenido.





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