Capitulo 2

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Kyouya cerró los ojos, sabía que el puñetazo le iba a impactar. Pero no fue así, y cuando volvió a abrirlos vio al chico de la capucha. Éste estaba agarrando la muñeca del otro chico. Pasado unos segundos la soltó y cuando se giró se quitó aquello que impedía verle la cara. Takeshi le miraba. Primero serio, después le sonrió amablemente. Kyouya no pudo evitar quedarse embobado mirando su boca, adornada por aquellos piercings que cada vez le parecían más sexys. Empezaba a notar como volvía a sonrojarse cuando algo le sobresaltó.

Cuando se dio cuenta, estaba mirando el techo de su habitación. Volvió a ponerse las manos en la cara. –Lo que me faltaba joder.

Mientras recordaba el sueño, Natsu le llamaba desde la planta de abajo recordándole que no tenía mucho tiempo si no querían llegar tarde al instituto.

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Había llegado temprano como todos los días, entró en la clase y se sentó en su sitio al final, junto a la ventana. Seguía dándole vueltas a la discusión que había tenido anoche con su padre. Takeshi no se sentía culpable, sabía que no era su culpa que viniesen buscando pelea con él aunque debía reconocer que no le había puesto solución. Lo cierto es que lo había pensado varias veces pero aunque quisiese no sabía cómo hacer que parase.

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-¡Kyou-nii voy a llegar tarde a clase por tu culpa! – se quejaba Natsu mientras ambos corrían dejando atrás la cancela del instituto.

-Concéntrate en correr y deja de quejarte, yo también voy a llegar tarde – le contestó su hermano al cual ya le faltaba el aire.

Ambos corrieron hasta entrar en el instituto, se apresuraron a cambiarse los zapatos y cada uno partió hacia un lado diferente. Kyouya, llegado a la puerta de su clase, cogió aire antes de llamar y cuando abrió la puerta vio a sus compañeros sentados y su profesor de matemáticas. Todos ellos le miraban.

-Perdone la tardanza profesor, ¿puedo entrar? – dijo un poco avergonzado.

-Pasa, pero que esto no se convierta en una costumbre – le advirtió.

-Gracias – le contestó por último antes de entrar por completo en la clase. Cuando se disponía a ir hacia su asiento, no pudo evitar buscar a aquel con el que hacía un rato había soñado. Lo encontró al final de la clase, mirando por la ventana. Encontró hermoso su perfil bañado por la luz de la mañana. Parecía una escultura renacentista, tan serio pero evocando tantas emociones.

-Si no le importa, me gustaría empezar la clase Yamamoto-san. – le reprendió el profesor cuando se quedó quieto mirando hacia el fondo de la clase.

-L-lo siento. – dijo Kyouya cuando se dio cuenta de que sin querer había dejado de andar.

Hacía media hora que la clase había empezado y Kyouya no estaba prestando la menor atención. Entre el sueño que había tenido esa noche y que no podía de dejar de mirar al rubio cada vez que entraba en su campo de visión, se estaba empezando a preocupar. Cada vez ocupaba más sus pensamientos. Y además esos malditos piercings, quería volver a verlos en aquella boca. Al acordarse de éstos giró automáticamente la cabeza hacia el chico, aunque sabía que no los llevaría puestos. Suponía que se los quitaría porque en el instituto son muy estrictos con ese tema. Justo en ese momento, Takeshi que tampoco estaba prestando atención a la clase, estaba jugando con su boli cuando se le cayó al suelo. Al cogerlo miro al frente y encontró a Kyouya mirándole. Cuando sus miradas se cruzaron, el moreno se sorprendió y giró la cabeza bruscamente.

Takeshi se quedó sorprendido -Mphm. – sonrió.

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Ya había llegado la hora del almuerzo y Kyouya, aprovechando que tenía que ir a la cafetería, decidió tomar un poco el aire para evadir sus propios pensamientos. Estaba saliendo de la clase cuando escuchó a Mari llamarle. Ésta se paró a su lado.

-Kyouya, te quería pedir disculpas. Me he enterado de que el idiota de mi novio se encaró contigo porque creía que le estaba engañando. La verdad es que últimamente se ponía celoso con nada y no lo soportaba más, así que he decidido romper con él.

-No te preocupes, no pasó nada. De todas formas me alegro de que lo hayas dejado, no creo que fuese lo mejor para ti.

Mientras hablaban, Takeshi pasó por el lado de ambos para ir a la cafetería. Kyouya, al verlo, le siguió con la mirada y Mari se percató.

-¿Os conocéis? - Preguntó.

-Eh... Estamos en la misma clase y vivimos cerca, pero poco más. – le respondió mientras miraba hacia otro lado.

-Ah, ya veo. Takeshi tampoco es que sea del tipo que tienen muchos amigos. Es muy callado y cuando está serio da un poco de miedo, pero es muy buen chico.

-¿Tú si lo conoces? – preguntó ahora él sorprendido.

-Sí, nuestros padres son amigos desde antes de que nosotros naciéramos y cuando éramos pequeños jugábamos juntos muchas veces. Incluso ahora nos llevamos bastante bien. – empezó a contar Mari – Puede parecer muy indiferente pero siempre ha sido muy amable. Suelen juzgarle por su apariencia y por eso nunca ha logrado tener buenos amigos.

-Creo que sé a lo que se refiere – pensó el moreno. – Bueno, voy a la cafetería a comprarme algo, ¿vienes?

-Claro, aprovecho y almuerzo contigo – le respondió ella con una sonrisa.

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Por fin era última hora, pero a Kyouya no le emocionaba demasiado porque tocaba educación física. Todos fueron a los vestuarios, se tenían que cambiar. El moreno ya se estaba poniendo la camiseta cuando al mirar atrás, y entre otros cuantos chicos, vio a Takeshi. Éste estaba de espaldas y quitándose la camiseta. No pudo evitar fijarse en su buena complexión, tenía los músculos bien marcados y compensados sin llegar a ser excesivo. Ahora le parecía más atractivo. El rubio se giró para coger la camiseta de deporte dejando ver a Kyouya una larga y fina cicatriz en el costado. Éste no pudo evitar preguntarse a qué se debería aquella marca. Entonces se abrió la puerta de la habitación.

-Chicos, que es para hoy, terminad rápido. Os espero en el gimnasio – les apresuró el profesor.

Tras esto todos terminaron de cambiarse rápidamente y poco a poco fueron saliendo del vestuario. Kyouya pensó que cada vez le parecía más interesante el conocer a aquel chico.

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Ya había terminado la clase de educación física, y mientras se cambiaba se le hizo tarde. Takeshi se apresuró a cambiarse los zapatos en la entrada del edificio para ver si alcanzaba a Mari, cuando la vio cerca de las rejas. Le tenía que devolver unos apuntes de inglés que le había dejado el día anterior. Atados los zapatos empezó a andar rápidamente es su dirección y cuando estaba acercándose, vio que estaba junto a Kyouya. Ambos estaban hablando y no era la primera vez que los veía, por lo que bajó el ritmo para no entrometerse en la conversación. Sin embargo, estaba cerca y pudo escuchar parte de ésta.

-Bueno y ¿ha habido alguna chica con suerte? – preguntó ella riendo.

-No – dijo él devolviéndole la sonrisa – por ahora no me interesa nadie.

-Pues hay muchas chicas a las que sí les interesas tú – dijo dándole un suave codazo – en mi clase se habla mucho del nuevo estudiante de la clase de al lado.

-Bueno, si realmente me conociesen no creo que les gustase tanto. Además salir con alguien por su cara bonita es igual que juzgar un libro por su portada – los dos se echaron a reír.

Takeshi aprovechó que dejaron de hablar para terminar de alcanzarlos y dándole suavemente con el libro en el hombro captó la atención de su amiga. Ésta giro la cabeza y él le ofreció el libro. Lo cogió y el chico se despidió de ella haciendo un gesto con la mano. Al mismo tiempo miró a Kyouya, el cual le sonrió. El rubio le devolvió la sonrisa, aunque más leve, y se volvió a girar para retomar el camino hacia su casa. Mari no pasó desapercibido tales gestos. Pocas veces eran las que veía a Takeshi sonreír.

-Juzgar un libro por su portada ¿eh?, quizás tenga razón – pensó el rubio mientras se alejaba.

Rosas y cicatricesWhere stories live. Discover now