Capítulo 1.

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*Narra Juana*

Me coloqué la faja por segunda vez, los pantalones del uniforme parece ser que encogían cada vez que los lavabas, por eso yo había decidido no lavarlos, el problema es que se acumulaba la roña en capas de un centimetro de grosor. ¡Ah claro! Eso explica el porque me costaba meterlos. Pero bueno, no me preocupaba porque a Fulgencia le pasaba lo mismo.

En cambio, los chicos no tenían ese problema porque vestían falda y como les apretaban los cataplines, no se ponían las medias.

Maldito director y maldito castigo por burlarnos de los uniformes de nuestro distinto sexo.

-Juana, tengo ganas de lavar mis pantalones.

-Pero Fulgencia, no me hagas esto. No me dejes sola con mi roña.

-Pero es que a parte de que engordo, los pantalones acumulan y no me valen.

-Pues da igual. ¡Contratamos un personal trainer para adelgazar!-dije, en un intento de sonar convincente. Ella ladeó la cabeza y suspiró, despues asintió moviendo levemente las orejas para alante.

*Narra Fulgencia*

El director abrió la puerta de golpe y, nada más entrar, su cara se tornó a una expresión de asco.

-¿Quién ha cagado y no ha tirado de la cadena?

Su pregunta nos pilló por sorpresa.

-Nadie, simplemente Juana no ha lavado su uniforme desde que se lo puso por segunda vez.-Una carcajada se me escapó al ver cómo me miró Juana.-Ah, por cierto, la cadena no va.

-Sí, tío, arregladla ya que necesito cagar.

-Señorita Rubelsensqui, no utilice esos bulgarismos conmigo, ya que soy su director y podría expulsarla durante un largo período de tiempo, añadiendo la prominente charla que le darían sus padres.

-Chapas, que eres un chapas.- Dije metiéndole una de las fajas de Juana en la boca.

-Por cierto, queremos un personal trainer.

-¿Y que os hace pensar que os lo voy a proporcionar?

-¿Quieres que todo el mundo se entere de que te tiras a Sandrito?

-¿Quién es Sandrito?

-Es Sandrita.

-¿Porque la llamais Sandrito?

-Es una larga historia.-concluí.

-No,-protestó Juana.-más bien corta.

De repente Manolo entró en la habitación en un saltador. Lo malo es que no llevaba ropa interior y su juguetito subía y bajaba al ritmo de los saltos. Aparté la vista unos segundos y escuché un gran estruendo.

-¿Manolo estás bien?-podía oir el susurro del director, cuya voz se había alejado ya que se había agachado.

-No,- contestó firmemente Manolo. -No he podido sorprenderla, es más, ni si.quiera me ha mirado.

Por lo visto, Juana tampoco miraba. Alcé la vista para ver a mi amiga roja como tu tomate mirando de reojo el cacharrito de mi hermano, ya que su falda estaba doblada para arriba.

Después se miraron y ella sonrió.

El señor Carro ayudó a Manolo a levantarse y después entró Ramón haciendo la croqueta. Se levantó antes de tropezar y sacudió sus pantalones.

-Si vais a contratar un entrenador, os dejamos nuestro baño, no queremos que mientras corráis se os salga la mierda.

-¿Eso es posible?-dijo Andreita entrando en la habitación.

-Yo leí una vez que sí.

-¿Que cosas lees tú?-rechistó con cara de asco.

-Yo también lo leí.-dije, ocultando una severa carcajada.- En la revista del corazón que había en el denstista.

-Sí, cuando fuimos juntas a arrancarte aquella muela.-me apoyó Juana.

-Que dolor...puta vida.-suspiré negando un poco.

-Yo la ví en la del Salvame.

-¿Y os sentís orgullosos o qué?-digo Andrea, un poco molesta.

-Sí. -contesté.

-Era tu madre, pollona. A la que le pasó.

Andrea, se fue a una esquina a llorar.

Scary ass.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora