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"We're saying: no way, no way USA"

—Dios bendiga a América.

¡BANG!

El cuerpo comenzó a sangrar al instante, Robert guardó la revolver en su bolsillo, dedicó una mirada pequeña al cadáver de la señora Brower y procedió a caminar fuera de la habitación: Julie Brower, esposa de Henry Brower, carpintero; Julie era amante de Richie Lock un joven empresario recién casado con una mujer graduada en Psicología, llamada Gretude; la señora Lock se enteró del amorío, era una mujer a la cual no le gustaba compartir, y si Richie estaba compartiendo su pene con otra mujer era como compartir algo que pertenecía a Gretude, por lo cual la joven psicóloga había llamado a Robert McCracken, "deja ahí el cadáver, ese idiota debe saber que es mío", habían sido las palabras de la señora Lock; dos días después, Rob llevó al cabo el asesinato.

Salió de la casa por la parte trasera, era medio día, la casa quedaba en medio de los suburbios, salió justo cuando un grupo de varios muchachos cruzaban la calle, incluso saludó a uno de ellos cuando cruzaron miradas, después prendió un cigarrillo y empezó a caminar.

Su política consistía en solo hacer trabajos de día cuando era en lugares solitarios y en lugares públicos si era de noche, tal vez podía sonar como una estupidez, sin embargo, si se lo pensaba, de día había tanta gente y tanto movimiento que difícilmente alguien iba a prestar atención a un sujeto saliendo de una casa con toda la tranquilidad del mundo, y si era de noche, en los lugares públicos pasaba lo mismo: nadie iba a prestar atención a una persona más; en cambio, si se asesinaba de noche y en lugares solitarios, si una persona veía otra persona, le iba a prestar atención por el simple hecho de que no había nadie más. Era lógica básica.

—¿Y qué tal te fue la semana pasada, Bert?— Robert alzó la mirada de su celular, encogiéndose de hombros.

—Igual que siempre, acabé en menos de diez minutos. — Jepha, su mejor amigo, soltó una risita, dando otro sorbo a su cerveza. Era jueves, siete días después de haber borrado a la señora Brower de la tierra.

—Cada vez me sorprende más la naturalidad con la que tratas este tema— McCracken se encogió de hombros. Estaban en casa de Jepha.

—Lo hago tan seguido que ahora solo lo veo como un buen trabajo. — Jepha chasqueó la lengua.

— ¿A ti te agrada matar?

—No me fascina, pero tampoco me disgusta.

— ¿Entonces qué te gusta?

—Coger.

—Vaya— Robert soltó una risita, dando un sorbo a su cerveza para luego dirigir la mirada al partido de base ball que se transmitía en la televisión. — ¿Y por qué nunca coges?— volvió a preguntar, Bert chasqueó la lengua.

—Sí lo hago— Jeph le vio irónico —No tan seguido, pero lo hago.

— ¿Cuándo fue la última vez?— sonrió.

—El último viernes.

—Es jueves, casi una sem...

—De hace tres meses.

— ¿Cómo?— McCracken suspiró:

—El último viernes de hace tres meses... Más o menos tres meses y medio, ¿qué importa, Jeph?— el sicario bufó, dando otro profundo trago a la cerveza hasta dejarla vacía. Jepha rio.

— ¿Más de tres meses? Viejo, tienes un serio problema de abstinencia sexual— Bert volvió a gruñir, levantándose de su lugar.

—Tengo que encargarme de un tipo hoy, nos vemos, Jepha— el mencionado se levantó de un salto, tomando el brazo de su amigo.

ahógame |gerbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora