Abuelo.

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Siempre tuve miedo de perder a uno de mis seres queridos, en especial a mis abuelos, pues siempre han sido ese pilar de apoyo que me ha inspirado a ser una mejor persona siempre. Están llenos de sabiduría y de increíbles historias que siempre adoré escuchar.

Debo decir que nunca estuve preparada, jamás vi venir que algo así podría pasar, y menos tan pronto. Perder a mi abuelo, a ese roble, a ese hombre fuerte e inteligente, y sobre todo, bueno, fue una de las peores cosas que me han pasado. Lo peor de todo es que no pude estar presente cuando dio su último respiro, pero siento que, si así fue, fue precisamente porque la vida así lo quiso.

Y quizá no pude despedirme directamente de él, ni decirle cuánto lo quería, pues quizá no recordaba quién era, porque su memoria había partido antes que él. Sin embargo, hoy tengo la valentía de dedicarle algunas líneas que sé que leerá donde quiera que esté.

"Yani:

Hoy en día ya no puedo decirte estas palabras físicamente, porque ahora estás allá arriba, en el cielo, contándole tus historias a todos los amigos que hiciste en ese increíble lugar. Esas historias que marcaron tu vida, que te hicieron ser fuerte, y que te convirtieron en la maravillosa persona que siempre fuiste. Esas historias que solías contarme en cada tarde que compartíamos en familia y que, aunque me las contaste muchas veces, siempre era genial escucharlas, porque me hablaba de ti, porque me hacía entender que el mejor abuelo del mundo sí existía, y ese era el mío.

Aún recuerdo cada vez que llamabas para mi cumpleaños. Cuando me cantabas junto a mi abuelita y me entregaban sus palabras de bendición, junto con ese dinero que me obsequiabas casi como si fuese algo malo, porque decías que tenías que cumplir con tus nietos todo lo que no pudiste cumplir con tus hijos, tal como ahora lo dice mi abuelita. 

 Recuerdo que la última vez que te vi sonreír fue en ese momento, cuando un abrazo tuyo me dijo que tu memoria aún estaba contigo, aunque con el paso de los días comenzaba a empacar para irse definitivamente. Hasta que un día llegó el final.

No sé cómo pasó. No sé en qué momento comenzaste a enfermarte y perder fuerzas, aunque no querías demostrarlo. Siempre fuiste esa persona fuerte que no quería mostrar debilidad ante sus seres queridos para no preocuparlos, pero simplemente en tus últimos días ya no pudiste ocultarlo. Los días se hicieron eternos, pero tu memoria se iba. Debo admitir que fue duro , pero la alegría venía cuando podía notar que no habías dejado de ser tú mismo, que aún hacías bromas y eras tan cordial como siempre. 

  Te fuiste volando al cielo, tal como un ángel lleno de sabiduría que llega a mejorar un lugar.

No sé qué me motivó a darte un besito en la mejilla el día anterior a tu partida, pero sí sé que esa fue mi despedida, aunque haya sido pequeña.

Te quiero, siempre".

De desamor en desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora