17. Lara

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*Días antes*

Lara Miles

Cuando me despierto, las luces son tan blancas y brillantes que pienso que he muerto. Por un momento, tengo miedo. No quiero morir, aún no puede haberme llegado la hora. Tengo tantas cosas que hacer, tanta vida por delante. No quiero morir, no puedo morir, no puedo, no...

Cuando el resplandor disminuye, comprendo que no estoy muerta. Y, aunque nunca he sido muy religiosa, le doy las gracias a Dios, a Jesús, a María y a todos los santos que se me ocurren por permitirme seguir viviendo. 

- Por fin despierta.-una voz me saca de mis rezos. Trato de levantarme, pero me mareo y vuelvo a desplomarme sobre el colchón. La persona que ha hablado se acerca, tanto que puedo sentir el calor que emana -el frío helado de la habitación ayuda-, y unos ojos verdes me miran sonrientes. ¿Es Rachel? No, no tiene sus ligeras pecas por la nariz, pecas que ella detesta porque la hacen ver ''adorable, y no la peligrosa leona que soy'', citándola. Parpadeo, tratando de aclarar mi campo de visión, y aunque está un poco distorsionado consigo distinguir rasgos masculinos... ¿Frank? 

No, imposible, él está muerto. Y su cara era mucho más delgada, y tenía el pelo castaño, cuando el desconocido tiene una mata negra. Pero sus ojos... Dios, se parecen tanto...

- ¿Señorita Miles? -la voz es definitivamente masculina. De repente siento como la mente se me despeja, y la mirada se me aclara. Vuelvo a tratar de levantarme, ahora que me siento bastante mejor, pero unas manos se posa en mis hombros y me lo impiden.- Señorita Miles, tiene que limitar sus movimientos, corre el riesgo de que se le reabran las heridas.

Y, de golpe, vienen los recuerdos, pero están fragmentados. La entrega, la comisaría, Rachel... El sonido de algo atravesando el aire, dolor y luego sangre, mucha. Manos desconocidas, que me levantaban, algo blando bajo mi cuerpo y un ruido agudo acompañado de luces rojas. ¿Qué ha pasado?

Miro a mi alrededor, todo lo que mi posición me permite. Techo y paredes blancas, olor a desinfectante... Lo que me convence de que estoy en el hospital es la bolsa de suero que cuelga cerca de mi camilla, a la que estoy conectada por un tubo. Me habría asustado si no estuviese acostumbrada a las agujas. Entonces descubro al hombre que me hablaba; está parado al lado del suero, revisándolo. Su rostro se gira y su verde mirada se me clava.

- ¿Qué... qué ha pasado? -consigo articular. Tengo la garganta rasposa, y la voz me sale ronca. ¿Cuánto tiempo llevo sin hablar?

- La atacaron en la comisaría.-responde él, serio.- Tres disparos en las piernas. Afortunadamente, nada que no se pueda arreglar con unos cuantos meses de reposo, tratamientos y medicinas.

Parpadeo, recordando por fin. Una capucha negra, las exclamaciones de sorpresa y los gritos de Rachel... ¿Dónde estará ella? ¿Habrá venido a visitarme? Noto que hay una ventana sobre mi camilla. Por la luz, debe ser por la tarde. ¿Las siete, tal vez? A esa hora ella suele volver a casa, siempre ha sido muy maniática en cuanto a sus horarios...

- Vi..sitas.-la voz no me sale, pero articulo la palabra y él me entiende.

- ¿Visitas? Hay una chica que ha preguntado por usted por teléfono, pero de momento sólo puede visitarla su familia.- una carcajada muda se me escapa. Ojalá pudiese decirle que mi familia no vendrá, pero no tengo el suficiente aliento y energía como para siquiera susurrarlo. 

Tengo tantas preguntas. ¿Cuánto llevo inconsciente? ¿Qué ha pasado en todo ese tiempo? ¿Quién me disparó, y por qué? El único camello al que le compro no trataría de matarme, porque soy una de sus repartidoras, y no le compro a nadie más. ¿Y Rachel? ¿Cómo estará? ¿La han atacado a ella también? ¿O a cualquier otra persona? Demasiadas preguntas y pocas fuerzas. Me invade la frustración al no poder decirlas. ¡Necesito respuestas! Me revuelvo, intranquila. El hombre me mira de reojo, y es entonces cuando me doy cuenta de que, al moverme, he desplazado la camilla en la que estoy. ¿Tiene ruedas?

El asesinato de Emily LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora