Capítulo 1

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Hace dos años que me mudé aquí, mi familia tuvo que hacerlo debido a que papá consiguió un nuevo trabajo.

Al principio no estaba de acuerdo porque tenía que dejar todo: escuela, amigos, parte de la familia de mamá; etc. Aunque sabía que esto también era un nuevo comienzo para papá, personal y laboralmente, yo estuve luchando para no irnos de la calle donde había vivido los últimos 10 años; sin embargo, después de dos largas semanas de haber hecho huelga de hambre, haberme "enfermado" y todo lo que ustedes se puedan imaginar que una jovencita de 20 años pueda hacer para no irse de casa, ellos ganaron.

A la ciudad a donde nos íbamos era como a una semana en bus o dos vuelos en avión porque teníamos que hacer escala. Fue torturante, porque a pesar de que no íbamos en bus me todo el camino tuve unas ansias de vomitar horrible. Iba a mandar todo al abismo hasta que la aeromoza se acercó al micrófono y dijo: "Señores pasajeros, buenas tardes, les pido que no salgan de sus asientos, abrochen sus cinturones porque el avión está por aterrizar. ¡Bienvenidos a Sweet City!"

¡Uf! Solté un suspiro de alivio porque en verdad una media hora más en esa avión y créanme que me lanzaba por la puerta y no me hubiera importado que no tuviera un paracaídas (bueno... Eso si lo dices así no más, porque conociéndome lo cobarde que soy y con el miedo que le tengo a las alturas, lo máximo que hubiera llegado a hacer es ir al piloto y decirle que aterrice lo más rápido posible y que si no lo hacía le vomitaba encima).

El aterrizaje me dio mucho miedo, pero gracias a papá que sostuvo mi mano, fue un aterrizaje no tan aterrador. Ya dentro del aeropuerto nos acercamos al área de equipaje para sacar las maletas de la cinta que corre (nunca supe como se llama). Queríamos tomar un taxi de los que pasan por ahí pero nos dio mucha desconfianza así que mi papá decidió buscar una compañía de taxis en su celular para que nos llevará a nuestra nueva "casa".

Cuando se decidió que nos íbamos a mudar, mis padres decidieron comprar una casa por internet porque dijeron que si el contrato se aplazaba nos íbamos a quedar una gran temporada en esa ciudad. Quizá el problema de todo esto era que que nosotros jamás vimos la casa más que por fotos así que corríamos el riesgo de que sea muy diferente; quizá era una de esas casas aterradoras como las de las películas, pero ni modo, según el chofer del taxi estábamos como a media hora de averiguarlo.

30 minutos después...

El taxi se detuvo. No pude evitar mirar por las ventanas y aunque me duela admitirlo era un vecindario hermoso, quizá sí me iba a acostumbrar. Bajamos las cosas del auto con ayuda del chofer del taxi, mi padre le pagó, mamá y yo nos quedamos en la entrada contemplando todo, la casa, el patio, las aceras. A decir verdad no estaba tan mal, era bonita, tenía un jardín, tenía balcones, tenía un estilo colonial o gótico creo yo pero bueno... Eso no importaba en ese momento.

—Bienvenidas a casa mis amores—dijo papá mientras nos daba un beso a cada una en la sien que iba acompañado de un gran abrazo. Ahí nada más sacó una llave de su bolsillo (que por cierto fue lo único que le mandaron junto a otra llave más pequeña al comprar la casa porque los papeles, el contrato y todos los documentos requeridos fueron escaneados y mandados por correo).

Lentamente mi papá abrió la puerta algo así como para darle emoción y pues mamá y yo nos sorprendimos, en verdad era muy bonita, los pisos eran de madera, tenía una mini hall en la entrada, seguimos viendo y había otra sala mucho más grande, al lado estaba el comedor conectándose con la cocina las mayólicas de estas eran de color negro y hacían juego con los electrodomésticos y pues de hecho a mamá le encantó.

Mientras subíamos al segundo piso , papá dijo: —"Mi princesa el cuarto que da hacia el patio es solo tuyo"— terminando de decir esto me lanzó las llaves, yo lo abrí con sumo cuidado y era casi como mi anterior cuarto, tenía las paredes de multicolor, lo habían pintado en un degradado hermoso. Papá se había tomado el lujo de decirle a la diseñadora de interiores que ponga mi nombre en la cabecera de la cama y lo mejor de todo, había un estante con varias repisas con mis peluches y mis muñecas (que por cierto eran mi debilidad) con todo el ajetreo de la mudanza no me había percatado que muchas de las cosas de la anterior casa estaban ya aquí. —"Creo que con esto no extrañaré tanto la casa"—susurré.

Casi todo el día nos la pasamos desempacando las cajas que nos habían dejado los de la mudanza y lo poco que nosotros habíamos traído en nuestras maletas. Ordenamos cada cosa en su lugar, ya que mamá era demasiado meticulosa con ello, mientras papá ordenaba el garaje, mamá preparaba la cena, ese día hizo tallarines rojos con albóndigas mis favoritos.

Después de la cena, me dispuse a recoger los trastes para llevarlos a la cocina y poder lavarlos hasta que mamá dijo —Hay algo más que queremos que veas, mi pequeña Annie—

Volteé hasta donde estaba ella y la miré con tal curiosidad —aún no has visto toda la casa, sube al ático— que mientras lo decía yo ya estaba corriendo escaleras arriba. ¡Wow!

Me encontraba en la puerta de donde me habían indicado, era pequeña pero bonita, cogí la perilla y giré despacio, había más gradas subí de a pocos hasta que se dejó ver un bay window con una mantita y cojines, un escritorio, una lámpara, una silla con ruedas y adivinen qué unos estantes con libros. ¡LIBROS! Así como lo leyeron. Y pues en ese instante supe que ese ático iba a ser mi lugar perfecto, iba a ser mi refugio y mi guarida mientras estuviera en este lugar.


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