Hace más de un año que Vladimir desapareció en esa base militar, no hemos tenido noticias de él ni respuesta alguna por parte del gobierno. Simplemente fue como si hubiera sido borrado del mapa sin dejar rastro.
Como su hermano menor, yo, Pavel Pávlov, debo continuar con su labor. Encerrado en un búnker junto con el resto de los miembros del grupo, tratamos de averiguar qué es lo que está sucediendo con la gente en la tundra siberiana. Ha habido más y más casos de ciudades completas que han sido prácticamente arrasadas sin razón aparente.
Varias localidades de la zona han sido cercadas por las autoridades, sin dar explicaciones, como si quisieran ocultar todo lo que pasa debajo de la alfombra.
Hace unos días tomamos muestras de la nieve para analizarla, y ver si todo esto tiene que ver con algún tipo de contaminación ambiental.
De repente un pitido agudo sonó:
- Pavel, la máquina ya terminó de analizar.
- Gracias por avisarme, Leonid. - dije.
Una interminable hilera de papel salía del analizador de muestras, y, perplejos, esperábamos a que terminara de imprimir para leer los resultados.
- Lo que me temía, la nieve está contaminada. - exclamó Leonid con preocupación.
- ¿Qué es lo que contiene? - pregunté alarmado.
- ¿Qué no contiene? Bueno, la lectura detectó altos niveles de arsénico, mercurio, sílice, ácido muriático, y un componente no determinado.
- ¡¿Un componente no determinado?! - pregunté.
- Exacto, esa extraña máquina realmente está enfermando a la gente, y ni siquiera sabemos cómo la detendremos. - dijo Leonid.
- Usar las alcantarillas ya no sirve, Vladimir fue detectado al entrar. Al menos esa es mi teoría.
- Algo se nos ocurrirá Pavel. Solo debes espera pacientemente.
Ahora estaba más nervioso que nunca, vivir en el exterior es la peor de las ideas, debido a la contaminación del aire y la nieve. Estoy seguro de que mi padre, como general veterano, jamás hubiera permitido la construcción de ese horrendo artefacto.
Solo queda idear algún plan para acabar con ese experimento, pero dadas las circunstancias, teníamos todas las de perder. Todo estaba en nuestra contra, todos los que conocíamos fueron transformados en extrañas criaturas sin conciencia, pero aun así, quedarse de brazos cruzados y sin hacer nada era muchísimo peor que ir en una misión kamikaze.
Solo nos quedaba esperar a ver cómo evolucionaba esto, mientras intentábamos idear algo que nos permitiera destruir esa imponente estructura militar con esa horrenda máquina que había arruinado la vida de millones de personas.
Pasábamos noches interminables vigilando la fortaleza militar, mientras anotábamos cualquier movimiento extraño en las cercanías. Poco a poco fuimos dibujando planos improvisados para darnos una idea de cuál era el punto débil del edificio.
Solo teníamos una idea clara: destruir esa monstruosidad y devolver todo a la normalidad.
Luego de haber conversado con los otros miembros del grupo sobre el descubrimiento de elementos nocivos en la muestra de nieve tomada en los alrededores del búnker, me fui a dormir.
Una vez que llegué a mi cuarto, tomé una foto donde mi hermano y yo posábamos con caras graciosas mientras vestíamos nuestros uniformes del ejército, y comencé a llorar desconsolada y silenciosamente, mientras decía en voz baja:
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La Gélida Pesadilla
General FictionUn extraño experimento se lleva a cabo en las frías planicies siberianas, afectando enormemente a la población local. Queda a cargo de Pavel Pávlov y su grupo el saber qué está ocurriendo exactamente.