El Jardín De Las Almas. Twc.

2.

- Entonces, ¿como inicio todo esto? - Tom pregunto a Bill sin separarse de su cuerpo - ¿lo sabes?

Ambos recostados sobre el pasto, siendo de noche y estando fuera de casa aun sobre los horarios establecidos en sociedad. La pareja encontraba relajante compartir esta intimidad entre ellos.

Bill suspiro mientras evocaba los recuerdos con los ojos cerrados, poder recordarlo todo a veces era un fastidio porque llegaba a llenarse de memorias y le era difícil encontrar la que deseaba.

- Lo se, pero es un poco complicado de explicar - dijo besando la cabellera de su pareja.

- Quiero escucharlo - Bill suspiro pensando en como comenzar. Recordar aquel inicio no era tan fácil ni sencillo como Tom imaginaba pero debía contárselo.

- Sucedió en un lugar llamado "El jardín de las almas" - Bill comenzó a narrar - allí  no importa el tiempo, no es un lugar como cualquier otro, no existen divisiones territoriales ni nombres para diferenciar a quienes allí  habitamos, todos somos iguales...

Los días no existian allí, las medidas del tiempo eran nulas, cada uno decidia sus dias y sus noches, no habia mas conpromiso que el vivir y esperar en paz y armonia...

Flashback

- Regresaste - la voz de uno de los mayores me hizo girar a verlo.

- Si, hace poco volví - respondí viendo de nuevo la hermosura del lugar, no me cansaba de ello.

- ¿Que tal estuvo todo allá abajo? - preguntó sentándose a lado mío en el pasto.

- Bien.

- Volviste muy pronto y, por lo que veo, volverás a bajar, ¿verdad?

- Si, estoy en lista de espera - respondí sin ánimo.

- ¿Que sucedió esta vez?

- Lo mismo de siempre, morí joven y sin haber cumplido con el mandato.

- ¿No crees que eso se debe a la apariencia que te empeñas en utilizar? - Cuestionó.

- No se que tiene eso que ver.

- Insistes en verte de un modo pero eres otro, vas a la tierra siendo hombre y te empeñas en no parecer uno, insistes en ser delicado y refinado, como una mujer.

- Dios no se ha opuesto a ello.

- Lo se, pero tal vez eso es lo que te impide lograr el mandato - ambos nos pusimos de pie y comenzamos a caminar por aquel lugar.

Paso a paso en silencio, admirando la belleza del paraíso.

Eramos almas, estábamos en el lugar mas hermoso que Dios creo, disfrutábamos de paz y tranquilidad, los ángeles tocaban hermosa música y regalaban hermosos cantos con su melodiosa voz, las almas solo podíamos admirarlos.

No teníamos un genero, no teníamos un nombre ni una apariencia física, Dios no sentía la necesidad de distinguirnos siendo almas en el paraíso, pero nosotros nos creábamos una imagen para diferenciarnos, siendo tantas como eramos lo mejor era tener una imagen distinta, jamas nos poníamos un nombre, no teníamos el poder de nombrarnos y nadie lo haría sabiendo lo que eso implicaba, responsabilidades sobre quien has nombrado...

Yo me había creado mi imagen sencilla, delgado y alto, de cabello largo y negro, ojos grandes y sonrisa aun más grande, de rasgos perfilados y delicados... Por que así me sentía, como alguien demasiado frágil.