Capitulo 1

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La puerta resono estruendosa y Helena corrió hasta ella, ajustando la tira de su bata, para abrirla de un tirón. Del otro lado una chica alta, delgada, con pelo de color castaño claro y de ojos marrón café, miraba a su mejor amiga casi haciendo un puchero.

-¿Estás bién?

Fué suficiente para la chica. Hechandose a llorar, se lanzo a los brazos de su amiga y se refugió en su cuello que pronto se humedecio por las mismas lágrimas.

-Son las cuatro de la mañana, Kayla. Casi me dá un ataque cuándo me llamaste llorando y corriendo por la calle.

-Lo siento, lo siento. En verdad lo siento.

-¿Qué pasó?

-Mauro. ¿Qué más me podría pasar más que él? Mi eterno karma.

Helena la hizo pasar, cerrando la puerta tras ellas, y la sentó en el sofa.

-Cuentame, ¿qué hizo el idiota esta vez?

-En la tarde, me había pedido que me vistiera hermosa porque ibamos a tener una cena importante. Lo hice. Me puse el vestido negro ajustado, el de media manga. Me pinté-sonrió la chica, mientras más lágrimas caían- y me perfume.-miró a su amiga- Pero jamás llegó. Apareció hace una hora. Borracho, oliendo a cigarrillo, con marca de labial en la camisa. Su cuello todo marcado por mordidas. Lo insulté y él me devolvió los insultos. Le dije que ya no sabía para que seguíamos con esto si esto iba a pasar siempre. Helena, estoy cansada. Esto lleva siglos así y estoy agotada.

-¿Que hiciste?

-Lo dejé.

-¿De nuevo?

-Sí.-agachó su cabeza, avergonzada por las palabras "¿De nuevo?".

-¿Y crees que esta vez sí dure?

-Eso espero porque no quiero volver con él.-miró a su amiga y le tomó las manos.- ¿Puedo quedarme esta noche aquí? Sólo será esta noche y...

-No me vengas con tus frases educadas. Tienes la cama y la bañera lista para que te duches y te acuestes a dormir. Mañana vamos por tus cosas.-le palmeo la rodilla y se levantó.

Kayla la miró, sorprendida.

-Okey. Gracias... Buenas noches.

-Buenas noches.

Kayla sacaba la última caja con sus pertenencias y se la daba a Helena, que salía del departamento y se la daba a Marco, el amigo en común de ambas, y volvía a entrar. Justo en ese momento, pudo oír como Mauro lloraba.

-Por favor. Por favor, no te vayas. Cinco minutos te pido. Sólo eso. Déjame solucionar las cosas.

-Cuatro años tuviste para arreglarlo, Mauro. No vengas a querer hacerlo ahora. Ya es tarde. Me voy.-dijo y se colgó el bolso lleno con algunas prendas de ropa en el hombro y tomó una maleta que había quedado sola en medio del departamento.

-¡Vas a volver! ¡Como siempre! ¡Ni siquiera tendré que ir a buscarte! ¡Porque no te puedes alejar de mí! ¡No hay nadie mejor que yo para tí, Kayla! ¡Recuerda eso!

-¡Púdrete imbécil!-le gritó Helena y, luego de enseñarle el dedo de en medio y decirle que podía meterse uno parecido por dónde no le daba el sol, cerró la puerta de un portazo.- Bien. Vamonos. Marco espera abajo.

Marco, un chico moreno, alto, con la cabeza rapada, levantó la vista cuándo ellas salieron y le tomó la maleta a Kayla.

-¿Listo, muñeca?

-Sí. Eso es todo.

-Muy bien. Sube a la camioneta.

Kayla levantó su mirada hacia la ventana que daba a su departamento y vió a Mauro, que la miraba con lágrimas cayendo por sus mejillas. Tragó saliva.

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