1- 6 La aparición

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Aquel sábado caía la noche, Bernardo aún saboreaba su gran victoria y despojado de la adrenalina provocada por la junta y mas reflexivo, se preguntó que contendría aquella carpeta llena papeles que mandó a robar la fatidica noche en que Lorenzo murió.
Mandó a llamar a sus hombres y les pidió que le alcancen el botín a su despacho.

Dentro de ella habia todo tipo de anotaciones, todas referidas a el. Denuncias con remitentes anónimos, un boceto de la carta que llegó a la presidencia y un sobre sellado que particularmente le llamó la atención. Al abrirlo su rostro comenzó a desfigurarse lentamente y a medida que leía sus ojos parecían encenderse, como si un fuego interno quisiera escapar por ellos.

La carta comenzaba haciendolo responsable si algo llegase a ocurrirle y que si esto sucediese se le brinde protección a Lucía, quien era señalada como victima. En la misiva detallaba la realidad a la que ella fue y seguia siendo sometida, dando detalles sumamente específicos que solo su cuñada le podría haber brindado.

Bernardo estrelló la carpeta contra la pared de un manotón, estrujó la carta entre su mano y con ella salió agitado de su despacho.
Cruzó la sala de estar donde María lo esperaba para anunciar la cena y como un caballo desbocado subió las escaleras ignorandola por completo.

Lucía seguía sumida en su tristeza, aún no lograba asimilar que su gran amigo ya no estaba y que ahora si ya no contaba con nadie.
Estaba frente a su espejo peinandose perdida, cuando intepestivamente Bernardo entró en su alcoba. Fue tan violento el golpe de la puerta que ella brincó de su silla.
Al verlo, solo atinó a cubrirse con sus brazos, pero el la tomó por sus pelos exijiendo una explicacíon mientras que intentaba meterle aquel bollo de papel en la boca.
Completamente desquisiado la empujó contra la pared, haciendo que se golpeé fuerte la cabeza y volvió a tomarla, esta vez por detrás, haciendo presión sobre su tráquea.

-No se de que hablas, sueltame o grito- amenazó ella con su último aliento

-¿Quieres gritar perra?!. PUES VAS A GRITAR ENTONCES - sentenció el hombre arrojandola sobre la cama mientras se avanzaba sobre su tembloroso cuerpo.

-NO! SUELTAME! - imploraba chillando mientras que con todas sus fuerzas intentaba apartarlo de encima suyo.

El metió violentamente la mano entre sus piernas despojandola de el camisón que la cubría y en seco le penetró con sus gruesos dedos la vagina. Lucía gimió asqueada, volvió a coger fuerzas y mordió su hombro. El en efecto le propició una trompada en la boca, rompiendole la comisura del labio.
Volvió a abalanzarse sobre su fragilidad y sacó el pene erecto de la bragueta de su pantalon y con la mano lo empujó hacia dentro de ella, quien solo pudo contener el aire de tanto dolor.
Mientras el mecía su cuerpo bruscamente, satisfaciendo su hombría, ella se mantubo unos segundos alienada, fijando sus pupilas en la lluvia que caía por la ventana.
El seguía montado sobre ella y cuanto mas cerca de eyacular estaba, sus movimientos se aceleraban violentamente, causandole aún mas dolor. En un descuido de placer, ella pudo darle un empujón logrando zafarse y salió corriendo de la habitación.
Bajó descarriada las escaleras donde se topó con Lupe y Maria, testigos oyentes de aquel feróz ataque, que la miraban con pena y compación. Se detuvo un segundo frente a ellas completamente humillada y se precipitó bajo la tempestuosa tormenta.

Galopaba sin sentido, escapando de nadie y de todo a la vez. De su boca y vulva brotaba sangre, que junto con el agua de lluvia empapaban su cuerpo y teñían sus blancas vestiduras.
Cayó desplomada al barro, la conmoción no le permitía sentir lo frágil y lastimado que estaba su cuerpo, su alma era le dolía mas.

En un acto inconsciente, llegó al único sitio donde alguna vez se sintió segura y abrió de un empujón el portón de aquella capilla, que se mantenía deshabitada. Desde ahi, miró desafiante al cristo yacente en la cruz y enajenada comenzó a caminar hacia aquella imagen.

-Por que?, dime ¿por que? - susurraba tiritando de frio y estupor.
Frenó y sin quitarle la vista, se desplomó en el suelo a llorar...

- Dime que quieres de mi, carajo!- mientras volteaba la vista hacia abajo tendida sobre sus rodillas.

- Disculpe- Gritó Juan de lejos mientras se acercaba asustado por su brusco despertar.

-Señorita, disculpe, se encuentra bien?- Estaba atónito intentando comprender que sucedía.

Hacia un momento habia escuchado el ruido de los portones desde su cama y penso que quizá habia sido el viento, pero al llegar se encontró con una mujer semi desnuda empapada tumbada en el piso.
Al ver que no contestaba se inclinó hacia ella y tomandola del brazo, la movió suavemente.

Señorita!- Exclamó en un tono mas amable aún.

En ese momento ella habia comprendido que no estaba sola en la la fria sala. Tragó saliva casi imperceptiblemente dirigiendo su mirada pesumbrosa hacia aquel hombre. El no tuvo mas remedio que seguír la trayectoria de sus ojos y rendido de toda voluntad racional quedo prendido en sus dos luceros.

Permanecieron cara a cara, presos de esa extraña noche. El aún sostenía su brazo con dulzura como si quisiera impedir que vuelva a desmoronarse. El silencio se apoderó del lugar, solo se escuchaba la lluvia furiosa que cada tanto les regalaba destellos de luz sobre sus rostros.

Un trueno rompió el trance en el que permanecían e inmediatamente Juan apartó su mano abochornado, se irguió sobre sus cunclillas y volvió a contemplar a aquella extraña mujer con mirada atormentada.
En toda su vida había imagindo semejante situación. Y pese a la consternación al ver su cuerpo herido, no pudo contener su propia naturaleza y al descubrír la aureola del pezón asomandose en la transparencia de su empapado camisón, experimentó una horda de pequeños cortocircuitos dentro suyo.

Lucía siempre habia sido muy bella, pero aquella noche, pese a todo lo sucedido, se veía salvajemente sensual. La combinación de el agua con el barro en la piel, resaltaban su tonificación natural. Aún a su edad, tenía los pechos redondos y firmes como una quinceañera.

Lo que estaba sintiendo el padre Juan, jamás lo habia explorado, al menos no de esa manera, sabia que eso estaba mal, que no era correcto y lo repimió con todas sus fuerzas.
Se concentró en socorrerla e inmediatamente se quitó la camisa para cubrirla mientras intentaba levantarla.

- Estas bien, estas a salvo - la contuvo susurrante en tanto la ayudaba a incorporarse.

-Me escuchas?, puedes oírme?- le preguntó al ver que ella tenía la mirada perdida.

Lucía asintió algo confundida y volvió a buscar los ojos del hombre.

-Puedes quedarte sola un momento? Iré por alguna manta y algo caliente, estas helada- le preguntó misericordioso.

Lucía volvió a mover su cabeza de arriba hacia abajo aprobando apenada.
Extrañamente, en medio de su caos, se sentía a gusto con el.

En ese instante y con un apice de claridad, se miro sentada semi desnuda e intentó taparse con la camisa de aquel hombre, descubriendo un cleriman.
Inmediatamente supo que el era sacerdote y una vergüenza letal la invadió y sin pensarlo demasiado se marchó.

Juan habia tomado sus cobijas y hervido un poco de te de hierbas.
Aun seguía confundido con la situación. Caminaba agitado y antes de doblár el pasillo cogio aire para clarificar la mente y salió.
Vaya sorpresa se llevó cuando aquella banca estaba vacía. Miro en todo sentido, pero no habia rastro de aquella mujer que pareciera haberse esfumado.

Miles de preguntas se apoderaron de él. No sabía su nombre ni qué le habia ocurrido y peor aún si seguía corriendo peligro. Intentó buscar rastros de ella en las afueras, pero pareciera incluso, nunca haber existido.

FINAL DEL CAPÍTULO

Continuará...

CARMESÍ ... el color de mis lágrimas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora