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Y ahora estambos acà, esperando que el último aliento alcanzará a la chica sin identidad que reposaba en el centro de esta sala virtual.

El primero en acercarse a ella fue el presidente de lo que fue Rusia. Un hombre ya mayor que gracias al dinero tuvo aún la posibilidad de tener una madre, probablemente es él único que sepa y entienda la importancia de ellas, no por el hecho de continuar con la humanidad, si no por los besos tan cálidos que solo ellas podían dar, por la manera tan dulce de cocinar algún postre; por que eran mujeres y solo por eso su valor era tanto que ni todo el dinero del mundo podía remplazarlas. El lo sabía.

El siguiente personaje en entrar era un viejo doctor que no veía más allá de su enorme barriga. Observaba a la chica como si fuera un experimento fallido. La desaparición de la raza humana lo traía sin cuidado, él ya había vivido lo suficiente; aunque lamentaba haber desperdiciado tanto de su tiempo con una especie inferior, como él consideraba al sexo femenino.

Luego se acercó el chico de la habitación verde, ese que se podía autodenominar su único amigo, recordó todas las noches que se acompañaron, y también cuando los experimentos terminaron. Él fue recibido como un héroe y ella como la peor basura del mundo. Se retiró con un breve movimiento de cabeza, iba a extrañarla pero lo superaría, después de todo, él seguiría siendo tratado como un Dios. Y no se podía extrañar algo que siempre fue una incógnita.

Uno de los hombres de aseo se acercó con la cabeza gacha, soltó un par de lágrimas y susurró con voz quebrada te odio. Y es que nada podía quitarle de la cabeza que si no fuera por ella, él hubiese podido ser feliz con el chico de la habitación de la puerta verde, hubiesen vivido su propia utopía. No entendía que no se puede amar a alguien que no sabe que es el amor.

El resto no se acercó, sabían que no tenían nada que decirle a la moribunda chica. Cuando la alarma sonó, y ellos supieron que ya no estaban al aire en una transmisión en vivo (claro, para el que pudiera pagar por un TVS) se retiraron. De seguro a aumentar más el consumismo desmedido, ya les quedaban pocos días y tenían que gastarlo en algo. Hacer más pobre al pobre siempre parecía ser el mayor placer del humano.

Me quedo unos momentos más escondido entre las cortinas, asegurándome que ya no hubiera nadie. No podía dejar de pensar en la basura que era este lugar, todo la tecnología era tan brillante y los que la usaban no brillaban ni un poco, ni siquiera como el carbón. Y la chica, ¡pobre mujer! Creció en una jaula disfrazada de oro. Me da lastima ver como muere cubierta de un fino manto de ignorancia, como se apagaba sin siquiera haber tenido la oportunidad de brillar.

Estoy pensando en regalarle un momento de felicidad, un baile con la muerte siempre ha sonado tentador, pero ni siquiera ella se ha dignado a venir, entiendo que a ella también le cueste venir y tomar la vida de esta chica; así que me toca a mí, siempre lo peor me lo dej...

¡Un robot! Ha entrado un robot en la sala, ¡uf! Todavía tengo que esperar un poco...

Se me hace conocido. Yo lo he visto en algún lado. Estoy seguro. Ese viejo color oxidado, las tuercas que rechinan al compás de un reloj, la mirada triste, impropia de un robot. Y la rosa, ¡claro! Es el robot que siempre le llevaba una rosa a su celda. La esta tomando de la mano y se la besa. La rosa la coloca en su cabello. Forzá todo su sistema para pronunciar unas palabras:

—Adiós Miss ultima, que. No. Que llore o por ti hu humana bella-a mu. Mujer —Su voz computarizada es difícil de entender, pero sus palabras, son tan... Sinceras.

No tiene un tinte romántico. No. No le alcanzo el tiempo al hombre para hacer que una máquina sienta amor. Pero sus gestos, son tan reales, no sé que sea, ¿nostalgia? ¿Comprensión?

Un robot con más humanidad que el hombre. ¿Quién lo diría?

Ella le sonríe, con mucho esfuerzo se retira la máscara de oxígeno que la ata a la vida, sus ojos reflejan gratitud. Lo acaricia en su metalica mejilla y luego niega con la cabeza. Otra de las cosas que yo más admiraba de las mujeres es esa capacidad de comunicarse sin pronunciar palabras y aun así hacerlo de manera tan dulce. Los hombres siempre han sido más brutos para estas cosas.

No quiero arruinar el momento.

Pero el tiempo se me acaba, la máquina se marcha y yo prosigo con mi trabajo. Llevármela.

Tomó su alma con miedo a que se rompa, me regala su último aliento con un signo de interrogación marcado en su rostro. No sé porque pero solo con tenerla soy tan feliz ¿Hace cuanto un humano no valora la presencia de ella, como lo hago yo? Nos alejamos bailando, tejiendo recuerdos, riendonos de la desgracia de los que se quedan. De los que la perdieron.

Su sonrisa es radiante, parece iluminar el sitio oscuro al que llegamos. No hay nadie que no se voltee a verla. Y al fin ella es ella. Yo sigo riendo, porque los de arriba no saben lo que les espera. Y es que perder a la mujer solo les trajo penas. Un Dios que les dio la espalda y aue ya juega con otros juguetes. Locurda disfrazada de cordura, caos, llanto, impotencia, dolor. Y pensar que aun así hay hombres que no saben, que no comprenden su valor.

Idiotas.

Ya no pueden recuperarla, sufriran más que un infierno sin ella, lloraran su propio corazón, sangraran sus tripas, vomitaran su alma. Yo me encargaré de ello. Si tan solo lo hubiesen sabido. Pero se les fue de las manos, por el mas puro ego, por los prejuicios la perdieron. Y esta vez, ya no habrá otra última.

La última Donde viven las historias. Descúbrelo ahora