Luna - Parte 5

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Cuando mi padre me pidió que tomara mis alimentos, no quise hacerlo, dejé la comida sobre la mesa y me dirigí al colegio, tomando mi mochila y sin mirar si los libros estaban completos. ¿Qué importancia tenía? Lo recordaba todo, hasta el más mínimo detalle que en ellos se encontraba escrito.

Inicié mi peregrinación con el ardor en mis ojos; mi piel también sufrió unos cambios extraños: se había vuelto más sensible. Un perro salió a mi encuentro, dio un par de ladridos y, al mirarme a los ojos, retrocedió asustado y se alejó sin motivos. Los testigos quedaron sorprendidos por la actitud del animal; sin embargo, los tranquilicé diciéndoles que, posiblemente, el can había escuchado el ruido sordo de mi silbato de cacería.  Intercambiaron miradas y volvieron a sus asuntos. Yo sabía que no era verdad, pero no me interesaba dar explicaciones.

Por el camino, me encontré a Diana, la chica que presenció el ritual de antaño, aunque, por ese entonces, yo lo ignoraba. Me saludó.

Pasé como si no la hubiera visto. ¿Cuándo había surgido esta actitud altiva? Ella permaneció en la esquina, observando cómo me alejaba sin mostrar expresión alguna en su rostro. Interpreté aquello como algún intento de agresión contra mi persona, ya que, hasta ese momento, había sido el pan de todos los días.

Entré por la puerta del colegio, el guardia de seguridad me miró de arriba abajo tratando de reconocerme sin conseguirlo, lo miré directamente a los ojos y desistió en su intento por detenerme.

Al entrar al aula, tomé la primera fila. Todos me contemplaron  extrañados y asombrados por haberme sentado en ese sitio. La maestra me preguntó si algo andaba mal y respondí así a su insistencia:

—¿Acaso es un delito sentarse en este pupitre?

—No, no lo es —me contestó—, solo que...

Se detuvo unos segundos antes de continuar. Luego, dijo:

—Comencemos la clase. Hoy, hablaremos de la notación algebraica.

Me pareció un tema muy aburrido. La profesora se acercó a mí tratando de intimidarme con su expresión de urraca vieja. Yo le sostuve la mirada.

—Parece que estás muy aburrido con la lección, Edmundo. Sal al pizarrón y escribe el problema que voy a dictarte, a ver si recuperas la atención.
—Con mucho gusto, maestra —le contesté.

LunaWhere stories live. Discover now