1: Canasta

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Soy de una familia excelente dentro del rango de nuestra ciudad: muchacha bien cuidada a sus diecisiete años, no se ha metido en ningún escándalo con los padres de sus amigas o profesores, se queda en casa a las diez de la noche y tiene un maravilloso novio desde la infancia al cual no está segura de amar pero sabe que fueron hechos el uno para el otro. Nos hemos hecho daño, sí, como cualquier pareja normal pero siempre volvemos el uno al otro, supongo que eso es una señal. Últimamente mi vida no ha sido tan atractiva como quisiera y eso me molesta, estoy por cumplir deciocho (a tres días) pero no hay nada digno de celebrar, algo que me aliente a seguir.

-No es posible -digo quitándome el cinturón, no voy a compartir auto con él- estoy harta de que siempre sea lo mismo: me engañas y luego vuelves a mí como si fuera yo tu especie de salvadora. No funciona así.

Tomo mi bolsa, él detuvo el auto, no hay marcha atrás, debo tomar un taxi para volver a casa pero no me importa porque prefiero eso a compartir auto con él.

-Si te vas -dice cuando estoy a punto de cerrar la puerta- no habrá marcha atrás, habremos terminado para siempre y serás la comida de toda la sociedad.

Prefiero eso a tener que seguir besándote.

-No me importa -digo cerrando la puerta.

Él acelera y ahora sé lo que he hecho, ha terminado mi vida como la conocía, bueno, una parte de ella. Comienzo a caminar por este lugar, en el GPS no me aparece ninguna ruta hasta mi casa pero sé que algún tipo taxista puede encontrarla, me asustan estos callejones pero me detengo frente a una tienda de autoservicio para dar la orden a la aplicación de que necesito un taxi.

-Señorita -dice una mujer a mi lado- ¿podría cuidar a mi bebé?

Mamá siempre dice que no confíe en las personas que vea en la calle pero ella parece inocente, podría decir que tiene mi edad, decido cuidar del bebé pero ella se va, huye, corre y no entiendo por qué, no soy tonta, sé que si se fue es porque no quiere al bebé pero entonces no sé qué haré con él. A simple vista luce hermoso e indefenso. Mi taxi llega pero retrasado cinco minutos, esos cinco minutos pudieron hacer la diferencia entre el bebé que tengo en brazos y no tenerlo.

-Llega tarde -digo- eso no es justo y no habla muy bien de usted como trabajador.

El muchacho me mira pero no dice nada, supongo que es mejor así, funciona para ambos ya que yo solo me estoy desquitando por lo que acaba de sucederme. Necesito averiguar dónde dejarlo, podré ocultarlo un poco de mi familia, al menos en lo que encuentro una casa hogar capaz de acogerlo sin hacer preguntas que no soy capaz de responder.

-Señorita -dice el conductor del taxi- le aseguro que el niño rico que la embarazó no va a hacerse cargo de usted, pierde tiempo y dinero.

Idiota, el bebé no es mío.

-Conduzca en silencio, por favor.

No puedo hacerme cargo del bebé, mis padres me echarían de casa por miedo a que hablen de mí, sin embargo, he escuchado cosas horribles sobre los centros de adopción y he visto demasiadas series sobre historias de niños que terminan en tragedia, es demasiado pequeño, demasiado inocente, es un varón y acabo de notarlo.

Hogar, dulce hogar...

-Suerte, señorita -dice el joven del taxi- va a necesitarla...

No necesito suerte para darle la cara a mi familia mientras tengo un bebé en brazos el cual no es mío y ellos lo saben de antemano.

***
-Bueno -digo dejando a la pequeña cosita del lado seguro de mi cama- no sé nada sobre bebés pero tienes suerte, puedo investigar y si no lloras, no nos descubrirán.

Bueno, primero necesito leche la cual debí haber comprado desde que lo dejó en mis brazos esa chica, segundo, necesitaré pañales y desvelarme para cuidarlo. No puedo pedirle ninguna de estas cosas a alguien del servicio o familia, necesito alguien externo y ya sé quién va a ayudar...

-Esto es todo -dice mientras me tiende la bolsa- no creí que tú fueras la niña rica, tu familia debe ser de mente muy abierta como para dejarte conservar al bebé.

No hagas más preguntas, bobo.

-Si necesito algo más, te llamaré, muchas gracias por nada.

Él no merece que sea grosera con él pero no tengo opciones y menos cuando he gastado toda mi mesada en ese bebé y las cosas que necesita, no puedo creer que este vaya a ser mi regalo de cumpleaños, es imposible, una muy mala jugada, prácticamente soy María pero sin el embarazo.

Abro la puerta de mi habitación y ahí está en mi cama: un bebé que fue enviado a un mundo sin amor para él. Lo rodea el lujo pero nada de esto es suyo y no creo que llegue a serlo algún día, pobrecito.

-No llores, precioso -digo intentando improvisar una fórmula para darle de comer- todo estará bien, lo prometo.

Mi familia podrá ser frente al público tal educada como lo desee pero con las puertas cerradas ya se hace un desastre, ejemplo de ello es que no son amantes de tocar la puerta antes de entrar. Mamá acaba de entrar asi y pega un grito horrible al verme con el bebé en brazos.

-Amelia Adams -dice acercándose a mí- ¿de dónde has sacado esto?

No entiendo su pregunta, es como si no supiera mi vida. Realmente confuso a decir verdad. Nunca tuve un vientre o un parto pero me aparezco con un bebé después de haber salido con mi ahora exnovio.

-Bueno -respondo pero sé que no me va a creer- una muchacha me lo ha dado en la calle, luego huyó pero yo no sabía que ese era su plan y aqui tengo al bebé.

Le comienzo a explicar cada rasgo de la chica pero tal parece no creerme, le aseguro que buscaré una casa hogar tan pronto como amanezca y que todo va a estar bien en un par de días, como si nada hubiera sucedido.

-Tienes hasta tu cumpleaños para resolver esto y si no... -esa pausa simboliza su grandioso drama- pues vete despidiendo de cualquier cosa que ames y aprecies.

Bueno, mi biblioteca personal sería algo que odiaría perder o tal vez estos lujos o la bonita tarjeta de crédito negra.

-Lo resolveré -le digo- lo prometo.

Mamá instantáneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora