El lugar es precioso, creo que nunca en mi vida había respirado un aire tan fresco y limpio como este y agradezco hacerlo, supongo que sea cual sea el trabajo vale la pena con solo estar aquí, he de confesar que estoy demasiado asustada porque no soy de esa clase de personas con dieciocho años y una valentía sorprendente, soy de las que juegan en el lado contrario. El lugar es verde, hay parcelas que siembran fresas, uvas, lechuga y un sinfín de alimentos que seguramente comí en alguno de estos restaurantes caros a los que solía ir con mi exnovio.
-Es muy curioso -digo- es casi fascinante tener una vista así.
Él comienza a hablar de la infinidad de lugares que hay para salir a pasear pero le digo que eso no está en el plan hasta que el bebé pueda hacerlo y es real, solo hasta que tenga edad comenzaré a salir; lo veré irse a la universidad antes de cumplir cuarenta años. Mierda, sabía que estaba olvidando algo, debo hacer el registro.
-Tengo que registrarlo -digo pegando al bebé contra mi pecho- él no está registrado, no emmm... no lo había hecho por lo de mis padres.
Charlie asiente ligeramente y comienza a conducir hasta las oficinas, estoy nerviosa porque ni siquiera he pensado en un nombre para este lindo bebé que tengo en brazos. Tiene cara de Jacob pero le dirán Jake en el preescolar: Jacob Adams. Ponerle nombre a mis muñecas era difícil y ellas no eran conocidas por nadie, no quiero pensar en ponerle el nombre a un bebé.
-¿Qué nombre le pondrás?
Jacob y le dirán Jake.
-Se llamará Jacob Adams -respondo- llevará mi apellido porque nada debe ligarlo a su padre.
Y no será mentiroso.
-Es un buen nombre -me dice- y estoy seguro de que teniéndote a tí no va a necesitar a su padre.
Ni a su madre, espero. Tengo la idea de que las mentiras comienzan como un copo de nieve pero luego tienes que mentir para cubrir el copo de nieve y este se convierte en una bola de nieve, mientes tanto que un día ya has creado una avalancha que nadie puede detener y cuando suceda alguien saldrá herido, de eso no hay duda. Supongo que así serán estas pero espero que no resulte herido el pequeño Jake, eso me haría sentir un ser humano realmente terrible.
La oficina de registro está vacía, supongo que no hay muchas personas que registran a niños a diario y está bien, entre más rápido y menos preguntas, mejor.
Jacob Adams es la criaturita más hermosa que he visto en este planeta: sus ojos color café, la cabecita de él huele delicioso, sonríe de forma ocasional pero no tiene dientes aún y aprieta mis dedos como si fuera lo único a lo que valiera la pena aferrarse y bueno... espero que piense eso al menos por dieciocho años. Siento amor y no necesito enseñar una tarjeta de crédito para tenerlo. La muchacha que está haciendo el registro me pregunta por el nombre y lo digo, le aclaro que Charlie no es el padre pero será testigo del registro y que tiene alrededor de un mes de edad, no menos, es tan pequeño y hermoso.
-Eso ha estado bien -dice Charlie mientras conduce- estoy seguro de que manejarás sola la situación y lo harás muy bien.
Eso me hace sentir bien, pasé de ser una adolescente mimada a jugarle en el papel de madre soltera. Es un cambio drástico para tratarse de mí y mis mil y un miedos.
***
Es el primer día, tengo una casa un tanto estable y he encontrado un lugar dónde dejar al bebé mientras trabajo; estoy nerviosa pero Charlie me ha dicho que no hay razón para estarlo, todo estará bien.-No quiero que le hagan daño -digo con preocupación- es muy pequeño, no creo que tenga edad.
Trabajaré en un campo de fresas de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, me pagaran a doce la hora y tendré descanso sábado y domingo, supongo que está bien, ingresar a la universidad el año que entra y podré tener una vida normal en diez años. Cuando Jacob inicie la adolescencia será todo un niñito consentido por mí.
-Si en algún momento no resistes... avísame.
Pero claro que no haré eso, mi magia consiste en forzarme a ir más allá del límite que sienta, no me voy a forzar hasta caer agotada pero tampoco voy a renunciar a la primera de cambios... tengo una razón para durar de pie ocho horas. Cortar fresas no debe ser tan horrible... todo va a estar bien.
Cortar fresas es una actividad totalmente agotadora, a penas puedo mantener abiertos los ojos y aun me falta recoger al pequeño Jake de la guardería, Charlie ha dicho que puedo quedarme con él en lo que cobro mi primer sueldo y que ya después podré ver la manera de darle pequeños pagos cada semana si no quiero sentirme en deuda con él y eso es demasiado razonable, gracias Charlie.
-El primer día siempre es agotador -dice mientras salimos del lugar- lo es en cualquier trabajo aunque supongo que irás aprendiendolo.
Eso espero, no quiero terminar siendo un desastre o algo peor (si es que lo hay), necesito el empleo tanto como los pulmones oxígeno y no hay que ser un genio para saberlo. Las fresas huelen delicioso y toda yo huelo a fresa, es una fragancia embriagadora. La guardería queda a diez minutos del lugar donde trabajamos asi que llego rapido, muero por saber si está bien o no, es algo que simplemente necesito saber; ver sus ojitos me hará sentir mejor, supongo. Sé que no lo llevé nueve meses antes de llevarlo en brazos pero no creo que para tener una conexión sea necesario eso sí o sí.
-Hola precioso -dice Charlie cuando entro en el auto con el bebé- ¿cómo estás?
Yo no dejo de sonreír, no es que tenga mucho tiempo con él como para haberlo extrañado pero tampoco me fue indiferente el hecho de que no le cambio un pañal desde hace doce horas o que puedo parpadear sin que empiece a llorar.
-¿Por qué hace ese ruido? -le pregunto a Charlie, Jake se está poniendo azul- esto no es normal ¿cierto?
Sí, ya sé, no tiene experiencia suficiente como para decirme que pasa o que no pasa pero sabemos que algo no esta bien, mi tia Vivian solía ponerse de esa manera con las fresas, era algo horrible.
-Es alergia -dice en un susurro mientras acelera- tiene que ir al hospital mas cercano con urgencia.
He escuchado demasiadas historias sobre las alergias pero un bebé alergico a la fresa es la que más me da miedo y no solo un bebé sino el bebé por el que me he jugado mis lujos y la vida a como la conocía.