Era 18 de junio. Sé que para muchos puede ser un día más, pero para mí ni lo era, ni lo es, ni lo será. Aquel jueves dábamos por finalizado el instituto: nos graduábamos.
Sabía que no podía dejar escapar esa oportunidad, por lo que le pedí a Kate que fuese mi pareja en el baile, y como ya os he contado antes, por pena aceptó. Me puse el traje que sabía que le gustaba y fui a su casa. Una vez allí, llamé a la puerta y Kate me abrió. Quedé como el idiota que soy, pues no supe reaccionar al verla.
-Ee...eee...eee...
-Hola Marc, ¡estás muy guapo!
-Ee... Yo... Gracias.
Ella comenzó a reírse y sólo cuando ví su sonrisa pude decirle que iba radiante. Me devolvió un guiño de ojos y nos dirigimos hacia el que sería nuestro ex instituto. Todo el que la conocía iba a saludarla y a repetirle, una y otra vez, que era la chica más guapa de la fiesta. No mentían, aquello era verdad. Pasamos toda la noche hablando, haciendo el tonto y riéndonos. Fue entonces cuando decidí dar el paso. En el gimnasio del colegio comenzó a sonar "All you need is love" y le pedí que bailase conmigo.
Seguíamos el ritmo de la música, nos abrazamos y nos quedamos frente a frente mirándonos. Yo, que siempre he sido un completo desastre para todo, no iba a ser menos a la hora de bailar, y en el momento más romántico de todos, mientras la mayoría de parejas al rededor se besaban, pisé su pie. Ella abrió los ojos y la boca, y como lo había hecho durante toda la noche, empezó a reírse. No sabía donde meterme, notaba como me ponía rojo y quería desaparecer. Kate me dio un abrazo y me susurró al oído un "gracias por hacer de hoy un día inolvidable, patoso". Decidí echarle valor y besé su boca. Ella me correspondió haciendo lo mismo y nos fundimos en un largo beso.
Los primeros meses eran increíbles, teníamos plena confianza el uno en el otro y ni siquiera estar un mes separados en verano estropeó lo nuestro. Estaba loco por ella, y pongo la mano en el fuego porque ella también lo estaba por mí. Pero eso era antes... Cuando aún éramos unos críos. Teníamos 16 años y parecía que podíamos comernos el mundo, que nada podía estropear lo que sentíamos y lo que teníamos. Casi 4 años más tarde el tiempo demostró que yo mismo sería quien haría que todo acabase, pero no nos adelantemos al tiempo...
El día que cumplíamos 6 meses decidí presentarle a Adrià. Él siempre estaba ahí para mí, le recuerdo a mi lado desde el mismo momento en el que nací. Tenía 2 años más que yo, y como acababa de aprobar el carnet de conducir lo celebramos yéndonos a cenar él, Paula (su novia), Kate y yo. Puede que os parezca el plan para una noche perfecta, pero no lo fue. Todo lo contrario, discutimos por primera vez y me repetía una y otra vez que no debí presentarles tan pronto. Adrià dijo algo que ahora mismo no puedo recordar y Kate contestó mal. Dijo cosas horribles acerca de Adrià y yo me enfadé. Él era una persona muy especial en mi vida, por lo que no quería que mi novia se llevase una imagen contraria a lo que era.
Durante varios días Kate se negó a hablar de lo que había pasado, y cuando lo hizo no fue precisamente para arreglar la situación. Era cabezota y orgullosa, cuando decía algo lo llevaba hasta el final, así que sabía de sobra que aquella vez no iba a ser menos.
-Marc, no quiero volver a ver a Adrià nunca. Y si tengo que verle, que ni me mire, ni me hable, ni me salude. Sé que a ti te importa, pero es que me saca de quicio. Su forma de ser, de actuar, de pensar... todo, no le soporto.
En aquel instante me parecía que aquella situación era imposible de arreglar, pasaban los días y cada vez que se veían ambos se ponían mala cara. No podía aguantarlo, ninguno de los dos entendía lo importante que era para mí que al menos intentasen no odiarse. Y supongo que yo jamás entenderé como tras cuatro años de odio, la que para entonces era mi novia y mi mejor amigo pudieron terminar juntos.