CAPÍTULO 22

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Nick le pidió a Bastto que lo llevase de regreso a la casa apenas salió de la última reunión, una hora después de haber llegado, de NNW. Había ido para dialogar con las personas encargadas del área de sistemas y conocer los avances que se estaban implementando debido a un nuevo software de diseño que procuraba mantener la seguridad digital de la compañía. Y ahora que tenía que ir a Coast Industries se daba cuenta de que había dejado la portátil en casa. Podía estar el día entero usando la nube desde la oficina y descargar sus archivos, pero lo cierto es que ese imprevisto resultaba la excusa perfecta para volver a ver a Zoey.

Mientras el automóvil conducido por Bastto sorteaba el tráfico londinense, Nick miró la hora. Zoey todavía estaría en casa. Sonrió. Ella le había dicho que esa mañana iría un poco más tarde a la oficina. Él tamborileó los dedos sobre la tela oscura de su pantalón del traje de corte impecable. Nick no solía olvidarse nada en casa, ni en ningún otro sitio, y justificaba su descuido por haberse quedado hasta lo último que podía con su esposa esa mañana.

La mujer de quien estaba enamorado.

La mujer que amaba...

Ante la realización de cuán inmensa era la magnitud de sus sentimientos por Zoey, hasta el punto de haberles dado un nombre que jamás creyó posible, esperó sentir pánico tal y como solía sucederle cuando sus amantes o novias le confesaban sus emociones por él. Esperó un rato más, pero la única certeza era que se sentía liviano. Más ligero.

Después de todas las circunstancias agridulces en su pasado con Zoey, por lo que siempre estaría arrepentido, no podía si no dar gracias a las fuerzas que se habían confabulado para que una mujer tan maravillosa lo hubiera aceptado como su esposo. No solo eso, sino que se sentía humilde ante la certeza de que ella también lo amaba. Se lo había dicho tantas veces, y él, tan imbécil, no respondió como su corazón le gritaba con tanta certeza. Estuvo ciego, y, sí, un cobarde ante la debilidad de saber que una persona tenía su corazón en las manos podía causar. Había preferido negarlo, como si eso pudiese haber mermado la magnitud de lo que Zoey lo hacía sentir, en lugar de aceptarlo como el regalo que era el poder amar. Maldita la hora en que dejó que su cerebro ganase la partida.

¿Existía una sensación más placentera y regocijadora que el saber que tu amor era correspondido? No. Claro que no.

Necesitaba ver a Zoey, pedirle que no dejara de amarlo, porque él la amaba como jamás creyó que fuese posible. Tenía que decírselo. Mirarla a los ojos y repetirle una y mil veces, las ocasiones que fuesen necesarias, para que ella lo creyera.

Nick estaba seguro de que jamás podría sentir tan profundamente la libertad de amar a una mujer, como lo hacía con Zoey.

—Bastto, sortea el condenado tráfico que tengo algo importante que decirle a mi esposa —dijo Nick.

El conductor le sonrió por el retrovisor, como si fuese conocedor del esclarecimiento emocional de su jefe. Pero no era así. Bastto tan solo era una persona amable y sonriente por naturaleza.

—Sí, señor. En eso estoy —replicó tocándose el invisible borde de una boina.

***

Kelly parecía estar meditando las palabras que iba a pronunciar a continuación, y la paciencia de Zoey estaba acabándose. El reloj cucú que habían instalado en la sala era el único sonido de momento.

—Soy, en teoría, tu hermana —dijo mirando a un par de ojos que compartían el mismo color de los suyos. La única diferencia física entre ambas era el tono de cabello. Kelly era rubia, y Zoey, castaña. Los rasgos faciales eran bastante similares. La forma del mentón y los ojos.

Votos de traición (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora