Después de la traición de Terra y la brutal victoria sobre el Hermano Sangre, los Titanes intentaban, lentamente, regresar a la normalidad. Sin embargo, la tranquilidad era una ilusión frágil, y nadie lo sabía mejor que Raven. Los demás intentaban reír y relajarse, pero la hija de Trigon siempre había sido diferente. Su mente no conocía la paz. Especialmente ahora, cuando sentía la constante presión de la oscuridad, una sombra que se arrastraba en los rincones de su alma.
El jardín de la Torre, cubierto por una tenue neblina nocturna, era uno de los pocos lugares donde Raven podía encontrar un respiro. Rodeada por el silencio, se sentaba entre las plantas, tratando de meditar. Sus manos descansaban en su regazo, y el ligero susurro de las hojas al viento era la única melodía que la acompañaba. Pero esa noche, la paz que buscaba no llegaba. En cambio, sentía la creciente presencia de su padre, como si la oscuridad misma estuviera respirando sobre su cuello.
Una voz resonó en su mente, profunda y sombría.
—Libérame, Raven... juntos dominaremos este mundo —la voz de Trigon envolvía su conciencia como un veneno dulce, que lentamente socavaba su resistencia.
Raven frunció el ceño, concentrándose en su mantra. La oscuridad en su interior siempre había estado presente, pero había aprendido a mantenerla a raya. Hasta ahora.
—Jamás te liberaré —respondió con firmeza, aunque sabía que su padre no se detendría ante palabras vacías.
Unas carcajadas profundas sacudieron su mente.
—¿Crees que puedes detenerme? Eres débil, hija mía. Apenas puedes controlar tus propios poderes, y mucho menos puedes controlarme a mí.
El aire se volvió denso. Raven apretó los puños sobre sus piernas, su cuerpo temblando mientras sentía una ola de dolor invadir su mente. La presión era abrumadora, como si las paredes de su mente se cerraran sobre ella. Abrió los ojos de golpe, el cielo estrellado se distorsionó ante su mirada. Trigon estaba ganando.
Una lágrima rodó por su mejilla antes de que el control se desvaneciera. Sus cuatro ojos rojos brillaron, reemplazando los ojos violetas que la caracterizaban. La calma había sido su mayor arma, pero ahora... Trigon la dominaba completamente.
Sin palabras, se levantó del suelo. Sus movimientos eran lentos y calculados, como una marioneta manipulada por hilos invisibles. Aunque su cuerpo seguía siendo el mismo, algo en su postura había cambiado. Raven había sido subyugada.
Caminó en silencio hacia la Torre, sus pasos apenas hacían ruido en el suelo húmedo. Al llegar, vio a sus compañeros. Jaime y Garfield reían sin preocupación, envueltos en su propio mundo de videojuegos, mientras Starfire tarareaba una canción mientras cocinaba. Todo parecía tan... normal, y eso la enfurecía. Pero la verdadera Raven estaba lejos de poder hacer algo al respecto.
Pasó de largo, sin interactuar con ellos. No había necesidad de fingir. Trigon tenía otros planes, y su tarea no era otra que encontrar el lugar ideal para desatarlo. Al llegar a su habitación, cerró la puerta tras de sí y dejó que la oscuridad la envolviera. El mapa que había en su mente era claro: un templo antiguo, olvidado por los humanos hacía siglos, escondido en las profundidades del océano. Sería allí donde Trigon emergería, libre para devastar el mundo.
Con Damian
Damian Wayne nunca había sido alguien fácil de sorprender. Desde niño había sido entrenado por los mejores asesinos del mundo, y más tarde por Batman, su padre. Había enfrentado enemigos que otros solo conocían en pesadillas, pero ninguna de esas experiencias lo había preparado para lo que sentía por Raven.
En la soledad de su habitación, practicaba con una concentración feroz. Su espada cortaba el aire con precisión mortal, los movimientos rápidos y letales. La meditación en movimiento era su forma de controlar su rabia, su frustración. Sin embargo, en ese momento, su mente estaba distraída. Algo en el ambiente se sentía... mal.
Y entonces, escuchó su voz.
—Damian... ayúdame... —la voz de Raven era débil, quebrada, como si luchara por cada palabra.
Damian se detuvo en seco. La espada en su mano bajó lentamente, y por un momento su corazón se detuvo. ¿Raven? Esa voz no era la que él conocía, la voz segura y serena que le había salvado en tantas batallas. Esta vez, sonaba rota, desesperada.
Corrió hacia su habitación, su cuerpo movido más por instinto que por pensamiento. Abrió la puerta de golpe, y lo que vio lo dejó paralizado. El aire estaba pesado con una energía densa, oscura. El aura alrededor de Raven era tangible, pero no era la usual energía violeta. Era roja, como sangre, y palpaba como si tuviera vida propia.
El resto del equipo llegó poco después, sus rostros llenos de confusión y miedo. Starfire fue la primera en hablar, pero las palabras murieron en su boca cuando vio a su amiga poseída por una energía demoniaca.
Damian dio un paso hacia ella, su mano extendida como si pudiera alcanzarla. Pero entonces, una risa estridente llenó el aire, haciendo eco en cada rincón de la habitación.
—Raven ya no está aquí —la voz de Trigon salió de los labios de su hija, gélida y burlona—. Ahora me pertenece, y ella me liberará. Ninguno de ustedes puede detenerme. Este mundo caerá, y yo lo gobernaré... con ella a mi lado.
En la mente de Damian, las palabras de Raven resonaban, ahogadas por el llanto.
—Damian... no puedo... detenerlo...
—No estás sola, Raven. Vamos a salvarte —respondió Damian, con la voz cargada de una furia contenida—. No te dejaremos caer.
—Lo siento... —la voz de Raven se desvanecía, mientras el control de Trigon se hacía más fuerte.
Sin aviso, Raven desapareció, dejando solo una sensación opresiva en el aire. Damian cerró los puños, sintiendo cómo la impotencia lo consumía. La habían perdido... pero no por mucho tiempo.
Trigon había llevado a Raven lejos, muy lejos de la Torre. A las orillas del océano, donde las antiguas ruinas de un templo olvidado por la humanidad se ocultaban bajo las aguas turbulentas. Allí, el portal que lo había atrapado en otra dimensión durante tanto tiempo se mantenía, sellado, pero vulnerable.
Raven flotaba sobre las aguas, sus ojos aún brillaban con esa maligna luz roja. Sin dudarlo, se llevó las manos a la frente y arrancó la gema que mantenía a su padre encarcelado. Un destello oscuro iluminó el cielo mientras la gema se desintegraba, liberando la esencia del demonio.
Trigon emergió en todo su poder, un titán de oscuridad que eclipsaba el mismo horizonte. El aire alrededor se llenó de un calor abrasador, mientras las aguas se retiraban como si temieran su presencia.
—Bien hecho, hija mía —la voz de Trigon resonó como un trueno.
Raven, aún bajo su control, se inclinó ante él.
—Gracias, padre...
Dos días después
El mundo que una vez conocieron se había convertido en una pesadilla infernal. Las ciudades estaban en ruinas, las nubes de tormenta teñidas de rojo cubrían el cielo permanentemente. Demonios vagaban por las calles, y los humanos, despojados de su voluntad, servían como esclavos del recién liberado Trigon.
Los Titanes y la Liga de la Justicia habían hecho todo lo posible para contener la destrucción, pero incluso los héroes más poderosos del mundo habían sido superados. Superman, herido gravemente, yacía bajo los escombros de un edificio en Metropolis. Wonder Woman y Batman luchaban con todas sus fuerzas, pero sabían que no podrían resistir mucho más.
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𝐂𝐀𝐌𝐁𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐎 - 𝖣𝖺𝗆𝗂𝖺𝗇 𝖷 𝖱𝖺𝗏𝖾𝗇
Romance𝖰ue 𝗉𝖺𝗌𝖺𝗋𝗂́𝖺 si 𝖱aven estuviera de lado de su padre? 𝖫ee esta historia y sabras lo que 𝗉𝖺𝗌𝖺𝗋𝖺́. . .