Parte I. Capítulo 4

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M: No me pongo a la defensiva, solo que yo estaba muy tranquila para que llegues a decirme aquí que soy rara. Pues no lo necesito, perdón si te molestó mi contestación pero no te he podido ser más sincera en estos momentos.

Chico: Bueno... 

M: Ahora si quieres quédate aquí, yo me marcho. 

Chico: Oye... acéptame como muestra de arrepentimiento que te invite a un café.

M: No es necesario, tengo que hacer cosas.

Chico: Venga, sólo un ratito. 

M: Está bien, pero me voy rápido que aparte de que tengo después clases tengo que hacer varias cosas así que no puedes robarme mucho tiempo.

Chico: No tardaremos mucho no te preocupes. Conozco una cafetería por aquí que hace los mejores cafés que he probado.

María lo miró una última vez y comenzó a seguirlo.

Chico: Y a ver cuéntame como te llamas.

M: Me llamo María.

Chico: Encantado María, yo soy Enrique. 

M: Igualmente. ¿Y está muy lejos la cafetería?

Chico: Qué va, es aquella que está allí.

María y Enrique llegaron a la cafetería y Enrique pidió dos capuccinos mientras María fué al baño. Poco después de tomar el café María se fue.

M: Hasta luego.

E: Dame por lo menos tu número para volver a vernos...

Pero María no se lo dió. Se fué prácticamente corriendo. Tenía prisa, tenía cosas no hechas que debía entregar ese día así que se fue a su clase a terminarlo ya que las clases comenzaban un poco más tarde. 

Entró en ese momento Natasha, una de las chicas populares por llamarlas de alguna forma e intencionadamente derramó su café sobre la camiseta blanca de María. 

María sin casi inmutarse mientras sentía como el café quemaba un poco su piel se levantó de la mesa y fué al baño a enjuagarse la camiseta. Pudo retirar parte del café que había impregnado su camiseta y consiguió que parase de quemar su cuerpo. 

Se miró varias veces al espejo y se sentó en una esquina del baño. Puso sus manos sobre la cabeza y allí se quedó hasta que fué la hora de entrar en clase. 

Reocgió todo y fué sin articular palabra con nadie, sin hacer el amago de girar la cabeza, cruzando todo el pasillo hasta su clase. Cuando todo el mundo la vió llegar con la camiseta blanca manchada se rieron y ella los ignoró. 

Natasha: Qué bien le queda la combinación de marrón-blanco, ¿no creen chicos?

M: Estoy harta de las personas como tú, os creéis superiores porque sois populares, bueno... populares por decir algo porque que una persona sea popular por sus faltas de respeto continuas hacia el resto de sus compañeros me parece una estupidez. Como tú, que eres una estúpida.

Natasha: ¿Pero quién te crees tu niñata para venir a mí a decirme que soy una estúpida?

M: ¿Y quién te crees tú para tirarme el café encima? ¿Te da envidia mi ropa y por eso siempre te riés de mí? ¿Te da envidia que a mí mis amigos me quieran por como soy y a tí solo te quieran para pasar el rato, sacar algo de provecho y poco más? ¿Te da envidia? Pues la envidia es insana y más para personas como tú que lo único que buscan es hacerle daño a las otras. 

Natasha: No sabes cuanto te odio zorra.

M: ¿A mí me llamas zorra? Te recuerdo que aquí la única que se acuesta con 200 tíos diferentes eres tú, ten cuidado no vayas a ir contagienod por ahí alguna enfermedad de transmisión sexual anda que con la de tíos con los que te has acostado seguro que algo pillaste...

Natasha: Si pillé, algo para pegarte una buena ostia en la cara y callarte la puta boca de una vez que estás tú muy subidita. ¿Qué paso? ¿Estás feliz?

M: No estoy feliz, siemplemente que necesitas que alguien te calle esa boca tan sucia que tienes para ir inventando de la gente y reirte de ellos. Lo primero que deberías de hacer sería mirarte al espejo y pensar si realmente la que tiene que cambiar algo eres tú. 

Natasha: Acabaste con mi paciencia puta niñata. 

Natasha cogió a María y la tiró al suelo. Comenzó a pegarle patadas y puñetazos mientras el resto de compañeros reían sin descanso. María quedó allí tirada en el suelo sangrando hasta que llegó uno de sus amigos.

Alejandro: María...(Gritó)

M: D-De-ja-me. 

Alejandro: Necesitas ayuda, déjame que te acompañe al médico.

M: Yo... yo puedo sola. Vete con Natasha, me dí cuenta de que vives súper enamorado de ella, no sé que haces aquí.

Alejandro: María no te voy a dejar así, eres mi amiga frente a ninguna otra persona por mucho que me guste.

M: Ojalá esto acabe de una puta vez.

Alejandro: ¿Y por qué le respondes si sabes cómo va a acabar?

M: Porque estoy harta de que todo le mundo invente de mí cuando ella es la única que tinee que sentirse avergonzada por lo que hace. Estoy harta de ser el títere o marioneta de todos los compañeros de la clase, estoy harta de ser el payaso de circo porque déjame decirte que no soy ningún payaso por si tenías la duda. 

Alejandro: Ya sé que no eres un payaso pero cada vez que le respondes acabas así María, ¿no crees que es mejor aguantar insultos que una paliza?

M: ¿Sabes cuál es el problema? Que estás pensando que lo mejor es quedarse callada y todo por miedo pero déjame decirte que no, que no le tengo miedo ni a Natasha ni a nadie. Que si me quieren hacer algo que me lo hagan, tampoco pierdo mucho. Alejandro, estoy harta de que todo el mundo sea igual conmigo.

Alejandro: No todo el mundo, yo no soy así.

M: Estás promoviendo esto, tú al decir que me calle abolias mis derechos como persona, prefieres que me deje insultar a que me den un paliza cuando ni sabes que el abuso físico duele hasta menos que el abuso psicológico. Eso es lo peor. 

Alejandro: María no saques las cosas de contexto, lo que no quiero es que te hagan daño. 

M: Entonces me deberías de ayudar contándoselo a la directora para que expulsen a Natasha de aquí y no siga abusando del resto de los compañeros porque te aseguro que no soy la única. 

Alejandro: No puedo arriesgarme. 

M: ¿A qué no puedes arriesgarte? ¿A que Natasha se enfade contigo por ir a contarle esto a la directora? Vete Alejandro vete, no necesito tu ayuda, puedo yo sola con esto y más. 

Alejandro: Pero no te lo tomes todo a mal.

María aunque le costó bastante se levantó y se fué de la clase. Se quedó sentada en un pasillo mientras la gente se quedaba mirándola. María mantenía su compostura porque no quería que nadie se preocupase por ella, no había nada que odiase más que tener a mucha gente alrededor porque se agobiaba. 


Siete mil razones sin ningún motivo.Where stories live. Discover now