Prólogo

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En la tranquilidad de la fría noche, Thor, hijo de Odín se removía entre las suaves sábanas de su gran cama. Agitado y levemente sudado, pudo jurar que escucho su voz, esa suave voz que desde siempre le calmó y le agitó el corazón. 

- Loki...- Susurró entre sueños. 

En la enorme habitación la oscuridad reinaba, y en medio de ésta, una tenue luz lograba iluminar unos ojos esmeralda que veían con dolor y tristeza a su hermano y amante. Loki caminó suavemente, sus pasos eran apenas audibles. Cuando estuvo de pie frente a Thor estiró su mano hasta su sudada mejilla y la acaricio con esa delicadeza y elegancia que le caracteriza. Sintió entonces un enorme dolor en su pecho.

Esa noche, Loki se iría de Asgard, ya no soportaba más vivir en esa tonta celda, aunque su madre se esforzaba en que fuera lo más parecida a su habitación y las visitas nocturnas de Thor le encantaban no era algo lo suficientemente bueno como para que él aceptara estar encerrado por la eternidad. Con algo de magia logró dormir a los guardias, un plan que le tomó casi un año planear podría en este momento irse por la borda, por el simple hecho de que no podía desaparecer sin ver nuevamente a ese rubio idiota.

Dio unos pasos atrás mientras llenaba sus pulmones de aire y lo soltaba por la boca lo más tranquilo posible. En su mano entonces, apareció aquella daga que tanto amaba, la apretó suavemente y la dejó a un lado de Thor, "un recuerdo nunca es malo..." se dijo a sí mismo.

Antes de salir de esa habitación tomó aquella chamarra midgardiana que siempre usaba cuando iba y presionó suavemente sus labios contra los de aquel rubio que dormía, ahora más tranquilo que cuando llegó. Por su mente cruzó entonces que esa fría noche la sentía más cálida.

Thor, en su sueño... se encontraba besando a su amado hermano, juraría entonces que realmente lo había besado y que incluso escucho un dulce "Te amo" de esos fríos y venenosos labios. 

A la mañana siguiente, cuando despertó notó la daga a su lado, la tomó con fuerza en sus manos y corrió tan rápido como pudo a los calabozos. Sintió sus ojos humedecerse al ver esa celda vacía. 

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