Aiden Cabab miraba con atención las motas de nieve caer por la ciudad que se encontraba en calma bajo la tenue luz de la luna, casi era media noche y todavía no lograba conciliar el sueño, reconoce que tiene problemas para dormir desde los 8 años, pesadillas extrañas con criaturas bestiales o animales antropomorfos que lo juzgaban en silencio atormentaban sus sueños todas las noches siempre a la misma hora. Solo lograba un sueño tranquilo cuando pasaban las 5 de la madrugada. Su madre que se consideraba a sí misma una experta en experiencias del sueño, culpaba de sus pesadillas a sus hábitos de leer cuentos tontos de personajes monstruosos que devoran a los niños, Angella Cabab no se consideraba una madre estricta con sus hijos, creía que debían aprender por sí mismos sin llegar a desprenderse de ella, no quería mal criarlos pero tampoco que la vieran como una mujer ausente de ellos, a fin de cuentas criar 4 muchachos no es tarea fácil de manejar, más aún si todas las noches antes de su hora para levantarse Debía entrar al cuarto del mas pequeño para calmar sus gritos,o crisis de llanto tras una fuerte pesadilla, había repetido este ritual durante casi toda su vida y las ojeras marcadas bajo sus ojos decían que podía incluso haber sido desde mucho más tiempo.Cuando Angella entró al cuarto de Aiden arrastrando los pies para no despertar a los demás y arruinar por completo sus intentos por dormir y tenerlos dormidos, miro a su hijo que sollozaba por la reciente pesadilla, le preguntó si quería que se sentara junto a él o prefería que se quedara en la silla que tenía al lado de la cama donde Aiden acumulaba ropa limpia sin doblar.
El muchacho respiró como pudo entre las lágrimas secas y le señaló la cama, Angella asintió.
– ¿Que fue esta vez?- Aiden no dijo una palabra, se rehusaba a hablarle, no por que no quisiera, el motivo se podía observar en sus manos temblorosas. todavía estaba demaciado agitado para articular una palabra coherente a su madre, que lo miraba con cansancio como si le dijera que por una vez en su vida, la dejara dormir.
Sus hermanos habían aprendido a soportar las pesadillas y no era tan común en ellos recibir la ayuda nocturna de su madre, la mujer centró sus fuerzas en el menor de los cuatro hermanos a demás de que estos se incomodaban con la idea de despertar a la mujer para atenderlos a ellos, cuando sus edades eran desde los 18 años hasta los 22, creían que era demaciado inmaduro de su parte comportarse como niños asustados en busca de su madre, incluso llegaban a comparar, en momentos de frustración, su actitud y problemas con los de su hermano menor, quien no hacía más que exigirles dejarlo en paz.
Cuando por fin pudo calmarse, Aiden miro a su madre cansado y esta entendió que el también estaba harto de esa rutina tortuosa de pesadillas.
– Fue un perro, uno muy grande, de color rojo, parecía un huskyer tétrico, no tenía ojos y sonreía- dicho esto, empezó a temblar al recordar como el animal lo seguía corriendo dentro de su casa, que era de dos plantas, la baja donde se encontraba la cocina, el cuarto de sus padres el cuarto de lavado, la segunda planta, cuyo acceso único era por una escalera de caracol inglesa que su padre amaba por su estructura antigua, estaban ubicados los cuartos de sus hermanos y eventualmente el suyo, cuando se subía, podías ver las puertas personalizadas de cada habitación dividas por un largo pasillo.
Aiden soñaba que ese pasillo era más largo de lo habitual y las puertas pasaban de 4 a contar 28 en su carrera por huir del perro, cuando al fin llegaba a su habitación y lograba abrir la puerta para encerrarse en ella, solo podía escuchar susurros y gruñidos, como si hubieran más personas ahí adentro, un fuerte vértigo de apoderaba de el y al intentar encender la luz, en vez de tocar el interruptor de plástico en la pared, tocaba una mano filosa, la luz se encendía y solo veia una luz roja parpadeante y volvía al pasillo, donde al final de este en la oscuridad, una figura alta y delgada, con brazos como desgarrados y una sonrisa espeluznante, junto al perro, corrían s toda velocidad. Es justo cuando lo alcanzan que despierta.
Su madre no pronunció más palabras y lo abrazó para calmar sus temblores, luego le pedía que se metiera a la ducha tibia para limpiarse el sudor, traía un vaso de agua fresca y se lo daba, cuando el muchacho estaba más tranquilo, ella se marchaba y lo dejaba solo en su habitación con una lámpara del personaje Pokémon Pikachu que brillaba resaltando la cola del Pokémon.
Antes de irse miro la hora en el reloj sobre la mesita de noche de su hijo y se lamento para sus adentros cuando la hora Marco las 4:00 a.m.
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SOMOS UNO SOLO ( LAUGHING JACK × TU)
FantasiaA los niños desde muy pequeños se les enseñó que no deben entrar en el bosque. Historias fantasiosas sobre el bosque provocan en los infantes miedo, cuentos de criaturas que acechan en la oscuridad hambrientos, no deben ser perturbados. En toda fami...