El mar me llevó a ella

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Las olas chocaban contra las grandes rocas de la costa, el viento rugía y hacía que el agua se convirtiera en un terrible monstruo.

Esta historia ocurrió hace bastantes años. Cuando una joven sirena de una larga cabellera castaña vio un barco hundirse a causa de la gran tormenta. El capitán gritaba histérico dando ordenes, pero de nada servía, el barco ya estaba casi perdido. Exacto, soy esa sirena, la cual vio a un chico caer por la borda de aquel barco medio destruido y lo salvó, llevándolo hacia unas rocas de la costa.

Su cabello era negro como la noche y al abrir sus ojos pude observar unos profundos ojos esmeralda que hicieron que algo en mi se removiera, al despertar tosió varias veces, él solo me observo sin saber lo que ocurría pero al ver mi cola sus labios formaron una leve y dulce sonrisa mientras me miraba a los ojos.

—Hola...— Dijo en un tono sereno.

Solo sonreí aun mas y él posó su mano en mi mejilla tiernamente.
—Me has salvado la vida— Dijo él sin borrar la sonrisa de sus labios.

—Eso parece— Dije mirándolo con una sonrisa casi inexistente. Él se acerca a mis labios y los rozo durante cortos segundos, después me beso.

En ese momento no entendía lo que eran los humanos y menos aún el amor, solo me deje llevar y cuando mi cola desapareció al quedar completamente seca, mi cuerpo quedo visible. No puedo negarlo, fue una noche única, supongo que ya te imaginas lo que ocurrió.

Desde ese momento nos vimos todos los días al anochecer en aquellas rocas, hablábamos y también hacíamos alguna cosa mas, pero eso no me importaba especialmente, lo unico que veía era que estaba enamorada y quería pasar mi vida con él, pero no fue así. Nos vimos todas las noches, hasta la ultima. Esa ultima noche parecía mas oscura que las demás y en las rocas se encontraba él, como siempre. Salí del agua y me acerque por detras, al tocar su hombro noté algo raro, no era él. Era otro hombre, el cual me cojio de las muñecas y me empujo hacia atrás donde choque contra otro hombre, esta vez si era él, mi amado. Pero me ató las muñecas con cuerdas y me llevo arrastras hacia una cueva de la playa, donde me tiro al suelo con un fuerte empujón.

—¿Que esta pasando? ¿Porque haces esto? Por favor...sueltame— Supliqué mientras unas lagrimas recorrían mis mejillas. Él solo me miro seriamente —¡Venga! ¡Hacer lo que os dije!— Ordenó a los otros hombres que lo acompañaban.

Encendieron fuego y me llevaron al final de la cueva, donde levantaron un muro dejándome allí encerrada. A través del muro pude escuchar la voz de uno de ellos pronunciando algo que parecía un hechizo en latín, mis manos comenzaron a convertirse en roca y así hasta que toda yo era solo una escultura bien tallada.

Como ya he dicho, eso ocurrió hace mucho tiempo y aquel hombre que salvé era un príncipe corrupto y horrible que solo se aprovecho de mi. Y que unos dias mas tarde zarpó en un barco en busca de sirenas, que él consideraba hermosos monstruos, para matarlas a todas.

***

Doscientos años después el muro fue destruido y lo que ahora era una simple escultura fue colocada en un museo cerca de aquella playa.

Una clase de treinta adolescentes se movía por el gran museo viendo esculturas y las demás obras de arte.


Una chica de ojos avellana y cabello castaño —bastante largo— caminaba sola, algo distraída, mirando  unas esculturas hechas de piedra. Su  miraba quedo fijada en una escultura que le llamo la atención, era de una joven chica desnuda y con algunas gotas en sus ojos y mejillas. La observo detenidamente durante algunos minutos.

—Parece tan real...— Susurro ella cuando de repente escucho la voz de su amiga, Regan, llamarla por detrás.
—¡Jess, vamos al baño! ¡¿ vienes?!— Preguntó ella.
—No, ya nos veremos luego— Respondió, sin despegar la mirada de la estatua. Cuando quedo completamente sola, otra vez, saco una botella de agua que bebió, hasta que sin querer tropezó con un cable que conectaba una pantalla y mojó la bella escultura que había estado observando.

—Mierda...— Dijo mirando a su alrededor, esperando que nadie la hubiera visto. Mientras miraba hacia atrás sintió una mano tocarla en su hombro, al girar lentamente la cabeza, descubrió que aquella figura de piedra se habia movido y que la estaba tocando. Rápidamente dejo salir un fuerte pero corto grito y dio algunos pasos hacia atrás, volviendo a tropezar con el cable y cayendo al suelo mientras miraba perpleja la escultura que hacia algunos movimientos.

Así es, esa soy yo. El agua de aquella chica había conseguido que me moviera, pero no del todo y abrí dificultosamente los labios.
—M-mas a-agua— Dije con un hilo de voz mirando fijamente a la chica.

Ella se levanto lentamente sin dejar de mirarme, podía escuchar la velocidad de los latidos de su corazón. Cojio un cubo lleno de agua, en el cual había una fregona, pero la dejó en el suelo y me hecho el agua por encima. Sentí los dedos de mis manos y pies moverse, al darme cuanta ya volvía a ser de carne y hueso.

Mire a mi alrededor, el cual había estado viendo mucho tiempo, viendo como personas de todas las edades pasaban y como algunas se paraban a contemplarme y hasta a hacer algunos comentarios.

La chica se acerco y de la mochila que lleva en la espalda colgada sacó unos extraños pantalones y una camiseta. —Es mi equipo de gimnasia, deberías vestirte antes de que alguien te vea.— Dijo extendiéndolo hacia mi, parecía tranquila pero yo notaba su miedo.


Todo pasó muy rápido, tanto ese mismo día como los que lo siguieron. Todo se repitió, pero de manera diferente, volví al mar, esta vez no pude encontrar a mi grupo, pero eso no me importo. Cada tarde iba a las rocas donde me encontraba con ella, Jessica, me daba algo para vestirme y paseábamos por la ciudad o la playa. Gracias a ella descubri muchisimas cosas y sobretodo el helado, era increíble su sabor.

Un día, ya de noche, nos quedamos en la orilla de la playa, observando el agua.

Jess me miraba con sus profundos y brillantes ojos avellana y yo la miraba de igual manera. Algo en mi se removía, al igual que paso con el príncipe hace doscientos años. Tenia miedo por lo que podría ocurrir, pero algo en mi me decía que la besara, asique me acerque lentamente llena de temor. Ella sonrio al ver como me acercaba y de un rápido movimiento me beso. Ese beso, convirtió las ya inexistentes lagrimas en una alegría que inundaba todo mi ser.

La besé, la bese durante varios segundos y al quedar a varios milímetros de sus labios le susurré.

—No me falles, no me rompas el corazon, porfabor...

—Llevo mucho sintiendo algo por ti y no dejare de hacerlo.— Contestó. Solo sonreí dulce y acaricié su mejilla.

Los años pasaron, deje de ir al mar y me quede con ella. Me casé y viví con Jessica en una casa cerca de la playa, donde ahora envejecemos juntas y cada día es tan feliz como el primero en el que la conocí.

Durante ese tiempo me di cuenta de una cosa,  si no hubiera cometido el error de salvar a ese príncipe nunca hubiera llegado a ella.

El amor de mi vida.

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