De vuelta a mi lugar favorito

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Johanna

Me bajo del autobús sosteniendo mi mochila en mi hombro. Veo como el autobús se aleja dejándome ahí sola en medio de la nada. Pero aquí quería estar yo o al menos aquí tenía que estar.

Camino dirigiéndome hacia la cima de una colina, sentía como mi mochila rebotaba en mis hombros y me daba un poco de aire, ya que el verano empezaba a hacerse notar. Poco a poco el clima se había vuelto más cálido y seco. Llego a un enorme pino y me detengo mirándolo algo asombrada aunque ya era la tercera vez que lo veía.

Alzo mi vista en busca de un ave o al menos una sombra. Pero no veo nada.

Seguí con mi camino, estos ultimo año había sido el mas fácil de todos, solo me tope con un monstro o dos y eso es todo un record si consideras que soy hija de hades, uno de los tres grandes, el rey del inframundo.

Finalmente llegue a la entrada de mi destino. El campamento Half Blood. Un lugar donde los semidioses como yo pueden descansar de los monstros y entrenar.

Solamente los semidioses y los sátiros podían traspasar la entrada que estaba protegida con un campo mágico que ocultaba su existencia a los humanos y evitaba que los monstros entraran en el, aunque uno que otro lo traspasaba pero eso era muy raro.

Pero a mí nunca me han preocupado los monstros, tengo THDA como la mayoría de los semidioses, puedo leer griego antiguo y reflejos sobrehumanos y he matado uno que otro monstruo pero yo no era una de esas personas que le gustara andar por ahí cortándole la cabeza a todo lo que se mueva.

Al ser hija de uno de los tres grandes los monstros se sentían atraídos a mí más que a los demás semidioses y siempre me andaban molestando adonde fuera que fuera siempre me seguían. Aquí, en el campamento era el único lugar en donde podía darme un respiro de eso.

Pero hace como que un año los monstros dejaron de acosarme y pude volver a tener una vida más o menos normal fuera del campamento.

Hurra, debería de estar feliz pero no lo estoy. Siento que algo pasa pero no sé que es.

-Hola Jo- escucho. Y involuntariamente chillo mis dientes. Odiaba que me llamaran por un sobrenombre

Miro a un lado y veo a Sebastian recostado contra un árbol -Hola, idiota- respondo plantándome y moviendo mi pie

Sebastian es hijo de Eros, el dios del amor, pero el ser su hijo no hacía que todo el mundo lo amara, yo de hecho lo encontraba un poco irritante pero era uno de mis mejores amigos al fin y al cabo.

 -Bueno... bueno- dice poniendo sus manos al aire y ladea la cabeza haciendo que su flequillo negro caiga sobre su cara- No te mataría sonreír, sabes. No nos hemos visto en todo un año-

-Hey, yo siempre estoy sonriendo- me defiendo y le dedico una sonrisa forzada. A quien engaño, sonreír no es lo mío.

-¿A dónde vas?- pregunta mirándome con sus ojos azul hielo

-A mi cabaña- respondo y saco una nota que había recibido unas semanas antes

-Te acompaño- dice y se empieza a despegar de su árbol

-No- respondo secamente y se queda donde esta medio confundido por mi comportamiento

Me giro y me dirijo a buscar mi cabaña para poder por fin dejar mis cosas ahí. Este año se había hecho un gran cambio respecto a las cabañas. Ya que algunos dioses solo tenían pocos hijos y otras tenían... ejemh... bastantes, entre otras cosas, se había decidido que nos mezclarían con otros semidioses en las cabañas.

A mí me toco la mala suerte de ser la líder de la cabaña. Si, mala suerte. Odio tener que ser amable con las personas y hablarles, si ni siquiera me caen bien.

Campamento HB: La nueva generacionWhere stories live. Discover now