Capítulo 2

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La mujer que acababa de sentarse en la silla del escritorio principal alzó la mirada. Los ojos azules recorrieron descaradamente a Agustin. Perfecto dios griego, podría hacer mojar la braga de cualquier mujer con solo mirarlo. Una musculosa negra ajustada, que dejaba ver los músculos del brazo y daba a imaginar que abdomen tendría. Unos pantalones del mismo color, no eran estrechos y unas botas militares. La secretaria se movió en su asiento, era un hombre excitante. Lo miró a los ojos, intentando recuperar la compostura.

-Ho...hola ¿Lo puedo ayudar en algo?

-Ajá-dijo con un tono vacilante-. Quiero hora con la Señorita Kopelioff. Necesito urgentemente que me trate la espalda-la secretaria miró la agenda.

-Bueno ¿Para cuando lo quiere?

-Para ahora mismo-la mujer abrió los ojos.

-Oh, creo que para esta hora...-recorrió con su dedo la agenda-. Si esta libre.

-¿Entonces, puedo pasar ya?-dijo con una esplendida sonrisa que término de aturdir a la chica.

-Sí, claro, claro-dijo hundiendo los ojos en los labios de Agustin.

-Gracias.

Disimuladamente, coloco una microcámara en la parte posterior de la mesa de la secretaria. Luego, se dirigió a la puerta donde decía "Espere su turno".
Entró sin avisar, sabiendo que aún era observado por la rubia secretaria.

-Madre mía-susurró la rubia observando la espalda y el trasero de Bernasconi.

Carolina por su parte no se dio cuenta de que alguien había entrado en la clínica. Ya que a esta hora no venía prácticamente nadie. Así que se había dispuesto a cambiarse.

Agustin se metió en un pasillo, no muy largo. Dedujo que era la primera puerta a la derecha.

"Dra. Kopelioff". Agustin entró sin tocar la puerta. Se encontró con la mujer de antes, ahora solo en ropa interior.
Carolina se giró, sobresaltada y Agustin no pudo evitar quedarse mirándola. Unas curvas perfectamente hechas para que él pasará la lengua, pechos firmes, enfundados en el sujetador gris, del mismo color que la braga, que dejaba a la vista unas buenas nalgas. Carolina se cubrió con su bata.

-¿Se piensa quedar mirándome todo el día como un baboso?-le espetó Carolina cabreada y sonrojadisima.

Agustin se rió. Ademas con buen carácter, eso le excitaba. Carolina era buenisima. Al menos en su trabajo, había conseguido que se excitara con tan solo un masaje en la espalda. Nunca le había pasado algo así.

Agustin salió del centro de masajes después de colocar una que otra cámara en lugares claves. Fue hacia el café en el que había quedado con Cande. Entró y se pidió una cerveza bien fría. Dejo su chaqueta al lado de la butaca del bar mientras esperaba a que llegará la camarera o Cande. Así como él y muchos más la llamaban en el trabajo.

-Hola cielo-alzó la vista del periódico. Aquella rubia despampanante era el centro de miradas ahora. Se sentó frente a él-. ¿Hace mucho que me esperas?

-No, hace diez minutos-Agustin no expreso nada fácilmente. Solo una sonrisa fría.

-Oh, bueno, aca tenes lo que Snade me dio para ti-le pasó un maletín-. Esta todo adentró-Agustin agarro el maletín dando un trago a su cerveza y lo dejo.

-¿Haces algo en la noche?-él volvió a dirigir su mirada hacia los penetrantes ojos de Cande. Aquellos ojos bien azules llenos de lujuría, era una chica natural.

-Creo que me debes mas de un favor-. ¿Por qué no te pasas por mí casa?

-Bueno-dijo Agustin indiferente-. Quizás.

Protegeme |Aguslina-Adaptada| HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora