Capítulo IV

442 28 11
                                    


Los días comenzaron a pasar uno tras otros convirtiéndose así en semanas, y las investigaciones por parte de Mitsuki, aún no daban sus frutos, el tiempo se estaba acabando, debía encontrar por lo menos alguna pista, algo que lo condujera a la respuesta tan codiciada que buscaba y sin embargo nada, ésto generaba frustrarlo, aparentar hacer algo frente a los ojos de toda la aldea cuando en realidad su misión era otra, definitivamente lograba agotarlo en demasía. No es como si estuviera arrepentido de hacerlo, claro que no, simplemente quería que las cosas por lo menos se encaminaran de la manera correcta y de esa forma regresar pronto al lado de su preciada familia.

Camino sigilosamente por un pequeño pasillo de lo que alguna vez fue considerado una casa. Deslizándose sigilosamente por uno de los compartimentos secretos que lo condujeron a la recamara del subsuelo, observó un montón de libros y papeles desparramados por el lugar, al parecer hacía mucho tiempo que nadie se pasaba por allí. Cuidadosamente fue recogiendo los objetos y empezó a inspeccionarlos detalladamente uno por uno, los que no tenían relación a lo buscado eran dejados ordenadamente sobre uno de los cojines malgastados que pudo divisar al ir introduciéndose más en la extraña habitación.

Algunos de los pergaminos se encontraban en muy mal estado, así que meticulosamente los fue dejando sobre el escritorio mientras se dedicaba a revisar los libros más viejos esperando que alguno de ellos contuvieran lo que tanto anhelaba saber.

—Maldición, este tampoco es—. Gruñó molesto, mientras colocaba el libro sobre una destartalada repisa.

Olvidándose por un momento del tiempo, siguió inspeccionando aquella extraña y polvorienta recamara buscando algo que pudiera ser de utilidad, según la última conversación que tuvo con su progenitor Orochimaru, éste le había dicho que se dirigiera a las afueras del distrito de Konoha, entre los límite donde se separaba los terrenos de la mansión Saturobi, internándose en el bosque. Fue de esa forma que dio con la abandonada y peculiar casa en la cual se encontraba.

Tenía que tener cuidado y no dejar ninguna pista de su presencia allí, después de todo, aquel lugar tenía el acceso prohibido a cualquier civil o shinobi sin previa autorización y acompañamiento por el actual jefe de los ambus, Sai, designado por el mismísimo Hokage.

.........

Al otro lado de la aldea, se podía observar a una linda pequeñita de hermosos cabellos rojizos, cargar alegre, lo que parecía ser una cesta con diferentes tipos de ingredientes.

— ¡Hoy seguro sorprenderé a papá!—.

Se auto animaba una pequeña pelirroja mientras caminaba por los puestos de la aldea eligiendo cuidadosamente los ingredientes para la cena de esta noche, tenía pensado sorprender a su padre con un platillo hecho por ella misma, o bueno, por lo menos lo intentaría. Siempre observaba a su madre a la hora de preparar los alimentos así que ahora ella, quería poner en práctica el conocimiento adquirido, su papá le había comentado que el día de hoy llegaría un poco tarde a casa, por cuestiones de su "trabajo", a lo cual ella como toda buena hija asintió consciente de que él tenía una importante misión y que su estadía en Konoha no eran simplemente unas lindas vacaciones, así que para aligerarle un poco la carga de responsabilidad, se había decidido fervientemente en ayudar con las cuestiones del hogar, tener la ropa limpia, ayudar en la limpieza del departamento en el cual se estaban alojando temporalmente y ahora la fase final, el gran reto de toda niña, poder prepararle una deliciosa y talvez nutritiva comida a su padre cuando este regresara del trabajo.

—Bien, creo que ésto es todo, muchas gracias señora.

—De nada cariño—. Le sonrió la mujer de la tienda mientras le entregaba una pequeña manzana cortesía de la casa. —Se nota eres una buena niña, tu padre debe estar muy orgullosa de ti.

War of HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora