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Ocho de la mañana, Diego estaba leyendo sus apuntes de química para la clase, aún faltaban unas cuantas horas para que esa clase empezara, pero quería prepararse y no estar tan perdido cuando la profesora explicara la materia, era un asco para la química. Su vista se estaba cansando un poco, por lo que se sacó los lentes para pestañar rápidamente y al final, cerrar los ojos con la cabeza inclinada hacia atrás. Al sentir la puerta de la sala cerrarse, su vista viajó hacia el chico que se acercaba a él lentamente, con la mochila colgada en el hombro y por lo poco que le dejaban ver sus ojos, tal parecía que aquella persona tenía una mueca. Volvió a dejar sus lentes sobre sus orejas para poder enfocar con nitidez a su amigo con el pómulo morado y una pequeña herida bajo su ojo izquierdo.

–Pero ¿qué te pasó? – dijo casi con gracia en la voz.

–La chica, eso fue lo que pasó.

–¿Qué hiciste esta vez? –sabía cómo era su amigo, era el típico mujeriego que coqueteaba con las chicas, pero al final salía rechazado. Dejó su cuaderno de lado, dándole toda su atención a lo que Jose le iba a contar.

El rubio volteó a ver cada lado de la sala para ver quien los observaba, se moriría de la vergüenza si alguien se enteraba que nuevamente fue rechazado por una chica, desde que llegó no ha tenido ninguna novia, y no es que antes de llegar al liceo hubiera tenido un sinfín de chicas atrás suyo, esperando el día en que él aceptara tener una cita con alguna de ellas, a decir verdad, su primer beso fue accidental, el chico que siempre molestaba a los demás cuando tenía doce años se encontraba peleando puño a puño con un chico un grado mayor, estaban rodeados de la mitad de la escuela animando el espectáculo, entre ellos Jose, y entre golpe y empujones, el menor perdió el equilibrio y llegó a caer labios con labios con el rubio, gracias a eso, los rumores de su orientación sexual estaban de boca en boca en el colegio y para querer eliminar esas palabras que herían su orgullo de chico-joven-que-se-creía-el-más-masculino-de-la-escuela, empezó a coquetear con toda chica que se le aparecía al frente.

Luego de que se percató que nadie los miraba empezó a hablar.

–Luego de clases la esperé en la entrada, y cuando llegó nos fuimos caminando, le invité un helado, la llevé a jugar en ese nuevo local de videojuegos, ¡incluso la deje ser el jugador 1! Sabes que soy bueno en los juegos –su arrogancia hacía que Diego tuviera deseos de golpearlo –, hasta la dejé ganar.

–Aún no escucho como fue que te ganaste el ojo morado –dijo mirando la hora en su celular, quedaban pocos minutos para que la campana suene y llegue la profesora.

–Espera, para allá voy. Después de pasar horas con ella y escucharla hablar de ese chico que la dejó –pensó –, Juan Pablo creo que se llamaba, no paraba de hablar mierda de él, luego la llevé a su casa, intenté besarla y ella...

–No me digas que ella fue quien te abofeteó.

–¿Abofetear? ¡Hombre! Me golpeó con su puño. Además, la chica llevaba anillos, por eso tengo estos raspones. Ahora ninguna chica se me acercará por esto –señaló su ojo.

–Como si antes te llovieran las mujeres –pensó en decir Diego, pero prefirió callarlo.

La campana sonó y en pocos segundos el profesor entró a la sala, el bullicio que se escuchaba antes poco a poco se iba aminorando al momento en que los estudiantes se daban cuenta que el profesor estaba de pie frente a ellos esperando el silencio absoluto para saludarlos. Luego de eso tomó asiento y empezó a pasar lista y pedir justificaciones de inasistencia.

Diego no era un chico muy curioso, pero de igual forma no se pudo quedar callado y silenciosamente preguntó:

–¿Qué clase de mierda te dijo de él?

DuanpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora