#1: Asfixia

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Sinopsis: Jem sabe que las mentiras de Will siempre son tan transparentes como sus verdades, pero sabe que no lo puede decir en voz alta.

Notas: Heronstairs!16.

[Will x Jem]

ASFIXIA

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Su cuerpo no se había movido lo suficiente, para cuando Jem ya saboreaba pronósticos que ese amanecer estaría bien trajeado de infierno. Ese día, pensó, incluso ante de abrir los ojos, sería otro de tantos donde sus huesos agrietados de cansancio se darían su tiempo libre y no soportarían su propio peso. Lo supo incluso ante de recuperar la conciencia del sueño que no le convido ningún descanso, siendo algo que incluso debería agradecer. Un sueño ligero era mucho mejor que las noches en que no puede descansar en absoluto, el agotamiento era tan voraz que no acepta lo que más necesita.

Suspiró, corta y pesadamente, porque todo era una agrupación de molestias que se acompañaban mutuamente en un coro de tortura. El aire que soltó le dolió, también el que entró, sintiendo aquella perturbadora y conocida presión en el pecho que le hizo ahogar un gemido. Uno que costó otro, y otro...

Sus pulmones, víctimas de los alaridos de su corazón y éste último sometido a las dopadas pulsaciones que provocaba el Yin fen, intentaron sofocar el aire en un intento fallido. Una respiración limpia era casi una bendición del ángel; un entrenamiento sin cortes severos en su aliento era casi un regalo de la vida y, un día donde Jem Carstairs no se sintiera enfermo; eran los días, aunque esporádicos, lo más apreciados y obsequiados para sí mismo.

La luz entraba en cortinas de rayos dorados, rozando la pulcra sábana que rozaba los pies descalzos y encogidos por el frío. Sabía que no conseguiría la fuerza ni acumularla para ir al comedor, podía levantarse pero no quería tentar a su suerte y desplomarse a tan sólo palmos de su habitación.

Ladeó la cabeza y, a unos cuántos pasos de él, ociosa y burlona, nostálgica y dolorosa, estaba la caja de la diosa que albergaba en sus entrañas el perverso y asqueroso polvo que volvía sus venas carbón. Cerró los ojos para no verla y contener las ansias de ir en busca de un poco... Un poco que le entregaría una energía que yacía asustada en alguna parte de su cuerpo y se negaba a emerger. Un poco para levantarse e ir a desayunar. Un poco para sobrevivir un día más.

Jem odiaba comprar días más de su vida a una droga que sólo era un pésimo mercader que se burlaba de él. Le ofrecía sólo horas libres, ratos para olvidarse incluso que era un hombre que no podía igualar a los de su raza, para luego someterlo a torrenciales fiebres y convulsiones de tos que herían la garganta hasta dejarla en carne viva.

Volvió a respirar, esta vez lo hizo mejor y sintió que el suspiro pudo ejercer su función de mostrar su desánimo. Se pasó la mano por la frente, arrastrándola por el cabello, sin sorprenderse de la temperatura y los ligeros espasmos que atacaban sus coyunturas. A su lado, hay un cuenco con agua, quizás templada por el habitual clima que los rodeaba, prometiéndole refrescar un poco la piel caliente que sólo al contacto causa un dolor profundo que parece introducirse en los huesos.

Tocar el violín es una idea seductora para hacerle olvidar la ansiedad por saciar la llama que arde en su garganta y la sangre que jura por salir; pero todo requiere un esfuerzo de levantarse y que él que no podía cumplir.

HermandadWhere stories live. Discover now