Capítulo 3: Corazón congelado

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Habían pasado alrededor de 5 horas y la joven de peluca blanca se encontraba en su hogar, finalmente de vuelta en la personalidad de Daruma, despojada de todo rastro de sangre y del disfraz de Nina. No sabía cuánto tiempo había pasado afuera, sin embargo, el haber tenido que arrastrar los cuerpos hasta su sótano, sitio que, sorprendentemente su padre nunca revisaba, la había dejado completamente exhausta.

La chica a la que previamente había rescatado de aquella «manada de hienas hambrientas» finalmente se encontraba descansando, tomando probablemente una larga siesta en su habitación, pues el pánico que había sentido en ese momento la había dejado hecha un manojo de nervios por completo, y el que estuviera en casa de una asesina no le daba demasiada tranquilidad, pero creía que quizás era mejor dormir en un lugar donde podría perder la vida pacíficamente antes que sufrir un destino peor que ese en la calle, por lo que cayó rendida con alguna confianza extraña en particular.

Por parte de Daruma, esclava de su propia realidad, cerró con candado la puerta que llevaba a su "sitio de juegos", guardando la llave en una de las bolsas que contenían el disfraz. Faltaba poco para que dieran las 7 de la mañana y ella nada había dormido, afortunadamente, su padre era alguien completamente perezoso, un holgazán hecho y derecho, aunque eso también era precisamente el problema, que era un holgazán de mierda y quería que la chica le resolviera toda la vida.

Pronto, se alejó de aquel cuarto que llevaba al sótano, cerrando aquella puerta con otra llave completamente distinta, finalmente colocando la cerradura y alzando la llave en un punto bastante alto y poco visible para su progenitor, caminando escaleras arriba y llegando directamente a su habitación.

Ahora tenía otra clase de problemas: estaba hambrienta, con sueño, sed y se sentía completamente sucia, estaba frustrada de la noche. No podía creerse que muchos de los hombres que vagaban a altas horas de la noche, con sólo ver una cara bonita, pechos y piernas se volvieran idiotas por completo. Creía que los hombres de por sí ya eran seres bípedos sin uso de razón, pero, con todo lo que tuvo que presenciar por la noche, sus expectativas descendieron aún más, quedando sepultadas a casi más de tres metros.

No quiso pensar, tan sólo caminaba con pesadez, arrastrando los pies hasta lo que era su pequeña habitación, abriendo la puerta y acercándose a su pequeño armario para tomar algo de ropa. Se iba a dar una ducha, pues tenía suficiente con que su padre le recordara diariamente su aspecto de muerta —creado por él mismo —, y honestamente no quería luchar contra él por ello, pues su ira con él cada vez más iba en incremento, y no quería hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.

Sus ojos viajaron hasta su habitación, específicamente su cama, donde la rubia se hallaba plácidamente dormida. Le resultaba extraño que alguien más —y que mutuamente no se conocían —se hubiera dormido en su cama, pues según ella, estaba completamente segura de que en su cama, y en su habitación la energía era completamente densa, casi como si diera miedo, suspirando de pesadez y pronto despegando sus apagados ojos de la chica, rápidamente dirigiéndose al baño, cerrando la puerta detrás de sí con seguro. Más tarde pensaría qué hacer con su padre en dado caso de que descubriera que su «amada hija» había metido a una chica a su habitación.


•       •       •

El tiempo comenzó a pasar con rapidez y sin piedad, y cuando menos se dio cuenta Daruma, el sol había apenas mostrado su mejor cara, por lo que en su apenas funcional reloj digital, vio la hora y notó que era demasiado temprano. Apenas iban a ser las 5 de la mañana. ¿Qué iba a hacer tan temprano si no tenía ningún pendiente? Intentar dormir pero, ¿en dónde? No lo sabía.

En su desarreglado cuarto, debajo de su cama, rápidamente comenzó a buscar algo que cumpliera el rol de cama momentánea, pues la chica —de quien si no mal recordaba el nombre era —Harumi, reposaba sobre ella, casi como si lo hubiera necesitado después de aquella traumática situación de la que fue rescatada.

Varios minutos de búsqueda le resultaron en vano, pues apenas terminó de buscar, pudo únicamente encontrar un par de utensilios de cocina —específicamente cuchillos —, trapos ensangrentados de lo que suponía fueron de sus víctimas y otras tantas cosas como basura de botellas que alguna vez contuvieron agua, alcohol desnaturalizado y bebidas alcohólicas, empaques de dulces, o incluso comida que compraba en el mall, por lo que meterse debajo de su cama terminó resultándole no sólo una búsqueda infructuosa, sino que también le costó otra ducha de menos de diez minutos pero que le tomó tiempo de siesta.

Una vez ella salió de la ducha y se vistió, rápidamente tomo de su armario un par de sábanas extras y cobijas, pateó las cosas que se hallaron en el suelo que sacó de su cómoda cama hacia un lado suyo, barrió un poco y armó un futón improvisado. Una vez terminó con ello, recogió las cosas que se hallaban en su habitación y las llevó a los lugares que pertenecían, únicamente guardando los pedazos de tela en una pequeña caja fuerte que sacó de su armario, volviendo a dejarla en el interior de este mismo y cerrándola, reposando finalmente en su futón recién hecho.

Pensó por un momento qué haría en dado caso de que la chica despertara, por lo que, dejando la comodidad y calidez de su cama improvisada de lado, volvió a ponerse de pie, abriendo nuevamente su armario, sacando algo de prendas que creyó que le quedarían mejor a la rubia de lo que a ella le lucían, siendo únicamente una blusa beige lo que tomó y un par de skinny jeans negros junto con un par de medias cortas hasta la rodilla de color blanco.

Los recuerdos abundaron por su memoria, pero aquello simplemente fue ignorado, pues aquella adolescente de cuerpo medianamente llenito, cadera un poco más ancha que la de las chicas promedio y busto un poco más grande que el de las demás, y cabello tan negro como la noche pero más brillante que las estrellas había desaparecido, y no recordaba nada de aquella época gloriosa que tuvo.

La muerte de su madre fue algo que sin dudar la marcó, pero no era hora de llorar a pesar de que las lágrimas llenaron sus ojos, por lo que simplemente se limitó a colocar la ropa en una de las esquinas de la cama, y volvió a adoptar la postura que anteriormente tenía: completamente sumergida en el futón, recostada de lado con las rodillas en su pecho y su cabeza hundida en las cobijas, sólo que esta vez con el rostro completamente húmedo.

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2022 ⏰

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Pequeña, dulce e inocente asesina {Anime Gore}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora