El primero nació envuelto en los mantos de la noche virgen, y fue llamado Lark, pues fue una alondra la que cantaba la primera vez que abrió los ojos. El segundo, a la vera de la mañana, y fue llamado Oleander, pues su nacimiento simbolizaba la resistencia a la sequía, y lo vigoroso de su nacimiento, al igual que las flores que se resisten, vivas, al final de la primavera. Y fue en el propio sol que aquel día asomaba entre las montañas del horizonte, el que, con un cántico de puro éxtasis, iluminó, durante un único instante, a ambos hermanos. Les decoró con su luz, como si de una nueva piel se tratase, marcando así a uno de ellos como el próximo héroe de Hyrule, como el Link de aquella generación.Sin embargo, y mientras la madre les sostenía muda entre sus brazos, comprendió que solo uno de ellos llegaría a ser Link. Y que, abrazados como estaban, nadie podría discernir, hasta el día prometido, quién poseería tal título, quién, desde su nacimiento, le habría sido otorgado un destino. El padre, arrodillándose, calmó a la mujer, que había estallado en un llanto. Lark y Oleander, ajenos a lo sucedido, jugaban con las manos, tapándose los ojos, acariciando al otro. Pronto, sin embargo, fueron separados. El padre cargó con el pequeño, y la madre, con el mayor, mientras marchaban, con un paso torpe, entre las lindes del bosque.
—Estarán bien, no te preocupes. —musitó el padre, observando los ojos del color del cielo reflejados en el iris de su hijo. Creyó verse reflejado, a su vez, en sus pupilas, como si de una estrella recién nacida se tratase. No pudo evitar sentir el mayor amor por él, un apego, una necesidad de protección tales que, al igual que la madre, no fue capaz de ocultar su llanto. Era incapaz de mostrarse fuerte, no cuando su hijo sonreía con tal inocencia, no cuando con sus diminutos ojos buscaba la vida, la experiencia, la felicidad con tanto ahínco. —Les protegeré con mi vida, si es necesario.
—Los protegeremos, cariño. Los protegeremos, hasta que uno de ellos deba salvarnos a todos.
Avanzaron hacia el interior del bosque, sorteando los árboles con agilidad; la mujer todavía debilitada, y el sonido de sus pasos alertando a los enemigos. Sin embargo, a partir de ese momento, nunca estarían a salvo. No, al menos, hasta que la profecía fuese cumplida. Así, aquella familia, condenada a un destino escrito, a un poder impuesto, abandonó el lugar donde sus pequeños habían sido dados a luz.
Lark y Oleander, los gemelos cuyo destino sería, con horror, destrozado en pedazos tan pequeños como la mismísima arena. Cristales que todavía no habían ardido, pues pese a que su reflejo era el mismo, siempre estarían separados. Esa era su mayor condena. El saber que nunca podrían estar unidos por completo.
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El héroe perdido de Hyrule
FantasyEl primero nacerá en la noche, cuando el buho cante. El segundo morirá en la mañana, cuando la guerra acabe. Dos hermanos gemelos nacen marcados como el héroe de Hyrule, sin embargo, solo uno de ellos se convertirá en el verdadero héroe, en Link, e...