Alexei
Cuando Viviana e Isidro me dieron su apellido me sentí una ladrona.
Tener un hijo no hacía parte de sus planes no importa cuantas veces papá se los planteará o sus padres los presionaran por un nieto. ¿Para qué? Pasaban poco tiempo en casa, viajaban con regularidad y la idea de adoptar era más que grande que las ganas que tenía Viviana de sufrir los dolores de un parto. No había una criatura para ellos en un futuro ni cercano ni lejano y fue así hasta que su amigo murió y la niña que consideraban su sobrina pasó a tener sus apellidos.
Así de rápido pueden cambiar nuestros planes.
Un día estaban viajando a la ciudad para celebrar su aniversario y al otro estaban siendo contactados por una joven problema que no tenía familia alguna que velará por ella. Todo esto, mientras lloraba en un hospital la muerte de su padre, el dolor de un accidente y la pérdida de su mejor amigo. Parecía demasiado para cualquiera ¿Cómo iban a negarse? Todo fue tan de repente que se vieron obligados a estar atados de por vida a mí. No solo les robé el futuro soñado, sino que también me llevé la oportunidad de otro ser humano de ser elegido. Si existía la posibilidad de que su familia creciera esa era la adopción. Puedo imaginármelos años atrás yendo a un centro, conversando con niños cuyos destinos no jugaron a su favor y eligiendo a uno de ellos para cambiar su vida. Para brindarles su amor. Sé que, de tener la opción, nunca se hubieran decidido por mí.
Estuve encerrada los meses que tardó en formalizarse mi adopción. Pasaba mi tiempo con la adorable anciana que pasé a llamar abuela tratando de no estorbar en sus vidas o cambiando sus planes más de lo que ya lo había hecho. Para mi suerte— y no la de ellos—ser su hija a los ojos del estado fue la oportunidad perfecta para desaparecer. En cuanto mi adopción se resolvió salimos del país y me negué con fuerzas a volver a ese sitio donde toda mi vida se arruinó. Es eso lo que me tiene en un mar de lágrimas.
Por primera vez en años estoy regresando al lugar con mis mejores y peores recuerdos mientras rezo para que la mujer que se vio obligada a ser mi madre no muera, que Viviana no me abandone.
—Ya te dije que no es necesario que vengas conmigo.
—Te escuche la primera vez, ahora haz silencio para que pueda oír la radio—dice Evan deslizando sus dedos por la nuca, cerrando los ojos y estirando las piernas en su asiento. Es la viva imagen de la tranquilidad.
Yo, sin embargo, soy la imagen de la angustia y la desesperación. No importa cuantas veces las desgracias toquen a mi puerta, yo sigo recibiéndolas con angustia. Por eso me dejé llevar por el terror y no di más que vagas explicaciones cuando Evan detuvo un taxi y me hizo explicar que hubo un accidente camino a visitar a la abuela. Que debía ir al hospital. Que tenía que salir de la ciudad. Que el taxímetro me iba a dejar en la pobreza y que podía hacer todo lo anterior yo sola. No recuerdo cual fue su respuesta a todo eso, pero recordaré por siempre la manera en que desliza su mano hacía mi rodilla para detener el movimiento involuntario que me atormentaba y entrelazar sus dedos con los míos.
Todo esto, sin abrir los ojos.
—Estará bien—habla rompiendo el bullicio de los autos en la calle y llevándose el ruido de mi cabeza—. La vi esa noche en tu casa y parece estar en mejor forma que yo. Sé que no puedes evitar preocuparte por ella, pero no te atormentes por el futuro ahora.
Acaricia la palma de mi mano.
—Permanece aquí conmigo, Alexei. Tendrás tiempo para colapsar en cuanto lleguemos.
Si bien aferrarme a sus palabras suena como un descanso que necesito con urgencia, la verdad es más cruel y no puedo escapar del hilo de pensamientos que me llevan a esperar lo peor todo el tiempo. El viaje en taxi me parece interminable, no puedo dejar de pensar en cómo me fui sin despedir de ella esta mañana o como corrí a esconderme a mi cuarto hace tres años cuando ella quería hablar sobre papá y yo quería estar sola y llorar.
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Besos a tu olvido
Teen FictionAlexei no recuerda cuando fue la última vez que ganó algo por si misma. Por eso, motivada por las injusticias de la vida, acepta el reto de trabajar para una emisora que no está dispuesta a reconocer su valor. Evan tiene presente lo mucho que debe...